Entrevista | Manuel Mostaza Politólogo y director de Asuntos Públicos de Atrevia

"Lo normal es que, dentro de un año, podamos estar hablando de un nuevo proceso electoral en España"

"De manera sorprendente, en la sociedad genera más rechazo José Antonio Ortega Lara que Arnaldo Otegi; es decir, la persona que fue secuestrada por ETA que un condenado por secuestro"

Manuel Mostaza, politólogo zamorano.

Manuel Mostaza, politólogo zamorano. / Atrevia

Luis Garrido

Luis Garrido

El curso político arranca en España con más incógnitas que certezas. Las elecciones del 23 de julio colocaron al Partido Popular como primera fuerza, pero Alberto Núñez Feijóo no ha sido capaz de conseguir el suficiente apoyo parlamentario como para ser investido presidente a finales de este mes de septiembre. El Partido Socialista de Pedro Sánchez, por su parte, aguarda paciente su oportunidad, aunque sabedor de que se encuentra en manos del nacionalismo y que la proximidad de las elecciones vascas y catalanas puede definir su legislatura. El politólogo zamorano Manuel Mostaza, director de Asuntos Públicos de Atrevia, hace un repaso sobre la actualidad política y se atreve a aventurar por dónde irán los derroteros del próximo mandato.

–España enfrenta uno de los inicios de curso con mayor incertidumbre de cuantos se recuerdan. ¿Aquí qué es lo que va a pasar?

–La incertidumbre política lleva ya varios años instalada en España. Es verdad que este es un inicio de curso raro, pero hay que acordarse del año 2015, el 2016 o el 2019. Llevamos así prácticamente un ciclo de diez años. Primero, con la irrupción de UPyD; pero, sobre todo, tras la entrada de Ciudadanos y de Podemos. Estos años hemos vivido una situación de desbarajuste de nuestro sistema político e institucional, con gobiernos en minoría, coaliciones y un parlamento fragmentado. Y la tendencia es hacia una vuelta a un bipartidismo imperfecto, porque Partido Popular y Partido Socialista vuelven a ser fuerzas sólidas con más de 115 diputados, mientras que lo que hay a su derecha e izquierda respectivamente son fuerzas en retroceso. Sumar sigue perdiendo respecto a lo que fue Podemos y Vox ha perdido una parte importante de su apoyo. Parece una especie de final de ciclo de los nuevos partidos. Pero, en general, la situación ahora mismo es muy difícil.

–¿Ve en Alberto Núñez Feijóo al próximo presidente del Gobierno de España?

–Creo que no va a haber investidura de Feijóo. La única opción real sería que Junts se abstuviera y eso no parece probable a día de hoy. Lo normal, siendo difícil hablar de lo normal en la política española en los últimos años, es que no haya investidura de Feijóo. Lo normal es que el presidente Pedro Sánchez lo intente y parece posible que le pueda salir. Ahora bien, todo parece indicar que estaríamos ante una legislatura corta, porque viene una situación de recorte del gasto público por exigencia de Bruselas, porque el bloque de investidura va a ser muy heterogéneo y porque el año que viene hay elecciones en el País Vasco. Lo que hay en torno a Sortu, esa coalición de Bildu que es Sortu y unos palmeros, va a competir con el PNV por una victoria electoral. Y lo mismo va a pasar al año siguiente en Cataluña. Y es difícil que PNV y Sortu voten lo mismo en materia económica, como también parece complicado que lo haga el pospuyolismo de Junts y ERC. Y a todo esto hay que sumar que trece comunidades autónomas están en manos del Partido Popular y que en el Senado tiene mayoría absoluta. Analizando esto, todo parece indicar que, si hay legislatura, no va a ser de cuatro años.

–¿Ha sido su acercamiento a Vox y sus acuerdos autonómicos de gobierno lo que ha hecho que el Partido Popular se haya quedado solo en el escenario político a nivel nacional?

–No, es una afirmación que discuto. El Partido Popular no se ha quedado solo; junto con sus aliados, que son Vox, Unión del Pueblo Navarro y Coalición Canaria, suma 172 diputados y la mayoría son 176. La clave de estas elecciones, y que le ha funcionado al PSOE, es el miedo a Vox en determinados territorios. Por un lado, están PP, Vox y algunos aliados regionalistas de centroderecha; y, por el otro, está el PSOE, Podemos y la amalgama de partidos nacionalistas en Sumar, los partidos secesionistas en Cataluña y los herederos de Batasuna en el País Vasco, más el PNV. Lo que ocurre es que Vox genera mucho rechazo en una parte de la sociedad española. Entrando Vox en la ecuación, sale el PNV y también la gente de Junts, que no olvidemos que es el partido de Puigdemont, un tío que está buscado por la justicia. El PSOE ha sido capaz de visualizar ese rechazo a Vox. De manera sorprendente, en la sociedad española genera más rechazo Ortega Lara que Arnaldo Otegi. Es decir, la persona que fue secuestrada por ETA que un secuestrador. Esto es así.

–¿Qué opciones tiene Pedro Sánchez de convencer al independentismo si las condiciones de salida son amnistía y autodeterminación?

–Son dos elementos que no caben en la Constitución. La amnistía, claramente, no cabe en la Constitución. Por cierto, no deja de ser irónico que la misma izquierda que lleva años poniendo en solfa la amnistía del 77 que garantizó la Transición, reivindique ahora como algo natural una amnistía. En un estado democrático, eso no cabe. Lo que hubo el 1 de octubre de 2017 fue un golpe contra la legalidad constitucional española y la Constitución no permite ninguna amnistía. Se puede retorcer o dar vueltas, pero no se permite. Y la autodeterminación tampoco cabe en la Unión Europea ni en una Constitución que en su primer artículo dice que se fundamenta en indisoluble unidad de la nación española, patria común e indivisible de todos los españoles.

–¿Piensa entonces que Junts bajará sus pretensiones iniciales para facilitar la investidura de Sánchez?

–Entiendo que eso es lo que va a pasar. Ahora mismo están en un juego de máximos para conseguir que, una vez se produzcan las condenas, haya un indulto rápido como ya pasó con los líderes golpistas de Esquerra, porque lo otro no cabe en la Constitución. Da igual lo que pueda plantear el Gobierno, porque no entra. Y, además, hay que tener en cuenta la imagen que eso puede dar de la justicia española. Tras varios años reclamando a Puigdemont, que ahora llegue el Estado español y lo amnistíe sin haberlo juzgado, sería una cosa un poco disparatada.

–¿Cuánto interés tiene Junts sobre lo que ocurra en la Presidencia del Gobierno respecto a lo que tiene por delante en Cataluña, con nuevo ciclo electoral en el horizonte?

–La clave es que hay una competencia clara entre Esquerra y Junts por hacerse con la hegemonía del nacionalismo. Esquerra no está funcionando bien en la Generalitat. Aragonés no tiene tirón ni carisma. Y Junts no quiere ser el partido secundario. Todo lo que se esté negociando para investir a un presidente en Madrid, los partidos nacionalistas lo hacen pensando en Cataluña y en su rendimiento electoral allí. Lo mismo pasa con PNV y Bildu. Si el PNV rechaza de manera tan clara a Vox es para que el año que viene no venga Bildu y diga: "Ustedes han metido a Vox en el Gobierno de Madrid". Estos partidos funcionan con lógicas muy territoriales.

–Sea cual sea el resultado de las negociaciones de PP y PSOE, llegue quien llegue a la Moncloa, ¿sigue siendo correcto hablar de "gobierno Frankenstein" o es España un "país Frankenstein"?

–Yo no sería tan determinista. Cuando estudié en la universidad nos decían que nuestra Constitución y nuestro sistema electoral hacían casi imposible las mayorías absolutas y ha habido varias. También nos decían que era imposible que pudiera triunfar una moción de censura y ha triunfado. Nos decían que era imposible terceros o cuartos partidos con más de cincuenta escaños y los hemos tenido. La gente vota lo que vota. Y por un margen de cuatro escaños no estamos hablando de un gobierno con Vox. ¿Que España es una sociedad plural? Claro. ¿Que Cataluña es una sociedad plural dentro de España? Claro. ¿Que el País Vasco es una sociedad plural dentro de España? Claro. Somos sociedades plurales, modernas, muy fragmentadas. Y no solo nosotros. También los británicos, los italianos, los estadounidenses… Ese apelativo de "gobierno Frankenstein", que si no recuerdo mal es de Rubalcaba, no es tanto por el número de actores con los que se pacta, sino por lo que hacen estos actores. Insisto, Junts y Esquerra dieron un golpe contra la legalidad institucional en España y Bildu está dirigida por un tipo que está condenado por haber secuestrado a una persona y que militó en una organización terrorista. No es tanto el número como la calidad de este tipo de actores. ¿Hay que dejar de hablar de gobierno Frankenstein? Sí, claro, porque al Gobierno es un término que no le gusta y a la oposición le gusta porque pone de manifiesto las costuras y rarezas del Gobierno.

–No obstante, la realidad del país, al menos a corto plazo, sí parece ser la de tener que obtener apoyos de muy diversas sensibilidades políticas para poder gobernar.

–Esa parte de la reflexión sí la comparto. Somos un país plural y habrá gobiernos con varios actores, pero la tendencia general es ir hacia un nuevo fortalecimiento del Partido Socialista y Partido Popular, con un PSOE que parece estar cambiando su centro de gravedad. Ya no es ese partido de andaluces, madrileños y extremeños, sino que buena parte de sus votos vienen de la periferia y de territorios con lengua cooficial. Y eso es importante. Igual que no es lo mismo tener un PP dirigido por un presidente bilingüe gallego en lugar de uno de Madrid. Ahora, lo que no vale es pensar que España es un país plural y nación de naciones, pero que Cataluña y País Vasco son sociedades homogéneas. No. Cataluña es una sociedad muy plural donde hay una oposición al nacionalismo muy fuerte. Y pasa lo mismo con el País Vasco.

–¿Qué cabe esperar, para una comunidad como Castilla y León, de esa hipotética reforma del modelo territorial que recientemente ha propuesto de nuevo el Partido Nacionalista Vasco?

–Nos vendría claramente mal. Todo el mundo quiere cambiar porque quiere mejorar su estatus y nuestro modelo no es asimétrico. Ya hay una anomalía, que es el modelo de financiación que privilegia a País Vasco y Navarra. Y eso es insostenible para España. Pienso que cualquier cambio territorial tiene que hacerse, por lo menos, con el mismo nivel de consenso con que se hizo la Constitución de 1978. Es decir, no vale cambiar solo porque unos quieran. Si hay un gran acuerdo entre los dos grandes partidos, o entre los cuatro grandes junto a las fuerzas nacionalistas, que se aborde. Lo que no se puede es hacerlo con 176 escaños, porque es una barbaridad. Ninguna cosa relevante en una sociedad democrática se puede hacer con un 51%. Y ahí, Castilla y León debe defender el principio de solidaridad que articula una nación, una comunidad política compartida. No puede ser que haya actores que no quieran participar en la financiación del centro de salud de Puebla de Sanabria, pero sí quieran mandar diputados a Madrid o que el Estado les pague los servicios consulares. Esto no es un debate entre los dos hijos mayores y papá en el que el resto de hermanos pequeños se quedan fuera. Somos igual de ciudadanos los que vivimos en Puebla de Sanabria que los que viven en San Sebastián.

–Más allá de los envites políticos, España se enfrenta a retos importantes en un futuro inmediato. Planea la sombra de una recesión inminente en el marco comunitario, la inflación se dispara en productos básicos y los tipos de interés mantienen su escalada. ¿Qué les espera a los ciudadanos?

–Es un poco agotador que los españoles estemos tan bloqueados por temas que no están en nuestro día a día. Lo que sí está es el precio de la energía, el de los alimentos, la recesión, la crisis económica global y el cambio climático, pero parece que estamos a otra cosa. Y el Gobierno que termine de consolidarse va a tener que lidiar con temas que no son nada sencillos. Viene un recorte importante del gasto público. El Gobierno dirá que está obligado por Bruselas, pero estará obligado por la sostenibilidad de las cuentas públicas, que no son infinitas. Por eso digo que son factores que apuntan a que vamos a tener una legislatura que no va a ser muy larga, gobierne quien gobierne. Tanto si es Feijóo como si es Sánchez, vienen tiempos difíciles. Y no va a votar lo mismo el PNV que la izquierda secesionista del País Vasco. Y tampoco en Cataluña. Van a defender posturas diferentes y eso va a hacer que el Gobierno sea muy débil, es algo que todo el mundo lo sabe. Aunque en la noche del pasado 23 de julio tanto Feijóo como Sánchez se dieran por ganadores de las elecciones cuando salieron a saludar a sus votantes, ninguno lo fue. Y lo normal es que, dentro de un año, podamos estar hablando de un nuevo proceso electoral.

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