Echar abajo los estereotipos en Zamora

El programa Educación de Calle celebra su veinte aniversario en la capital con una gala en el Teatro Principal en la que 42 adolescentes y jóvenes comparten su arte con el público

La concejal de Servicios Sociales, Inmcualda Lucas, con responsables de Menesianos, Cruz Roja y trabajadores sociales . | Cedida

La concejal de Servicios Sociales, Inmcualda Lucas, con responsables de Menesianos, Cruz Roja y trabajadores sociales . | Cedida / Susana Arizaga

Pionero en Castilla y León y referente nacional de colaboración público-privada, el programa Educación de Calle de Zamora, que cumple 20 años en este 2023, ha logrado abrir puertas a decenas de adolescentes y jóvenes cuyas experiencias vitales parecían abocarles a la marginación social, a la adicción a las drogas o el alcohol o al aislamiento social.

Detrás de la positiva experiencia de un millar de zamoranos y zamoranas de entre 10 y 30 años, los educadores de calle, buena parte de ellos formados en Trabajo Social, descienden cada día al infierno particular de cada una de esas personas que aún no tienen todas las herramientas para poder vivir una vida de adultos en un mundo que, en la mayoría de los casos, les es hostil. O, al menos, así lo viven desde esas edades de la pubertad, la adolescencia y la juventud en una sociedad que les ofrece perspectivas de futuro poco atractivas.

Cuarenta y dos adolescentes y jóvenes de Zamora, beneficiados de ese programa, desplegarán sobre el escenario del Teatro Principal el 21 de junio todas sus habilidades reforzadas en talleres de poesía, arte urbano, teatro y baile en la Gala Educación de Calle que conmemora el inicio de esta iniciativa en la que aúnan esfuerzos el Ayuntamiento de Zamora, el Centro Menesianos y Cruz Roja para desarrollar un trabajo con estas personas y ofrecerles oportunidades para la inclusión sociolaboral. Representarán la obra de teatro «Baldosas amarillas» y llevarán al escenario música rap, hip hop, fanky y baile urbano, a partir de las 20.00 horas.

Derribar esos muros es la prioridad del programa orquestado por la Concejalía de Servicios Sociales de Zamora, baja la batuta de la edil de IU Inmaculada Lucas; por el Centro Menesianos, dirigido por Justino Santiago; y la ONG Cruz Roja, dirigida por José Manuel del Barrio. Pieza clave en ese trabajo que se prolonga los 365 días del año y durante las 24 horas es el educador de calle, quien recorre los barrios de la capital para ofrecer actividades y lanzarlas con el suficiente atractivo como que esos chicos y chicas apuesten por un ocio sano, alejado de conflictos y de conductas que pueden llevarles aún más al borde, solapar sus habilidades intelectuales y enterrar la asertividad, explican los profesionales.

Desde los talleres de temáticas diversas, los educadores de calle buscan dar las herramientas que se permitan al individuo y al grupo despejar el horizonte profesional y emocional.

El trabajo se extiende a las familias, con las que también trabajan. De hecho, estos 20 años de experiencia les ha devuelto "la semilla sembrada" y "tenemos a hijos o hijas de personas con las que trabajamos hace años". Una muestra de que hay un camino andado. La experiencia tiene su reciprocidad: el aprendizaje por ambas partes. Menores y adolescentes han dejado su huella en estos educadores, "ahora tienes la capacidad de ver con perspectiva y distancia sus problemas, con un temperamento más tranquilo. Cuando eres más joven, quizás, eres más impetuoso a la hora de trabajar con adolescentes, te mezclas un poco en sus guerras" explica Javier Castillo, un trabajador social de 37 años que optó por esta vía laboral.

Los valores de la solidaridad, el compañerismo, la cooperación, el no competir y el aprender a controlar los impulsos forman parte de esta dura pero gratificante tarea por la que se han decantado y que a Javier le ha reportado "como persona, muchas ganas de vivir, mucha energía".

El contacto con estas personas, a las que comenzaron a conocer en un taller en el bosque de Valorio en 2003, para pasar al barrio de Alviar, a Rabiches, San Frontis, Los Bloques o La Marina, ha logrado contagiar a este educador "las ganas de comerte el mundo, aunque la vida va marcando después otros hitos, pero sí, ese ímpetu" ahí se le ha quedado.

Javier, al igual que Laura Silva, de 40 años, se acercó a este trabajo con tantas aristas, tan social, despojado de "estereotipos", esa prevención que nada tiene que ver con estas personas, no todas procedentes de las capas sociales más marginales. "No se cumplen porque bajo la piel y la carcasa que todos tenemos siempre hay un corazoncito que late a determinadas pulsaciones y esos estereotipos se borran". Es verdad que están presentes "en la mochila que llevan a la espalda estos chavales de barrio, pero en cuando eres capaz de quitarla, todos somos personas".

Laura, con 16 años de experiencia, desde que terminó Trabajo Social con 23 años, sin conocer nada, tuvo la suerte de que la guiara veterano compañero y "fue fácil entrar en la dinámica del barrio y de lo que surge en el día a día".

Su personalidad abierta le ha permitido "llegar tanto a los jóvenes como a las familias, que es el enlace y el nexo de unión que hemos tenido siempre y que sigue ahí después de 16 años de trabajo", declara. Incide en la necesidad de "aparcar prejuicio, ideologías y ver personas independientemente de la cultura que tengan" para poder trabajar en la calle, en este programa pionero a nivel nacional. "Hay que ir, ver y conocer las realidades de cada uno, al final, han tenido una carga de vida, lo que hacen o dejan de hacer son resultado de las experiencias".

Iván Pérez, que trabaja para el Ayuntamiento, con reuniones grupales o individuales, actividades en el templete de La Marina muchas veces, coincide con sus compañeros. Experto en redes sociales, de ahí busca la forma de conectar y utilizarlas como herramientas para introducir valores positivos que les alejen de comportamientos conflictivos y dañinos para ellos y ellas.

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