Los alfares perdidos de Zamora

En la provincia existió hace tiempo una activa industria alfarera en gran parte ya desaparecida

Cristina Manías Fraile

En el pasado numerosos alfares contribuyeron a mejorar la menguada economía de estos lares, pero en la mayoría de los casos a día de hoy ya no cuentan con artesanos en activo.

La industrialización de la producción cerámica, la llegada de nuevos materiales y el envejecimiento de los artesanos, quedándose sin reemplazo generacional, provocaron el declive de la alfarería tradicional en estas poblaciones.

Alfarería en Zamora

La alfarería de Zamora presenta una serie de características compartidas con León y Salamanca, las otras dos provincias de la Región Leonesa, que generan un gran interés de tipo etnográfico por sus formas arcaicas, métodos de modelado primitivos y por conservar hasta época reciente en algunos pueblos la alfarería exclusivamente femenina.

Los alfares perdidos de Zamora

Los alfares perdidos de Zamora

Alfarería en Benavente

Benavente disponía de una importante industria alfarera, elaborada en torno alto manejado por hombres. Existían alfares familiares en los que ayudaban hasta los niños, y otros que contaban con oficiales y aprendices. Se utilizaba barro rojo que posteriormente se vidriaba con sulfuro de plomo, elaborando cántaros, botijos, barriles, ollas y cazuelas, entre otras piezas. Se vendían en los propios talleres, así como en ferias y mercados.

Con grandes influencias de la cerámica de la localidad leonesa de Jiménez de Jamuz, encontramos la alfarería de Junquera de Tera, donde se elaboraban cántaras, barrilas, ollas y cazuelas de barro rojo y vidriado. De formas estilizadas y elegantes, las piezas creadas en Junquera se vendían principalmente en Tábara y Mombuey. Antaño, entre 40 y 50 artesanos compartían los tres hornos comunales, siendo Cesáreo Calzón el último alfarero.

Los alfares perdidos de Zamora

Los alfares perdidos de Zamora

Resto de la provincia

Los alfares de Muelas del Pan cesaron su actividad en los años 30, si bien el artesano Luis Miguel Pelayo está recuperando la tradición alfarera de sus antepasados. Extraían el barro de las lagunas de Las Barreras y lo llevaban a una dependencia de la casa, extendiéndolo por el suelo. Los jóvenes lo “espulecían”, bailando sobre él, descalzos, amasándolo a ritmo de pandereta. Las mujeres se encargaban de elaborar las piezas, con frecuencia en la calle, en una rueda baja. Producían una cerámica de sorprendente ligereza y elegantes formas: tinajas, ollas, jarras, cántaros y baños. También elaboraban tejas y ladrillos. Los hombres llevaban la producción a lomos de burro a las ferias de los pueblos y a otras provincias para su venta.

Los alfares perdidos de Zamora

Los alfares perdidos de Zamora

En la comarca de Sayago rojas arcillas son testigo silencioso del pasado alfarero de sus habitantes, produciéndose tejas también en varios pueblos. En la actualidad solo Pereruela mantiene la producción alfarera.

Cibanal producía una cerámica de color achocolatado y formas sencillas, adaptada a las necesidades cotidianas: cazuelas, barriles para el vino, tinajas, baños para la matanza, cántaros, ollas y pucheros. Disponía de un horno de leña, ya desaparecido, con capacidad para doscientas piezas.

A Fornillos de Fermoselle llegó la cerámica de la mano de un artesano procedente de Cibanal, sufriendo una adaptación a los usos de esta localidad. Cántaros, ollas, barriles y cazos salieron de su alfar situado en el pago de Rieta la Encina.

En Carbellino de Sayago encontramos una de las alfarerías femeninas de la provincia, en la que usaban tornos manuales donde las mujeres trabajaban de pie moviendo la rueda con la rodilla derecha. El barrio alfarero era el de la Fuente o Milladero (Humilladero). Antes de la guerra unas trece familias vivían de la alfarería y mantenían cuatro hornos en funcionamiento. En los años 70 ya solo quedaban dos artesanas en activo, las hermanas María y Pilar Redondo Iglesias. Tinajas, cántaros y baños eran las piezas más representativas.

En Aliste, Ceadea contaba con un gran número de tejares donde se elaboraban tejas, ladrillos y baldosas, cerrando el último en 1999, el Tejar de Miro. En la actualidad solo Moveros mantiene la actividad artesanal alfarera en dicha comarca.

Los alfares perdidos de Zamora

Los alfares perdidos de Zamora

En Zamora, en el popular barrio de Olivares, hasta el primer tercio del siglo XX se producían platos, jarras, tazones y otros objetos de mesa de loza esmaltada. Se decoraban con motivos vegetales y líneas sencillas en verde y azul cobalto. Usaban torno alto manejado por hombres. Aunque hay constancia de producción alfarera desde la Alta Edad Media, el tipo de cerámica que ha dado fama a este barrio tuvo su origen en la llegada de artesanos procedentes del pueblo leonés de Jiménez de Jamuz, en el siglo XVIII.

Toro disponía de cerámica popular realizada con barro rojizo, desaparecida en 2009 con el fallecimiento de Félix Rodríguez, el último cacharrero. Los alfares se situaban en las cercanías del Regato de Los Olleros, donde se elaboraban cántaros, cantimploras, baños, ollas, jarras y botijos, así como la pieza más representativa de la alfarería toresana, los barriles esféricos, utilizados para llevar vino a la vendimia y a la segada.

En Venialbo, Apolinar González Galán fue el último artesano que trabajó la cerámica, continuando con su oficio hasta 1975. Era una alfarería masculina, con tornos movidos con el pie. No disponían de hornos comunales, sino privados, quedando restos de uno de ellos en las eras. La pieza más característica eran las grandes “tenajas” (tinajas) para el vino, aunque también producían piezas variadas como cántaros, ollas y pucheros.

Tras la guerra, artesanos salmantinos procedentes de Cantalapiedra llegaron a El Perdigón para vender sus productos, siendo el germen que inició la alfarería en esta localidad, manteniéndose hasta los años 70, con Gregorio Civicos García como último artesano. Creaban piezas similares a las de Toro y Venialbo, con torno alto manejado por hombres. Tinajas, baños, cántaros y barriles eran las piezas más características, llevando un vidriado a base de plomo y greda. Más antigua es la presencia de cerámica de molde en esta población, con numerosos tejares que producían tejas y ladrillos, llegando a haber más de veinte en activo antes de la guerra.

Interesantes muestras de la producción de estos alfares se pueden admirar en el Museo de Zamora y en el Museo Etnográfico de Castilla y León, ambos situados en la capital, así como en el Museo de Alfarería y Arqueología de Muelas del Pan (MAAM).