La Opinión de Zamora

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maría josé Herrero | Presidenta de la Cofradía Virgen de la Esperanza de Zamora

“En Semana Santa hay que saber irse y yo ya he cumplido un ciclo”

“Nos convertimos en cofradía independiente del Vía Crucis sin traumas porque en el proceso todo fue consensuado”

María José Herrero en la calle de Balborraz. | J. L. Fernández

María José Herrero Palacios, quien ha capitaneado la Esperanza durante 15 años, afronta sus últimos días al frente de la Cofradía Virgen de la Esperanza de Zamora, una hermandad que, en cuestión de días, iniciará un proceso electoral en el que ella no se presentará, tal y como anunció en la última asamblea general.

–¿Cómo llegó a implicarse como directiva de la Esperanza hace 17 años?

–Fue por Mari (María Milagros García Alonso). Ella tenía mucha relación con mi padre, buscaba a alguien y él le dijo que contactara conmigo. Yo creía que me llamaba por si un día necesitaba a alguien u para pegar pegatinas o similar. Siempre he sido muy semanasantera y la Esperanza, debo de reconocer, desde pequeña me gustaba creo que por el manto. Empecé con Mari como vocal y cuando se iba a aprobar el reglamento de las damas para pasar a ser mixta, ella no podía volver a presentarse y me lo propuso.

–¿Qué recuerda de ese momento?

–Hubo una reunión en el Parador en la que Mari había invitado a Pedro García Álvarez, que entonces era el presidente de la Cofradía de Jesús del Vía Crucis. Pedro me dijo que yo sería la futura presidenta y salí de allí con la sensación de qué me dice esa gente.

–Dio el paso adelante, se presentó y salió elegida por las damas y los hermanos.

–Fue a principios de septiembre de 2005. Me rodeé de una junta directiva estupenda y empezamos a trabajar mucho. Éramos todos muy jóvenes, no llegábamos ninguno a los 30 años. Los cambios creo que hay que producirlos poco a poco y entre las primeras cosas que llevamos a cabo fue la ubicación de las niñas. Hasta entonces las niñas tenían que desfilar a partir de los 7 años y en la parte del inicio de la procesión, mientras que los niños podían hacerlo a cualquier edad. Era injusto y además era una responsabilidad para la directiva. Lo suprimimos en una asamblea y salió que podían ir igual que los niños en cualquier sitio y tenían que llevar la indumentaria completa y caminar por su propio pie. No obstante, en mis directivas hemos sido muy permisivos porque yo entiendo que la cantera hay que hacerla desde el principio, desde la cuna.

–Avanzan los años y pasan de sección vinculada a Jesús del Vía Crucis a cofradía independiente.

–Fue un proceso muy largo. Fuimos muy poco a poco. Yo me fui ganando la confianza de Pedro (García) hasta que llegó un momento en el que los dos nos dimos cuenta que era el momento de dar el paso. Ambos lo teníamos claro y tuve muy presente que yo no podía exigirle nada a Vía Crucis y entrar como un elefante en una cacharrería. Nos reunimos con el entonces vicario general tres directivos del Vía Crucis y otros tantos de la Esperanza. Juan Luis (Martín Barrios) nos marcó los pasos a dar. En un primer momento, teníamos que mandar una carta donde aparecía en una parte del folio el membrete del Vía Crucis y en la otra, el de la Esperanza, donde explicábamos que era de mutuo acuerdo llevarlo a cabo. Luego tuvimos una asamblea, salió un sí rotundo y confeccionamos un estatuto redactado por la directiva de la Esperanza. Conforme avanzábamos se lo iba comentado a Pedro porque entendía que los dos éramos partes implicadas.

"En la constitución como cofradía fue fundamental esperar al momento adecuado y que todo fuera consesuado"

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–Ese ir de la mano ¿fue la clave para que no fuera una desvinculación traumática?

–Sí, sin duda, y fue fundamental esperar al momento adecuado. Además, se nos ocurrió que la bandera de la Esperanza desfilara en el Vía Crucis y que la del Vía Crucis en la Esperanza, una forma de vincular los dos desfiles. Hay un capítulo en los estatutos sobre la relación de Jesús del Vía Crucis y la Esperanza. Pedro no estaba por la labor de incluirlo y yo sí, pues en el futuro los niños no sabrán de donde procede cada una. Al final se incluyó. Todo tan consensuado hizo que funcionara y no dimos nada que hablar.

–En el camino ¿hubo momentos de tensión?

–Entre Pedro y yo, no. Sí pudo haber molestias entre el resto de la cofradía. En la votación de la Esperanza fue aplastante el sí, pero mucha gente no entendía muy bien en qué iba a cambiar. No variaba nada, simplemente que la Esperanza pasaba a tener representación de la Junta pro Semana Santa con voz y voto, dado que hasta entonces solo era de voz. Íbamos al consejo rector, pero no votábamos, y a la asamblea general asistíamos tanto la entonces presidenta de la sección de la Soledad, Rosa Nieto, como yo, pero como de invitadas. El principal cambio fue el contar con representación efectiva en la Junta pro Semana Santa, pues empezamos a tener cinco representantes en las asambleas generales como las demás hermandades y cofradías y voz y voto en el consejo rector. A nivel interno, no supuso mucho, dado que ya éramos mixta.

Hubo un consejo rector en el que se produjeron tensiones, pues un presidente decía que la pertenecía de la Esperanza tenía que someterse a la asamblea general. Fueron los otros presidentes los que dijeron que había que adaptarse a los tiempos

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–Y dentro de la junta de cofradías ¿se acogió bien a la nueva cofradía?

–Hubo un consejo rector en el que se produjeron tensiones, pues un presidente decía que la pertenecía de la Esperanza tenía que someterse a la asamblea general. Fueron los otros presidentes los que dijeron que había que adaptarse a los tiempos. Siempre hemos tenido una buena relación con la Junta pro Semana Santa, de hecho, cuando se necesitó dinero, se lo prestamos e incluso formé parte de la directiva de Antonio Martín Alén.

–La restauración del manto ha sido el último proyecto que han ido junto la Esperanza y el Vía Crucis, pero no resultó como querían.

–Nosotros estábamos al tanto de la tarea y son profesionales. A través de fotografías no lo apreciábamos. Cuando el manto llegó a Zamora se vio que tenía un defecto. Lo teníamos para Semana Santa, pero era obvio que tenía que volver al taller. El problema con el terciopelo ya se ha solucionado, pero cuando se ha recibido yo no lo he visto físicamente. Según me ha explicado el presidente del Vía Crucis ahora las dos partes el terciopelo está en el mismo sentido. Lo que ha pasado desapercibido es la cola de atrás, el Ave María que es una maravilla que ha pasado desapercibida. Han sabido mantener que no todas las estrellas son iguales, algunas son más picudas y otras más redondeadas.

El problema con el terciopelo ya se ha solucionado en el manto. Lo que ha pasado desapercibido es la cola de atrás, el Ave María que es una maravilla

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–¿Qué espinita tiene clavada?

–Pasamos de sección vinculada al Vía Crucis a cofradía independiente sin traumas o hemos puesto en marcha un besamos, que la primera vez que lo hicimos la gente lloraba porque nunca habían visto tan de cerca a la imagen y lo mantuvimos hasta la llegada de la pandemia. Mi pena es que no pudimos celebrar el décimo aniversario como cofradía por el COVID. No pudimos hacer nada. Habíamos diseñado una semana cultural en la que íbamos a tener una quinario en la Catedral, una excursión a León para ver la imagen hermana a la Esperanza o talleres con niños para que aprendieran cómo nos habíamos convertido en cofradía. Además, nos rompió el ritmo de trabajo.

–Explíquese.

–Quiero dejarlo todo el orden antes de irme, pero los recibos no domiciliados desde la pandemia solo se han puesto al cobro este año unos pocos días. Tenemos algunos pendientes de cobro desde hace cuatro años, pese a que mandamos una carta indicando un número de cuenta. Tenemos que tener presente que han sido tiempos muy complicados y ha habido gente que lo ha pasado muy mal. Eso se lo decía hace unos días a una persona del Obispado de Zamora, pues creo que estamos incumpliendo el estatuto, pero también creo que son circunstancias muy excepcionales. Quien venga se encontrará con una serie de recibos que están al borde de la legalidad, pero entiendo que tenemos que ser comprensivos. En Semana Santa siempre hay una excepción que se puede entender. Hay que empatizar con el hermano.

–Usted es de los presidentes más veteranos de la Semana Santa de Zamora.

–Soy la tercera que más tiempo lleva de presidenta, solo superada por Félix Gómez de la Buena Muerte y por José Fernández Nieto de la Tercera Caída. En Semana Santa hay que saber irse y yo ya he cumplido un ciclo. Me siento muy orgullosa de lo que he hecho estos años. No me puedo volver a presentar, pues los estatutos marcan un límite de mandatos. Nadie me hecha.

–¿Seguirá vinculada?

–Ayudaré a la transición, venga quien venga, pero en principio estaré al margen. Vuelvo a la fila muy feliz y contenta. Llevo muchos años y la cofradía te hace quitar tiempo a quien no se lo quieres quitar, tienes que priorizar.

–¿Resulta complicado que la gente se involucre en el funcionamiento de las cofradías de Semana Santa?

–Sí, nos gusta mucho hablar, pero a la hora de trabajar no hay tanta gente disponible.

Hay mucha gente que trabaja mucho por la Semana Santa y que no se les conoce físicamente

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–Pero escasean las mujeres implicadas actualmente en las directivas.

–Creo que es porque acabamos de entrar en muchas cofradías y todavía nadie nos ha pedido ayuda. No obstante, hay mucha gente que trabaja mucho por la Semana Santa y que no se les conoce físicamente. A mí me conoce mucha gente que no yo conozco, y, ahora que me voy, me están parando y me dicen que no deje el cargo. Estoy muy contenta con el respaldo y el cariño que estoy notando por parte de esas personas anónimas lo que, sin duda, compensa.

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