UNA BATALLA CON NOMBRE DE VIRUS (CARTA A UN MILITAR ESPAÑOL, DE RAQUEL GARCÍA HERNÁNDEZ)

Una pandemia, distintos años, distintos medios; sin embargo, la solución y su nombre es el mismo – Misión Balmis –. A nuestra disposición una vez más. Por eso me dirijo a ti, militar, quien nos ha brindado el apoyo durante estos largos meses; tú, que has antepuesto nuestro cuidado, nuestra vida y supervivencia por encima de la tuya. Gracias.

Has sido fundamental en el camino de algunos al mismo tiempo que fuiste, desafortunadamente, el último adiós para otros. Gracias, porque sacaste fuerza cuando un virus nos hizo temer por todo, incluso por nosotros mismos; la fuerza que te hizo convertir pabellones en hospitales y velar por la seguridad de los demás. Aunque del mismo modo que te lo agradezco, me compadezco de todos y cada uno de tus compañeros que perdieron la vida en combate; cualquier medalla es poca para tal pérdida.

Y es que este “me está matando” de la Tierra ha hecho sacar lo mejor de nosotros y, al igual que nos ha separado en un sentido, nos ha unido en otro: hemos sido abrazo y apoyo, hemos sido UNO y de la mejor manera posible; porque en nuestra memoria además de tiempos grises, quedarán personas, música, aplausos pero, sobre todo, el esfuerzo y los valores que tanto te caracterizan, militar.

Todo y todos hemos cambiado; ya no somos los mismos de antes e incluso se nos hace difícil recordarlo, aunque yo sigo pensando que no somos lo suficientemente conscientes de con qué estamos jugando: no hemos visto ni una décima parte de lo que esta batalla con nombre de virus esconde.

Y lo digo yo, que lo he vivido desde otra perspectiva, aunque no igual de dura que la tuya. Recuerdo con total perfección cómo no solo la esperanza sino también las ganas de seguir se consumían lenta y constantemente.

Por una parte, mi madre – auxiliar en una residencia de ancianos – cada noche, al abrir la puerta tras una larga jornada de desesperación, transmitía con su mirada mucho más de lo que una noticia podría reflejar. No se trataba de palabras, eran sentimientos, era la culpabilidad, la impotencia de ver a personas morir cada día y no poder hacer nada, ni siquiera saber por qué lo hacían. Tú sabes de lo que hablo, también conoces esa sensación, militar, esa incapacidad de cambiar algo que a todos se nos ha quedado grande sin importar cuánto desinfectaras o cuántas intervenciones realizaras.

Por otra, mi abuelo, a puertas del quirófano, esperando una operación que corría a cuenta de vida o muerte y que nunca llegó: el “eres demasiado mayor” le terminó quitando la vida. Al parecer no existía más que el coronavirus y solo primaban las vidas de los que la tenían por delante. No lo pudimos despedir. Espero que no estuviera solo, que lo hicieras tú… por nosotros.

Lo sé, nunca ha sido fácil luchar contra algo que no se sabe cuándo ni cómo acabará. Por eso mereces que te devolvamos todo el apoyo porque, a pesar del olvido de algunos, parte del mérito sigue siendo tuyo y yo no me cansaré de salir a las ocho a la calle, a aplaudirte, porque es la única forma que tengo de agradecerte.

Con respeto y admiración, Raquel.