A falta de tres semanas para la Semana Santa, a nadie le importa el tiempo. Años atrás, durante estas fechas, la lluvia era la única preocupación en relación con las procesiones, y Zamora se preparaba para su gran cita anual mirando de reojo hacia los pronósticos de los meteorólogos. En 2020, nada será lo mismo. El omnipresente coronavirus amenaza muy seriamente la salida de las procesiones y advierte de la llegada de un vacío histórico durante el periodo de Pasión. Desde la época de la II República, en los años 30 del siglo XX, la ciudad no cancela estas celebraciones, y en aquella ocasión lo hizo por razones políticas. Jamás una crisis sanitaria había puesto en jaque de este modo a la Semana Santa.

Así es, al menos desde que se manejan datos. Lo cierto es que algunas cofradías hunden tanto sus raíces en el tiempo que es complicado asegurar que Zamora nunca ha suspendido sus recorridos procesionales por razones de salubridad. Lo que está claro es que jamás lo ha hecho durante la época moderna. Así lo atestigua el historiador José Andrés Casquero, que hace referencia a dos momentos concretos de la historia de la Semana Santa en la ciudad en los que las cofradías se vieron obligadas a parar por diferentes circunstancias.

El primero se produjo en el siglo XIX. En el año 1836, con la llegada de los liberales al poder, el gobernador civil emitió un bando en el que prohibía "la reunión de muchas personas" y esperaba "que no saliera la procesión del Viernes Santo, en referencia al desfile de Jesús Nazareno. Cabe destacar que esta cofradía es la única de la que se conservan datos sobre la época, por lo que se desconoce si ese mandato puede ser extrapolable al resto.

En todo caso, en aquel 1836, el alcalde de la ciudad, Bernardino Fernández Grande, acordó celebrar la procesión, pero con los cofrades al descubierto y tras retrasar la salida a las siete de la mañana. Fue ya en 1837 cuando los propios hermanos decidieron, tras la celebración de un cónclave interno, evitar la salida al recibir el mismo mandato que el año anterior por parte del gobernador civil.

Prácticamente un siglo más tarde, en la época de la II República, la situación política volvió a condicionar la salida de las procesiones. Ya en 1932, los desfiles estuvieron en el aire y, finalmente, en 1933, la Junta de Cofradías optó por suspenderlos definitivamente. Según José Andrés Casquero, el clima de "inseguridad" provocó esta cancelación.

La incertidumbre continuó en los años posteriores aunque, en 1934, las autoridades civiles y religiosas sí permitieron la celebración de los recorridos procesionales. La Semana Santa también discurrió entre una tensa normalidad en el siguiente curso, pero no resistió a la realidad que ya empezaba a palparse en la primavera previa a la Guerra Civil.

De este modo, en 1936, la Junta de Cofradías determinó que "el momento no era el más adecuado para las celebraciones de culto externo", por lo que las procesiones quedaron canceladas. Aquel fue el último año en el que se suspendió la Pasión de Zamora. De hecho, las décadas siguientes, en el contexto de la dictadura, fueron de expansión, y tan solo la lluvia condicionó el desarrollo de los recorridos en las calles.

No en vano, entre 1936 y 1975 surgieron otras nueve cofradías que comenzaron a desfilar por las calles de la ciudad durante la Semana Santa. Todas ellas, junto a Luz y Vida, que se incorporó a finales de los años 80, desconocen lo que supone una cancelación como la que probablemente se avecina. Como es lógico, 84 años después de la suspensión del 36, tampoco queda apenas memoria viva de aquello, que además resultó lógicamente empañado más tarde por la contienda civil.

La expansión de la Semana Santa desde el punto de vista económico y turístico también ha explotado en las últimas décadas. Por tanto, a las consecuencias emocionales de los citados precedentes, habrá que añadir esta vez el perjuicio para el desarrollo de una ciudad que, poco a poco, va asumiendo la realidad que aparece en su horizonte.