Mensajeras de la suciedad y la pobreza, los mayores aún las recuerdan como un estigma de las clases bajas. Las chinches formaron parte del elenco de plagas que infestaron España hasta la llegada de los pesticidas en los años sesenta. Hoy, más de cincuenta años después, estos parásitos que casi habían desaparecido vuelven a tomar los rincones de las ciudades en lo que está a punto de convertirse en un problema de salud pública. La plaga viajera, así denominan los expertos a las chinches de cama, comúnmente conocidas como chinches. Difíciles de detectar y más aún de erradicar, esta plaga vuelve en un tiempo en el que cualquiera puede sufrir su invasión: oficinas, hoteles, albergues y por supuesto, viviendas.

Las chinches se alimentan de la sangre de su huésped, por lo que suelen vivir cerca de él, las camas, los enchufes y cualquier escondrijo oscuro son sus nidos preferidos. Solo los abandonan para alimentarse, generalmente a primeras horas de la madrugada, para correr allí donde duerme el huésped. Las chiches tardan entre 10 y 12 minutos en saciarse. Durante este tiempo expulsan restos de otras tomas y deposiciones, este rastro de puntos negros y las picaduras son lo único que queda al día siguiente de su paso, prueba que podemos tomar como aviso.

Los nuevos okupas

A pesar de las inconveniencias que suponen albergar en nuestros domicilios a una plaga como esta, no está demostrado que las chinches transmitan enfermedades, como es el caso de pulgas, garrapatas y mosquitos. El gran reto que suponen a día de hoy es primero el de la detección y en segundo lugar el de la erradicación. Las picaduras de las chinches pueden confundirse con facilidad con las de mosquito; en el caso de la pulga, esta deja un punto rojo en mitad de la herida. En caso de sospecha, los expertos recomiendan esperar hasta la madrugada, momento en el que se activan, y revisar las sábanas donde pueden ser detectadas a simple vista. Las chinches no viven en las camas, aunque suelen alojarse cerca. Desde Sanigest, empresa zamorana dedicada al control de plagas desde hace 22 años, Javier Ferrero, ingeniero responsable, recomienda "encontrar el foco de la plaga y fumigar. Pueden alojarse tras los enchufes, rodapiés o en cualquier rincón. Si no se actúa sobre el nido seguirán reproduciéndose. Es una plaga compleja de erradicar, cada vez son más resistentes a los pesticidas" .

Tras la puesta en marcha de normativas que prohibían los químicos más agresivos para el medioambiente, erradicar a las chinches se ha complicado aún más. Son tan resistentes que de forma natural pueden pasar un año entero sin alimentarse. "Nosotros realizamos de dos a tres fumigaciones, la primera para matar a las chinches. Como los huevos soportan el veneno, la segunda y tercera batida se centran en eliminar a las chinches jóvenes antes de que puedan reproducirse". El ciclo reproductivo de las chinches dura cinco semanas desde que son larvas hasta que llegan a la edad adulta, momento en el que cada hembra pone entre uno y tres huevos al día. En ese ciclo pasan por una fase media llamada ninfa, que es el momento el ideal para la limpieza. En cada una de sus siete etapas de desarrollo, las chinches cambian de piel. Estos restos que dejan en los nidos pueden servir como pista para encontrarlas. Otros síntomas: líquido pegajoso, agujeros y rincones negros y sucios son sus señas de identidad.

Las chinches hacen honor al apodo con el que los expertos la vienen denominando en los últimos años: la plaga viajera. Se propagan y entran en las viviendas a través de artículos comprados a distancia, vienen dentro de las maletas tras un viaje, tras el paso por hoteles, e incluso en la ropa, pues las chinches pueden adherirse a sus huéspedes en todos lados y situaciones donde estos estén en contacto con personas extrañas y lugares diferentes. Las chinches suelen venir de lejos y nada tienen que ver con la limpieza de las viviendas, sino con los viajes. "El Camino de Santiago es un foco de propagación, y aunque la mayoría de albergues tiene un control exhaustivo de plagas, es fácil que haya en uno. Los peregrinos que pasen por allí van a llevar las chinches con ellos e infectar todos los lugares donde duerman, es pandémico", continúa Javier Ferrero quien remarca las buenas condiciones de la mayoría de albergues y añade que es casi "inevitable cuando hay tanta afluencia de gente procedente de todo el mundo". Él, como el resto de expertos, rinsiste en la importancia de la prevención.