Las chinches fueron controladas gracias al uso del DDT, el plaguicida utilizado tras la Segunda Guerra Mundial para exterminar los insectos transmisores de la malaria y el tifus en Europa. El DDT creció en popularidad gracias a su bajo coste de producción, su gran eficacia y por ser aparentemente inocuo para los humanos. Fue a partir de las protestas de la ecologista Rachel Carsoncuando se comenzó a investigar los efectos de este potente químico en el medio ambiente. Varios estudios demostraron que la huella del DDT afectaba al ciclo reproductivo de aves salvajes y pequeños mamíferos minando su población. De esta manera y tras años de polémica, el DDT se prohibió poco a poco en todos los países. Fue en 1991 cuando el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación de España se sumó a la medida que prohibía tanto el uso como la producción y comercialización del DDT.