Rosa y su familia estuvieron tres años bajo tratamiento psicológico. Su hija, la pareja de "El Chino", padece una fuerte depresión cuya consecuencia es una enfermedad de la que no se ha recuperado. El tratamiento se lo tuvieron que pagar de su bolsillo. «Hasta hace poco, mi hija no ha sido capaz de ir al monumento de Atocha. Cuesta mucho asumir algo así, que una persona con la que has vivido, tenido un hijo, haya podido hacer algo semejante. Nunca hemos querido hacer daño a alguien. Si hubiéramos sabido algo que hubiera podido evitarlo, no nos habríamos callado. Hemos sido tan víctimas como la pobre gente que iba en los trenes, salvando la distancia, claro. Pero son cosas por las que nos ha tocado pasar. Mi único empeño ha sido el de proteger a mi familia y sobre todo a mi nieto, que no tiene culpa de nada y es el que más puede sufrir. Yo soy fuerte y luchadora, si yo me derrumbo, también lo harían los demás». Se sienten «utilizados por todo el mundo», pero defiende el papel de la Policía. «Estoy muy contenta de que me hayan mirado hasta las uñas de los pies, porque no tengo nada que ocultar. Y alabo la labor de la Policía. Mi padre era policía, en mi casa la Policía era como Dios. Siempre confié en ellos y la prueba está en que enseguida se dieron cuenta de lo que ocurría». Hace poco volvió a Zamora, a visitar a la familia que le queda aquí. Protege celosamente su intimidad y lo único que le duele es «tanto dolor, tanta muerte. Pienso en las madres que han perdido a sus hijos, porque yo también soy madre, pero no nos sentimos culpables, porque no lo somos».