Convento de San Jerónimo, el malogrado "Escorial" de Zamora

Daniel López Bragado recrea la imagen del que fue el mayor monasterio de la capital

Recreación del Convento de San Jerónimo.

Recreación del Convento de San Jerónimo. / Daniel López Bragado

Carlos Gil Andrés

Carlos Gil Andrés

Una de las mayores pérdidas del patrimonio artístico de la ciudad de Zamora ha sido la desaparición del monasterio de San Jerónimo que, fundado en el siglo XVI, representó el edificio más grande de la ciudad durante varios siglos, una suerte de "Escorial" para una ciudad que no resistió sin embargo al embate de la desamortización y sus restos quedaron esparcidos por distintos lugares, como la puerta y columnas del parque del Castillo.

Daniel López Bragado, Víctor Antonio Lafuente y Marta Úbeda consiguen recrear este "espléndido inmueble renacentista, ejemplo de los mejores técnicos locales y de los más poderosos mecenas del momento" en su obra "Tras las huellas de la Orden Jerónima en la Ciudad de Zamora. Estudio y restitución gráfica del monasterio de San Jerónimo de Montamarta".

El Papa Gregorio XI había entregado a Fernando Yáñez y a Pedro Fernández la bula fundacional de la Orden Jerónima, contemplativa y dedicada a la predicación, la oración y a la liturgia, en especial a los cantos, y fruto del movimiento religioso para contrarrestar la relajación espiritual y ética de las órdenes religiosas. 30 años después, en 1404, trece monjes llegan a la provincia huídos del monasterio de Nuestra Señora de Guadalupe por desavenencias con su prior, fray Fernando Yáñez. Los jerónimos solo se instalaron en la península Ibérica, íntimamente ligados a la Corona Española, su mecenas.

Los trece monjes de Guadalupe se ubicaron junto a la ermita de San Miguel, en un paraje de Montamarta, que era insalubre y por ello se mudaron al pueblo. En esta casa, cuentan los autores del trabajo, ganarían fama y prestigio, emanados de la observancia de la regla, "siendo favorecidos por nobles y reyes; tanto es así, que de allí salieron durante cuarenta años seguidos los Generales de la Orden". Este buen nombre originó en 1534 la solicitud episcopal y de los condes de Alba de Aliste para que la comunidad se trasladase a la capital.

Columnas de San Jerónimo.

Columnas de San Jerónimo. / LOZ

Construcción del monasterio

Siguiendo los principios de la Orden, los cenobios jerónimos deberían situarse alejados de los núcleos urbanos, para emplazarse en lugares que potenciaran la paz y el sosiego necesarios para la vida eremítica y contemplativa. En el caso zamorano, se optó por situarlo en la margen izquierda del río Duero, en un alto distanciado de los arrabales extramuros y con unas vistas privilegiadas de la ciudad amurallada".

En 1535 se encargó el proyecto del conjunto al maestro de obras Juan de Álava, que comenzó por el claustro segundo, si bien falleció a los dos años y tomó las riendas su hijo Pedro de Ibarra y su aparejador Miguel de Ibarbia.

En 1541 el claustro segundo ya debía estar finalizado ya que se tomó como referencia para el de Santa María de la Piedad de Benavente, mientras la portada del refectorio sirvió de patrón para la iglesia del convento de San Antonio de Padua de Garrovillas (Cáceres), encargadas a Pedro de Ibarra un año antes.

En 1543, con fray Juan de Huete de prior, se trasladó la comunidad de Montamarta al monasterio de la capital, todavía en obras.

En 1562, por recomendación del superior de la Orden a Felipe II, se trasladaron a El Escorial tres monjes con experiencia y cualidades técnicas para elegir el lugar de erección del monasterio de San Lorenzo y para asesorar sobre su composición: Juan de Huete, Juan de Colmenar y Juan de San Jerónimo.

Ese mismo año, el prior de Zamora se trasladó definitivamente a El Escorial para seguir los trabajos y ser el primer prior del monasterio de San Lorenzo, situado provisionalmente junto a las obras.

En 1570, como muestra la vista de Wyngaerde, ya estaban construidos el claustro segundo, el de la enfermería y, seguramente, los de la portería y hospedería. Los trabajos continuaron con varios directores e incidencias, como el derrumbe del claustro primero por problemas de cimientos, pero se paralizarían a inicios del siglo siguiente debido a la falta de financiación de las obras, en parte por la bancarrota de la familia Alba, lo que impidió la construcción de la iglesia del cenobio; sin embargo, sí que se edificó la torre de la iglesia situada al lado de la epístola del capítulo.

Convento de San Jerónimo, el malogrado "Escorial" de Zamora

Convento de San Jerónimo, el malogrado "Escorial" de Zamora / Carlos Gil Andrés

Distribución

El monasterio zamorano seguía básicamente las directrices jerónimas, con acceso por la tapia norte, entrada a un atrio elevado mediante tres escalones con acceso al convento y a la iglesia, de la que solo se construyeron sus cimientos. La entrada de mercancías se producía por el patio de "Las Carretas" o de "Los Mozos". Tras el zaguán, donde se dejaban a las caballerías en los establos, se accedía a una zona de servicio: despensa, refectorio y enfermería de mozos, la "cámara de los donados" y el servicio de procuración. Al oeste se encontraba el patio de "la hospedería", compuesto por cuatro lados de cinco arcos por seis, con columnas de granito y antepechos de ladrillo. A su alrededor se distribuían paneras y, en su lado sur, la bodega, con capacidad para once cubas de vino y trece toneles. Era un espacio cubierto con bóvedas rebajadas de pizarra que se conservan en la actualidad. Las plantas altas eran celdas de peregrinos o indigentes.

Al sur estaba el patio de "El Pozo de la Enfermería", materializado con pies derechos de madera y antepechos de hierro. En torno a este patio se disponían las cocinas, bodega, paneras, "necesarias" y cuarto de acólitos. La planta primera albergaba paneras para guardar la hierba y el grano, a las que se accedía desde una escalera situada a la entrada de la botica. El "Patio de la Enfermería" contaba con veinte columnas de piedra, arcos de ladrillo y balaustres de piedra mollar. Vinculado a él estarían las celdas de los enfermos, la botica, el archivo, el refectorio de enfermos y el cuarto de la chimenea.

El frente sur de la enfermería se remataba con un corredor en la primera planta para que los enfermos tomaran el sol como parte de su terapia. Estaba abierto con seis arcos escarzanos, con vistas a las huertas y jardines regados por "la fuente del León".

Convento de San Jerónimo, el malogrado "Escorial" de Zamora

Convento de San Jerónimo, el malogrado "Escorial" de Zamora / Carlos Gil Andrés

Los claustros

El claustro Segundo estaba compuesto por cuatro laterales iguales de tres niveles. El más bajo contaba con siete arcos de medio punto por panda que se doblaban en las plantas superiores, como ya hubiera hecho Juan de Álava en otros conventos como Nuestra Señora de la Victoria de Salamanca o San Leonardo de Alba de Tormes. Se cree que los corredores estarían cubiertos de madera; en ellos se enterraba a los monjes y solían disponerse capillas de rezo personal, rememorando los eremitorios.

A este patio se volcaba el refectorio, que para la Orden contaba con tanta importancia como la capilla. Junto a él se encontraba la cocina, que estaba cubierta con una bóveda de crucería. A su lado había un patio pequeño con tres pilas que se utilizaba para desalar el pescado. En las plantas superiores se situaban las celdas de los monjes, la biblioteca, el noviciado, la celda prioral y las pesas del reloj para controlar las campanas.

Han existido dudas sobre la existencia del "claustro primero" pero gracias a los datos ofrecidos por el profesor César Isidro, se sabe que se materializaría en la etapa de Juan de la Puente como director de obras (1586-89). Estaba compuesto por cuatro lados de dos niveles de nueve arcos de medio punto, teniendo limitada la altura al alero de la sala capitular.

La planta baja era de arcos arbotantes y bóveda de cañón con lunetos, y la superior estaba cubierta con madera, suelo de pizarra, barandilla de balaustres calados y gárgolas.

La sacristía fue un espacio de planta rectangular cubierta por bóvedas y en la que se construyeron varias capillas. Se estaba erigiendo en 1570, momento en el que el técnico era Pedro de Ibarra. La sala capitular se situaba entre los dos claustros principales. Este capítulo no fue como otros debido a su condición de iglesia temporal del monasterio, aunque debió cumplir siempre ese papel debido a la falta de fondos para construir la definitiva. Por ello, se materializó como un templo jerónimo de nave central con capillas laterales, todo ello cubierto con bóvedas de crucería góticas decoradas con el escudo de armas de la familia Alba. El crucero solía estar separado de la nave por una gran rejería y en este espacio se levantaban los enterramientos más notables: los condes estaban enterrados a ambos lados del altar, como los reyes en El Escoria.

El presbiterio se elevaba por medio de una gran escalinata para que los monjes pudieran seguir los actos litúrgicos desde el coro. Bajo el altar, se situaba una cripta para el enterramiento de los benefactores de la orden. El coro tenía gran importancia, por la relevancia que les daban a los cantos. Tenía sillería de nogal, un facistol y dos órganos.

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