Se ha celebrado el segundo día del ciclo Barrica Jonda que tan certeramente organiza la bodega Pagos del Rey Museo del Vino y con él llegaron jóvenes flamencos dispuestos a romper todo tipo de moldes. El debate está servido. Son muchos los aficionados que se empeñan en afirmar que el flamenco se acaba, que no hay savia nueva, que el cante puro desaparece, que como lo de antes no hay nada. La mayoría de ellos olvida que el arte tiene vida propia y es difícil acabar con él. Podrán aparecer modas, costumbres e incluso agoreros que ven siempre el final de todo, pero aún así sobrevivirá, porque sus raíces son ya muy profundas, lo que complica su extinción. Pero también existen aficionados, o al menos así se proclaman, que olvidan que el flamenco es un arte musical y debe de estar sujeto a las reglas básicas de afinación, compás, entonación, vocalización, sin las cuales es imposible cantar bien, aparte de los gustos sobre los que no me voy a manifestar porque cada uno tiene el suyo y no es fácil coincidir, aunque no podemos despreciar lo que se ignora, en expresión machadiana, vicio que aparece con frecuencia. En el flamenco se suele desestimar a un cantaor por la tesitura de la voz sin valorar si canta bien o no, es más, si no se tiene la voz afillá es imposible para alguno de estos amantes del flamenco ser buen cantaor. Si a todo esto añadimos la utilización comercial y sin escrúpulos del flamenco, nos encontramos con un panorama de desconcierto que en nada beneficia el acercamiento al fondo de este arte tan universal. Debemos tener en cuenta que el flamenco está más valorado a lo largo del mundo que en nuestro propio país, lugar de origen. No es de extrañar que se utilice con intereses comerciales para llegar a un público más extenso y heterogéneo, como hace exitosamente una artista catalana que está hasta en la sopa.

Se inicia la noche con un cante por toná que los dos jóvenes artistas, El Boleco y Manuel de la Tomasa, realizan como presentación, para después continuar en solitario Manuel acompañado de Antonio Carrión, experto guitarrista que sin embargo no logró acoplarse con el cantaor, abusando del pulgar y de un toque efectista que no benefició en nada al cantaor, nervioso y cantando con mucha velocidad, a veces con problemas de entonación, fruto de los nervios que tanto traicionan. Comenzó su actuación por alegrías, primero de Córdoba para seguir con Cádiz, y siguió con tarantos, seguiriyas de la casa de los Torre, bulerías y fandangos con remate caracolero. Actuaron de palmeros David Rufo, que remató con una patadita por bulerías, y Frasco, que tuvieron una actuación correcta. Considero que Manuel de la Tomasa es una joven promesa, 20 años, que aún le queda camino por recorrer, tiene tiempo de coger oficio y como los buenos toreros parar y templar, por lo que le auguro un buen futuro, arropado por la sabiduría y la tradición de toda una familia vinculada a los Torre y sin olvidar que, como dijo Antonio Machado "se hace camino al andar".

Siguió el recital con la actuación de Pepe El Boleco, joven morisco, 18 años, con la marca de su raza gitana en los ojos y un gesto que rompe todos los esquemas vitales de un joven niño para trasladarnos a la trashumancia, a la emigración, de la que tanto y con tan poca fortuna se habla ahora. Al verlo, recordé inmediatamente a Miguel Hernández y su Niño Yuntero: "Entre estiércol puro y vivo/ de vacas, trae a la vida/ un alma color de olivo/ vieja ya y encallecida". Y su cante rezumó color de olivo moreno, por soleá, por seguiriyas, rematadas con una cabal, con un temple inusual, pegando gañafones al alma, porque su cante se produce a embestidas sin doma, desde profundidades raciales. "A pesar y aun ahora/ que estamos en derrota, nunca en doma", decía Claudio Rodríguez.

Y ahora sí, Antonio Carrión se acopló perfectamente con el joven cantaor, sin herir y disfrutando de su cante, a veces desbocado, pero con corazón, saliendo de dentro y, sobre todo, con el metal que imprime su raza. Creo que El Boleco es ya un pilar en el que se asienta el flamenco renovador, sin estridencias. Creo también que somos lo que hemos visto, escuchado, leído y este artista en ningún momento oculta sus influencias. Ahí están Chocolate, Agujetas, Camarón, Caracol que poco a poco los irá asimilando. Su actuación siguió por bulerías con toques camaroneros, Fandangos en claro homenaje a Chocolate, pero también a otros cantaores rescatados por Camarón, como Palanca, e incluso repitió un fandango caracolero que ya había cantado Manuel de la Tomasa. Cosas de la juventud desbordada.

Al final, los aplausos ratificaron el acierto de este ciclo "Barrica Jonda" que ha promovido la bodega Pagos del Rey Museo del Vino y que viene a enriquecer la propuesta cultural de Toro y su comarca, con sus buenos vinos como seña de identidad.