La procesión de la Tercera Caída de Zamora, por fin en femenino

La mujer procesiona por primera vez en 80 años tras tres años sin desfile | La hermandad introduce "El silencio" en la Plaza y varía su itinerario al acabar en la carpa

Aspecto de la Plaza durante el acto con kos tres pasos y los elementos de Coomonte. | J.L. Fernández

Aspecto de la Plaza durante el acto con kos tres pasos y los elementos de Coomonte. | J.L. Fernández / Natalia Sánchez

Natalia Sánchez

Natalia Sánchez

La tarde-noche fría y desapacible no restó afluencia a la procesión de la Hermandad de Jesús en su Tercera Caída que recorrió las calles de Zamora tras tres años sin poderlo hacer, dos por la pandemia y el pasado Lunes Santo por la lluvia. Tres años de espera para las muchas hermanas que, por fin, cumplieron su deseo de acompañar a la Despedida, a Jesús en su Tercera Caída y a la Amargura.

En las primeras calles del itinerario había múltiples filas cuando todavía estaban llegan los últimos cofrades a la cuesta de La Morana donde desde hace unos años se concentran los hermanos y hermanas. "¡Qué hora es!", preguntaba una niña. "Las ocho y media, ya va a empezar", le respondió su madre. Y así fue.

Pasaban dos minutos de la hora estipulada cuando comenzaron a sonar los contundentes tambores de inicio y los clarines. Precisamente su jefe llevaba en sus brazos a su nieta Dayra, un bebé que iba sus oídos protegidos para que la música no le molestara y que portaba una de las cruces pectorales de Coomonte, el símbolo de identifica a más pequeños de la hermandad. El paso de la niña cautivó a más de uno. "Es una tradición" afirmó una mujer.

El sonido de tambores se mezclaba con las esquilas del barandales, Alfredo Toledo. Tras él padres o madres con pequeños cofrades tres que llevan las restantes cruces pectorales. A continuación, una de las múltiples cruces que Coomonte regaló años atrás enlazaba con los primeros hermanos de fila y en el centro, el coro y se sucedieron las aportaciones del genial escultor benaventano que han estado desde octubre exhibidas en Santa María la nueva convertido por la desaparición del Museo de Semana Santa. La Cruz de Yugos avanzaba al ritmo marcado por un grupo de seis tambores. Tras ella, la Corona de Espinas, con el anagrama de la hermandad en sus flores, fluía pese a estar realizada con pesadas rejas de arado.

La Despedida, de Pérez Comendador iba escoltada por la Guardia Civil y los músicos de Nacor Blanco con una amplia cantera. "¡Es emocionante ver cómo lo bailan!, afirmaba una señora.

La imagen de Jesús en su Tercera Caída, que representa el sufrimiento de Cristo camino del Calvario, acompañada por los músicos de la Banda de Zamora dio paso a la Virgen de la Amargura, bellamente engalanada, que abandonó el templo de San Lázaro cuando se cumplía una hora de desfile.

Acto en la Plaza

El cortejo avanzó hacia el Riego rumbo a Santa Clara y la Plaza Mayor, a la que accedieron rodeando la iglesia de San Juan, para tener lugar el acto en recuerdo de los hermanos. Con los tres pasos ya en el espacio principal de la ciudad, pero por primera vez mirando al edificio de la Policía Municipal, los músicos de la hermandad tocaron "El silencio" antes de que el capellán pronunciara una oración y el coro comenzara la entonación de "La muerte no es final".

"¿Dónde acaba ahora que no ha museo?" interpelaba una mujer a lo que otra le dijo que a la carpa. Los hermanos, una vez concluido el acto, prosiguieron por la calle Ramos Carrión, para luego dar la vuelta a la plaza Viriato y concluir en la instalación provisional.

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