Opinión

Un paradigma de salud mental

En España aún no envenenamos con polonio, pero hay venenos que "matan políticamente al enemigo"

Imagen de archivo del Parlamento Europeo.

Imagen de archivo del Parlamento Europeo. / EUROPA PRESS

Nadie debe preocuparse de la "salud mental" de la concursante que abandonó un concurso. La tiene y excelente. Quienes la tienen deteriorada son los organizadores de una irracional competencia con la que se "forran" alienando a los participantes y a los espectadores. Claro que no son más insensatos que las competencias por ser el más hábil en mil y una sonadas propias del Guinness como meter una bolita en un agujero con menos golpes sin que nadie se oponga a ello o meter más veces un balón en un rectángulo con la oposición de otros tantos alienados. Ser el que más corra a pie o andando cierta distancia en un coche o una moto o una bicicleta, ¿para cuándo en un monopatín o a la pata coja o corriendo de espaldas? que exige más habilidad y resistencia, acabando por convertir todo en el fomento del nacionalismo en lugar de fomentar la convivencia como en ese excelente concurso de saber y ganar donde nadie pierde.

Pese a todo el progreso ético encuentra sitio. Son ilegal las diversiones de peleas entre gallos y entre perros, también entre personas, aunque se civilizara prohibiendo golpes bajo la cintura y exigiendo guantes. Pero todavía es legal, "un arte dicen sus viles defensores", el maltrato a los toros, aunque ya se impida el de los caballos de los picadores a los que se han puesto petos entre las protestas de los más clásicos amantes de ese "arte". ¿Acaso no es un "arte", sinónimo de "destreza y técnica depuradas", torturar a un ser humano para que confiese sin que se muera antes de hacerlo?

En junio elegiremos a quien nos representará en un Parlamento Europeo que corre el riesgo de caer bajo la ultra derecha rampante. Allí se deciden muchas cosas que nos afectan

Al final esos descerebrados, actores y espectadores, aplican esas "mañas legales" a la política, a la vida laboral, la conyugal, las relaciones paterno filiales a la convivencia "con fraude de ley" (art. .4CC) violando el art. 7.1 CC al servicio del "poderoso caballero que es el dinero", ¡O témpora, o mores! dijo Cicerón en su "Otario in Catalina Prima in Senatu Habita" contra quien había intentado asesinarlo. En España aún no envenenamos con polonio, pero hay venenos que "matan políticamente al enemigo". Recordemos a Demetrio Madrid, con el que "nació Aznar" o Mónica Oltra, que trajo el triunfo del PP/Vox en Valencia. En su catilinaria denunció la perfidia y corrupción de aquellos tiempos hoy notablemente superados con la invasión de Ucrania que apoyan tantos países, o los más de setenta y cinco años de genocidio en Palestina que se está rematando en Gaza bajo el patrocinio de los EE UU con el piratesco lavado de manos de todos; o el vil atropello del derecho de los saharauis ¡pronto será medio siglo! que cometió por Juan Carlos para que los EE UU apoyaran a su nombramiento "legal" como rey fascista hecho por Franco.

A Cicerón debemos el exordio del discurso "contra Berres", un convicto y corrupto gobernador romano de Sicilia, una especie de comunidad autónoma, cuyo proceso "de pecunias repetundís" ahora se dice "dedicarse a la política para forrarse" es ejemplo de excelente prosa latina. Excluido hoy de su disfrute por eliminar el latín que ya nadie conoce me pregunto cuántos políticos saben quién fue Cicerón y cuántos, políticos o jueces, lo han leído, por supuesto en castellano, que en latín ya sé que ninguno.

Sobrevivimos desconfiando de la ética de unos y otros. Superada la estadística de una oveja negra en el rebaño de ovejas cándidas, es decir inmaculadas, ya nos han acostumbrado. ¿Aún rechazamos sus comportamientos indecentes? No sé si se han preguntado qué piensan sus hijos, aun inocentes en su adolescencia, cuando desde las poltronas del Congreso y Senado destilan la mala fe (art. 7.1 CC). Se supone que les reñirán si ellos se portan a si en casa. ¿O les premian? Rechazamos las sentencias de los Tribunales de Justicia con su "legal y sutil diferencia" entre "jolgorio" y "violación" en la sentencia de "la manada". Pero se ha aceptado la inexistencia del objetivo "chantaje y extorsión" a empresas y bancos del "sindicato de las manos limpias". el TS con "sutilitas subtilitatis", al no poder negar el hecho objetivo trazó "rayas en el agua" y dijo que "no alcanzan para colmar el concepto de intimidación". Espero que no siente jurisprudencia y cuando solo se meta la punta del pene el TS nos diga que "no alcanza para colmar el concepto de violación". Con Franco todo estaba más claro, ante el mismo delito diferenciaban la sanción porque, es evidente, "no es lo mismo un señorito alegre que un sucio borrachuzo"; tampoco merecía igual sanción lo que hacía un "jodido cojo" si lo hacía "un caballero mutilado".

En las grabaciones de la conversación del Sr. Villarejo con el "número dos" de interior en la época de Rajoy a éste le interesa saber si Sánchez conoce las "supuestas actividades" de su suegro. Se felicita si así fuera frente a Pedro Sánchez, apenas recién elegido secretario general del PSOE unas semanas atrás. Y añadía: "Esto además mataría políticamente a cualquiera. Pero un tío de izquierdas que va con la bandera del rollo este feminista, muy feminista y lo tiene lleno de polacas chupando pollas en una sauna", y le encarga al comisario: "Hay que saber todo". Tras ello acuerdan que esa información debe hacerse llegar, directamente y de la forma más discreta, a Mariano Rajoy, a quien Villarejo se refiere como "las barandas máximo". ¿Lo supo "M. Rajoy"?

El Sr. Sánchez declaró públicamente que se tomaba unos días para reflexionar. El PP ya no lo ha hecho. Ha hecho bien Sánchez; también nosotros debemos reflexionar. No somos espectadores pasivos, como bajo Franco. Somos "el asiento de la soberanía" (art. 1 CE78) y decidimos a quien le dejamos gestionarla. Hace poco lo hicieron los gallegos; hace menos los vascos; pronto lo harán los catalanes. En junio elegiremos a quien nos representará en un Parlamento Europeo que corre el riesgo de caer bajo la ultra derecha rampante. Allí se deciden muchas cosas que nos afectan.

Un demócrata no se puede quejar de las consecuencias de su voto. Esa deslegitimación es propia de la ultraderecha totalitaria, la que da golpes de Estado cuando no gana las elecciones y que cuando no puede hacerlo deslegitima al electo. Reflexionemos pues y esperemos que el Sr. Sánchez haya recuperado su empuje.

Abogado. Secretario General Centro de Estudios Ateneos

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