Desde Los Tres Árboles

A Lorenzo Pedrero, in memoriam

Sus análisis sobre la actualidad zamorana no dejaban indiferente a nadie

Lorenzo Pedrero recoge la medalla conmemorativa del aniversario de los ayuntamientos democráticos.

Lorenzo Pedrero recoge la medalla conmemorativa del aniversario de los ayuntamientos democráticos. / L.O.Z.

Eduardo Ríos

Eduardo Ríos

A media tarde del pasado 19 de febrero falleció Lorenzo Pedrero Rodríguez en el Hospital Provincial de Zamora donde permanecía ingresado tras sufrir un empeoramiento su ya delicado estado de salud. Tenía 82 años de edad.

Conocido por su participación política en la década de los 70 del siglo pasado y por su trabajo como articulista de este mismo diario, humanista, cristiano y progresista, reivindicativo, provocador, profundamente crítico y por encima de cualquier otra consideración coherente en todo momento con su manera de entender la vida, fue un hombre íntegro y bueno. Sus análisis sobre la actualidad zamorana no dejaban indiferente a nadie, siempre fueron motivo de controversia y levantaban pasiones encontradas, desde defensores a ultranza hasta detractores viscerales.

Fue profesor ayudante del filólogo Lázaro Carreter en la Universidad de Salamanca y desde el año 1973 hasta el 1977 impartió clases en las Universidades de París y de Lille antes de lograr plaza en el instituto Claudio Moyano donde más tarde sería catedrático de Lengua y Literatura. Excelente conocedor del lenguaje, brillante orador y comprometido con su tiempo, hizo de la escritura una forma de vida. Consiguió el premio nacional de poesía del SEU en el año 1966 con su obra "Para atardecer con esperanza" y fue finalista del Premio Adonais. En la década de los setenta del siglo pasado fui alumno suyo en el Claudio y recuerdo que sus clases, impartidas con la pasión propia de un entusiasta de la palabra, eran auténticas lecciones magistrales sobre el carácter provocador de la creación literaria y su valor como revulsivo social.

Con su marcha la ciudad de Zamora pierde una referencia moral. Valores como la solidaridad, la honradez intelectual, la tolerancia, el respeto al adversario, la honestidad o la concordia, fueron una constante en el ejercicio de sus funciones públicas, tanto en su época de concejal como en la de delegado de Cultura

Nunca aceptó imposiciones. Independiente, sobrio, irreductible y combativo, valedor de las minorías, incorregible idealista y tremendamente solidario. Su obsesión por los problemas sociales lo llevó a dedicar parte de su tiempo libre a la formación de jóvenes en los barrios de La Alberca y Las Llamas y a impartir clases de forma desinteresada en la Universidad de la Experiencia. En realidad, siempre estuvo allí donde le necesitaron. Participó de manera activa en el movimiento social que en el año 1.990 se produjo en Zamora reivindicando el Cuartel Viriato y fue presidente del Club de Opinión Libertad, Democracia y Constitución, asociación surgida para el debate en tiempos de cambio.

Tal vez sea esa independencia de la que siempre hizo gala la que explique el rechazo del que, con frecuencia, fue objeto. De todos es sabido cuán incómoda resulta la discrepancia para los partidarios de la uniformidad de ideas, en cualquier caso, y más allá de su ideario político, merece un mínimo reconocimiento. Personalmente echo en falta el respeto que se debe a quien renuncia a la comodidad propia en aras de un mundo más justo y dedica su esfuerzo a mejorar las condiciones de vida de los más desfavorecidos. Por eso se me hace difícil entender el ninguneo al que fue sometido en los últimos años cuando con sus facultades mermadas se había retirado de la vida pública. Llegados a este punto, no sé por qué me viene a la cabeza un versículo que tiene tanto de inquietante como de revelador. "Amé la justicia y odié la iniquidad, por eso muero en el destierro", dice... ¡Sí! Duele decirlo pero creo que institucionalmente no se ha reconocido la valía de Lorenzo como corresponde. Eso, al menos, es lo que yo pienso.

Con la marcha de Lorenzo Pedrero la ciudad de Zamora pierde una referencia moral. Valores como la solidaridad, la honradez intelectual, la tolerancia, el respeto al adversario, la honestidad o la concordia, fueron una constante en el ejercicio de sus funciones públicas, tanto en su época de concejal como en la de delegado de Cultura. También, en su faceta literaria. Afortunadamente nos queda su ejemplo y este es el mejor legado que nos podía dejar.

¡El poeta se ha ido! Se marchó el día 19 del pasado mes de febrero en silencio, de puntillas, con los almendros recién floridos y soñando tal vez esas praderas jamás holladas en las que, dicen, pacen los huracanes... ¡Se fue el amigo!, la tarde se vuelve oscura y un fuerte viento me traspasa de parte a parte.

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