Siete días y un deseo

Fuego

Me pongo en la piel de las víctimas del incendio de Valencia

Ramos de flores recuerdan a los fallecidos en el incendio de València

Ramos de flores recuerdan a los fallecidos en el incendio de València / Ana Escobar

José Manuel del Barrio

José Manuel del Barrio

El fuego que ha devastado el edificio en la ciudad de Valencia nos tiene aterrorizados a la inmensa mayoría de las personas. Me pongo en la piel de quienes lo han perdido todo y, de modo muy especial, al lado de quienes están padeciendo el dolor por las muertes de sus seres queridos, y me tiemblan las piernas. Pienso qué hubiera sido de mí o de mi familia si hubiéramos corrido la misma desgracia. Ante semejante catástrofe, ¿qué podemos hacer o decir? Aunque no sea experto en la gestión de dramas o duelos colectivos, como el que nos ocupa, yo creo que el sentido común nos dice que deberíamos poner en práctica la humanidad que se nos supone. Acompañar, escuchar, consolar, cuidar, ayudar, etcétera, son verbos que deberíamos aprender a conjugar desde el minuto uno. Pero ahora y siempre, es decir, ante cualquier emergencia personal y colectiva. Como la que nos ocupa y preocupa. ¡Y hay tantas catástrofes que requieren nuestra atención! Por ejemplo, hace dos años se iniciaba la guerra en Ucrania y lo que hemos visto hasta ahora ya lo conocen: destrucción y muerte. Y en Israel y Gaza, ídem. Pero si cogen el mapamundi, se llevarán las manos a la cabeza cuando marquen Sudán, Libia, Siria, Yemen, Birmania, Haití. Que queden a trasmano o, como se dice habitualmente, que no nos afecten directamente, no significa que tengamos que olvidarlos.

Si volvemos al fuego en Valencia, eso es precisamente lo que deberíamos hacer: que no se olviden los cuidados, las atenciones y las ayudas que reclaman las personas y las familias que lo han perdido todo. Podemos actuar desde la generosidad individual, desde la caridad o desde la responsabilidad colectiva a través de los recursos públicos, es decir, del Estado de bienestar. En estas situaciones es cuando adquiere todo el sentido del mundo la maquinaria estatal, que ya ha actuado (bomberos, Unidad Militar de Emergencia, cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, servicios sanitarios) y que tendrá que seguir haciéndolo durante los próximos meses. Y estos recursos públicos no son gratuitos. Ya saben que se mantienen gracias al esfuerzo de nuestros impuestos. Y por eso es tan importante que este mensaje llegue a la población, que seamos conscientes de que cuando pagamos impuestos estamos manteniendo las estructuras de un Estado de bienestar que tiene que dar lo mejor de sí mismo cuando se le necesita. Lo aprendimos durante la pandemia y volvemos a reclamarlo cuando una catástrofe se cruza en nuestras vidas. ¿Recuerdan los incendios en la Sierra de la Culebra en el verano de 2022? Pues ahí se pedían medios y recursos públicos para hacer frente a lo que se venía encima. Como ahora, en Valencia. Por tanto, no miremos para otro lado y hagamos todo lo que se espera de una sociedad comprometida con las personas que más lo necesitan.

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