¿Un vodevil en el Congreso?

Es un hartazgo ver cómo la clase política dedica la mayor parte de su tiempo a la lucha intestina

Congreso de los Diputados

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Agustín Ferrero

Agustín Ferrero

Tiene toda la pinta de que la clase política esté alimentando el teatrillo del Parlamento. Podría ser un vodevil en el que los independentistas de la derecha catalana se hicieran pasar por la figura del ofendido, ya que el partido del Gobierno no habría propuesto todavía una ley que rompiera las costuras de la Constitución, que es lo que parece que pretenden. Todo les parece poco con tal de que sus procesados pasen de ser presuntos delincuentes a héroes épicos.

Los del partido del Gobierno, tras haber lanzado el obús del cambio conceptual sobre el terrorismo, pueden estar fingiendo ser unos duros, cuando dicen con la boca pequeña "hasta aquí hemos llegado". Todo tiene la pinta de estar amañado. De estarse prolongando la comedia unos cuantos actos más, con la idea de distraer al personal. De hacer salir a escena a personajes secundarios para que el público se olvide de la trama troncal del libreto.

Los independentistas catalanes de izquierdas hacen gestos de desaprobación hacia sus socios de la derecha de Pedralbes, echándoles en cara haber votado negativamente la Ley de Amnistía. Mientras tanto, los independentistas euskaldunes, se frotan las manos a la espera de elegir un buen momento para meter la cuchara en el plato. Por otra parte, la oposición de derechas, sin miramientos, arroja gasolina con la esperanza de que las llamas lleguen a ser tan altas que obliguen a convocar nuevas elecciones.

Hay una atmósfera tan enrarecida que el aire se ha tornado irrespirable, y cualquier cosa parece posible. De modo que el pueblo podría caer en la tentación de agachar la cabeza y ocultar ser español cuando traspase nuestras fronteras. Podría sentir vergüenza de tener una clase política tan corta de miras, tan ausente de arquetipos que permitan visualizar políticas de Estado.

El caso es que no sabemos lo que dicen los actores en el Congreso cuando hacen un «aparte». Y menos aun cuando deciden hacer un «mutis por el foro». Habrá quienes traten de representar al Rey Lear, y quienes se inclinen por la ingratitud filial. Otros tratarán de imitar a Hamlet y su locura, en parte real, en parte fingida, con sus correspondientes soliloquios. Pero la gente de la calle no está deseosa de asistir a ningún drama, ya que necesita distraerse asistiendo a «sainetes» y «entremeses»

De tanto asistir a vodeviles, la gente se va cansando. Daría cualquier cosa por asistir a un drama, con un final justificable, que pudiera llegar a creerse. Todo valdría con tal de no tener que asistir a una tragedia.

Es un hartazgo ver cómo la clase política dedica la mayor parte de su tiempo a la lucha intestina. A ser protagonista de una burda representación de Macbeth en la búsqueda del poder, cueste lo que cueste. A practicar una descarada asimetría en cualquier juicio de valor. Su ambición no conoce límites.

No pasa por la imaginación de casi nadie sustituir el argumento de esa tragedia de Shakespeare por el libreto de "Fuenteovejuna" (Todos a una) ya fuera o no para combatir el lascivo amor del Comendador. Hasta al Fénix de los ingenios no le dolieron prendas en sacar a relucir determinados hechos a pesar de no ser el más indicado para dar ejemplo, ya que siendo sacerdote tuvo un montón de esposas y amantes, además de quince hijos, entre legales y no reconocidos. Pero es que, hasta Fray Félix Lope de la Vega Carpio, con sus dos esposas y sus once reconocidas amantes no se cortaba a la hora de denunciar tropelías en sus obras. Incluso con versos dedicados a sus queridas, como aquella estrofa que decía "Despedía llamas entre el mármol".

El hecho, es que no se sabe bien quien es quien, o quienes son nadie, o incluso quien es todo. Algo parecido a lo que les ocurría a aquellos "Seis personajes en busca de autor" de Pirandello, que buscaban con anhelo a alguien capaz de darles realidad. Y es que es difícil profundizar en el interior de los seres humanos, porque casi todo es apariencia, como en aquella otra función de "Así es si así os parece" del mismo autor italiano.

El caso es que no sabemos lo que dicen los actores en el Congreso cuando hacen un "aparte". Y menos aun cuando deciden hacer un "mutis por el foro". Habrá quienes traten de representar al Rey Lear, y quienes se inclinen por la ingratitud filial. Otros tratarán de imitar a Hamlet y su locura, en parte real, en parte fingida, con sus correspondientes soliloquios. Pero la gente de la calle no está deseosa de asistir a ningún drama, ya que necesita distraerse asistiendo a "sainetes" y "entremeses".

Cualquier día podría aterrizar en el Parlamento de la Carrera de San Jerónimo, una Medea de Eurípides cuyos celos y afán de venganza podrían llevarla a hacer cualquier barbaridad, políticamente hablando.

Todo se asemeja a una "farsa". Al menos eso es lo que llega a parecer. Eso sí, interpretada por un elenco cuyo nivel solo parece dar para un teatrillo del tres al cuatro, muy lejos de compañías serias como aquella "Barraca" de Federico García Lorca, o la de "El teatro del pueblo" que dirigiera Alejandro Casona.

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