Escalera hacia el cielo

Barco a Venus

Este año se prevé que alcancemos 1,57 grados por encima de la temperatura global, el nivel de no retorno

Ilustración sobre la subida de las temperaturas

Ilustración sobre la subida de las temperaturas

Bárbara Palmero

Bárbara Palmero

Ya es oficial: todos somos pangolines. Aquel extraordinario mamífero con púas que saltó a la fama en 2020 y vale un dineral vivo o muerto. Por eso está en peligro de extinción. El tráfico de especies salvajes, ese lucrativo negocio que investigaba el periodista David Beriáin, y por eso le asesinaron, facilita que los muy riquiños paguen lo que sea por tenerlo de mascota. O para comérselo.

Da más prestigio tener un pangolín en la mansión que un gato de esos sin pelo, feo como él solo y con cara de estar maquinando algún contubernio judeo-masónico. Y como al parecer su carne mejora la circulación sanguínea, cura la artritis y hasta el cáncer, el kilo cuesta más de 300 euros.

No es de extrañar que queden menos pangolines que guajes sin móvil.

Y los humanos vamos detrás. Porque la agencia meteorológica británica, estudiando evidencias de años anteriores, prevé que este año el planeta alcance 1,57 grados de media por encima de la temperatura global. Y según el Acuerdo de Paris sobre el clima, 1,5 marca el punto de no retorno. A partir de ahí, la desestabilización climática derivada del calentamiento global del planeta no hará sino empeorar.

La pasada COP28 patrocinada por Qatar, potencia productora de petróleo, y la próxima promovida por Azerbaiyán, potencia productora de gas, demuestran que nadie está dispuesto a limitar las emisiones de CO2 a la atmósfera.

Las consecuencias del caos climático van a provocar que un piso en Benavente resulte una inversión más segura y rentable que un chalet en primera línea de playa

No es posible saber si los dueños de grandes fortunas se largarán a Marte cuando llegue el colapso o se mudarán a esas colonias agrarias ultrasecretas custodiadas por Navy Seals. Pero sabemos que Cesar tenía razón: hemos cruzado el Rubicon, la suerte está echada.

La vida en la Tierra va camino de volverse tan inviable como en Venus.

Según explica el filósofo Slavoj Zizek: "Somos conscientes de que nuestro modo de vida es la causa del calentamiento global, pero anteponemos el goce momentáneo que nos provoca el consumo a salvar los ecosistemas que habitamos".

España como ejemplo: somos potencia mundial de sol y playa. El año pasado batimos el récord de turistas que visitaron nuestro país, y según la feria de turismo Fitur, se persigue la meta de alcanzar los 90 millones de visitantes el año que viene.

Hace una semana comprobamos como una sucesión de borrascas arrasaron la turística playa de Motril. Nada nuevo, sucede cada año. Y como cada año, el Gobierno se gastará un dineral público en reconstruir lo que el mar reclama como propio. La playa debe lucir perfecta a tiempo para el próximo aluvión de turistas en Semana Santa, y así será.

El año pasado fue noticia que los residentes extranjeros en España empezaban a vender sus casas en la costa mediterránea para mudarse al norte. Muy pronto el cambio climático provocará que un piso en Benavente resulte una inversión más segura y rentable que un chalet en primera línea de playa.

Cataluña y Andalucía son las dos regiones más visitadas por el desenfrenado turismo de macrocruceros y de infinitos vuelos diarios, de los cuales, más de 800 cruzan el espacio aéreo zamorano. Amén de las dos regiones más afectadas por la sequía recurrente. Ambas estudian implementar medidas para restringir el consumo del agua. Ambas prevén suplicar al Gobierno central un trasvase de agua apelando a la solidaridad interregional.

Pero ni secesionistas ni saqueadores de Doñana, se plantean cambiar este modelo de turismo insostenible.

Un turismo insostenible que demanda nuevas compañías áreas de bajo coste. Porque cualquier ciudadano tiene derecho a escapar de su anodina e insoportable vida y largarse un fin de semana a Las Vegas o La Habana. Cualquiera, menos los habitantes del rural.

Por lo que sea, no necesitamos alejarnos de nuestra realidad. Así que nos limitamos a observar el exceso de chemtrails que empuercan el cielo bajo el que pastan tranquilamente los rebaños de ovejas. Mientras nos preguntamos, de qué carajo huirá esta gente, con lo bien que dicen que se vive en la ciudad.

Un turismo insostenible que promueve cuadruplicar los desplazamientos en avión. De ahí las próximas ampliaciones de Madrid-Barajas y Barcelona- El Prat. No hay agua para tanto turista, pero nadie quiere ser el rancio que agüe la fiesta nacional de este loco despilfarro de unos recursos hídricos que dan alarmantes señales de estar agotándose.

Siempre he considerado a La Polla Récords como los Nostradamus de la música. Todos sus clásicos, no solo el famoso "come mierda, es el papeo del futuro", siguen vigentes y se han hecho realidad. Pero debo reconocer que Mecano no le va a la zaga.

"Barco a Venus" se ha convertido en un peligroso y acertado vaticinio.

(*) Ganadera y escritora

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