Por la vuelta del “tren Ruta de la Plata”

Ya va siendo hora de que el Gobierno de España deje de mirar para el noreste español (Cataluña), y fije sus ojos en el oeste, que es el que más necesitado está

Vías del tren Ruta de la Plata, sin continuidad a la llegada a las proximidades de la estación de Zamora.

Vías del tren Ruta de la Plata, sin continuidad a la llegada a las proximidades de la estación de Zamora. / E.F. (Archivo)

Manuel Antón

Manuel Antón

Desde que, allá por 1986, se cerró la línea ferroviaria que vertebraba el oeste peninsular -más conocida como Ruta de la Plata- aduciendo motivos económicos, es decir, motivando el cierre de la línea en su nula rentabilidad, servidor siempre pensó que aquella medida fue una especie de puñalada trapera a las provincias más olvidadas del panorama económico nacional, que no eran otras que las que lindaban y lindan con el este de Portugal. 

Intentar condicionar ahora su reapertura a las conclusiones de un estudio, llamado de viabilidad, o sea, de rentabilidad económica, da que pensar, pues las razones por las que se debería haber empezado ya a trabajar en tal proyecto de reapertura son más de supervivencia que de puro sostenimiento económico; son de apoyo y apuesta por una parte del país que languidece y que se quiere recuperar.

Ya va siendo hora de que el Gobierno de España deje de mirar para el noreste español (Cataluña), y fije sus ojos en el oeste, que es el que más necesitado está.

Podría desarrollar multitud de argumentos para justificar tal necesidad, pero como creo que todos los zamoranos sabemos cómo estamos y lo que queremos, aunque no siempre lo sepamos reclamar, permítaseme que ruegue a todo el que me pueda leer que no vacile, que no lo dude ni un instante y acuda el domingo a la concentración que, en demanda de la “Reapertura de la línea ferroviaria Ruta de la Plata”, tendrá lugar en la plaza de la Constitución, de Zamora capital, a las 12.00 horas.

Servidor allí estará, como un zamorano que no se resigna a que dejen a Zamora de lado ni un día más.

Y si, para que se nos escuche, tenemos que gritar, pues habrá que hacerlo aunque se nos resienta la voz, porque con el silencio, ya está visto y comprobado, nada se logra alcanzar.

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