Escalera hacia el cielo

La revolución de una brizna de paja

La agricultura según el Tao no se basa en la inactividad y la pereza sino en no interferir en los ciclos naturales

Alimentos en el suelo

Alimentos en el suelo

Bárbara Palmero

Bárbara Palmero

Definitivamente el mundo se ha vuelto majara. Después de llegar a la conclusión de que nuestros políticos van de visita al manicomio, y no por realizar una encomiable labor social, sino para pedirle a los locos que elaboren las leyes. Y es que sólo de este modo se explicaría que sus señorías promulguen unas leyes tan inexplicablemente insensatas.

Ahora, el gigante Bayer se ha apuntado al carro de la agricultura regenerativa. Y no se debe a que los reyes del glifosato hayan vivido su particular Epifanía. Tiene que ver con que han avistado un nuevo segmento de mercado. Otro nido más en el que poner los huevos de su insaciable y voraz rapiña.

El campo español da alarmantes señales de agotamiento: los pantanos descubren campanarios mudos, las aguas subterráneas sufren de escasez y/o contaminación, los suelos agonizan por la acidificación, falta de productividad y erosión, los cultivos de alta rentabilidad ya no lo son...

Así que el año pasado, los Pablo Escobar de la agrotoxicidad presentaron su modelo "para hacer frente al cambio climático y la seguridad alimentaria". No es broma, es textual. Del mismo modo que El Patrón se hizo rico mercadeando con la fariña colombiana, al tiempo que construía casas, barrios enteros, a los pobres, Bayern envenena el planeta y enferma a las personas, y luego regenera y cura ambos desastres.

¿Cómo seguir haciendo negocio con un modelo agotado de agricultura? Fácil, poniendo una vela a Dios y otra al Diablo, según marca la lógica del capitalismo financiero. Con un consumidor mal alimentado y doliente junto a un campo avejentado y yermo, no hay más solución que apuntarse al carro de las nuevas formas de agricultura, que en realidad no son tal, porque son más viejas que amasar pan.

Cada año el planeta produce alimentos para dar de comer a más de 12.000 humanos, un tercio se echa a perder o se desperdicia, y los pobres siguen muriendo de hambre

La ecología no es Greenpeace y Los Verdes. Mucho menos Bayern o Campofrío veggie. Ecológico significa sembrar sin que sea necesario regenerar los suelos después. Sembrar cómo lo hacían los abuelos antes de la mal llamada Revolución Verde. En la que un agrónomo, Norman Borlaug, hibridó cultivos, introduciendo variedades de rápido crecimiento, y regó la fórmula con abonos químicos y pesticidas.

Gracias a aquel despiporre agroeconómico, la desertización progresa a velocidad imparable, y no hemos conseguido paliar el hambre. En un planeta en el que cada año producimos alimentos para dar de comer a más de 12.000 seres humanos, un tercio de la comida se desperdicia o echa a perder, y los pobres siguen muriendo por la hambruna.

Según Manos Unidas, ONG de la Iglesia católica, una de cada diez personas en el mundo pasa hambre. Y el último SOFI (Estado de la Seguridad Alimentaria y la Desnutrición en el Mundo), emitido por la FAO, sentencia que 735 millones de humanos no tienen asegurada la comida a diario.

Mas aún, en 2022, y con motivo del Día Internacional de Concienciación sobre la Pérdida y el Desperdicio de Alimentos, el Papa Francisco, suplicó que los alimentos no sean objeto de especulación. Porque la vida humana depende de ellos.

Frente a la agroindustria y sus estrategias de mercado que agotan los recursos y enferman a la población, la agricultura regenerativa, trae consigo un recuperar el sentido común, y volver a los métodos de siembra y cosecha de toda la vida.

El filósofo agrario Masanobu Fukuoka, aplicando el taoísmo y el budismo Zen a la agricultura, consiguió mejores cosechas que las obtenidas mediante el laboreo de la tierra y el abuso de la industria petroquímica. Y expuso su ejemplo de agricultura natural, agricultura de la no intervención, nada que ver con la inacción y la pereza, en su libro "La revolución de una brizna de paja".

La siembra sobre la cubierta verde de los suelos, facilita la coexistencia entre los insectos polinizadores y necrófagos de la superficie con los invertebrados que habitan el subsuelo, junto a los millones de bacterias que pueblan la rizosfera. La "brizna de paja" actúa de abono y defensa de la planta.

Manos Unidas apuesta por la agroecologia. Y la FAO admite que es posible alimentar al mundo con la agricultura y la ganadería tradicionales. Ambos colaboran en proyectos con las diferentes comunidades indígenas para seleccionar y reintroducir viejas variedades de cereales, más rústicas. Y el pastoreo con razas autóctonas, más recias, que se adaptan mejor a cada terreno y a un clima cada vez más inestable y severo.

El biólogo Allan Savory expone en el documental "Ganado o Desierto" los beneficios de la ganadería regenerativa. Verbigracia, como el herbívoro y su pastoreo tienen el potencial de salvar el planeta. Lo que es obvio es que como hasta ahora no podemos continuar. Hasta Bayern lo sabe.

La FAO, agencia de las Naciones Unidas para la agricultura y la alimentación, sentencia que el hambre es un fracaso de la humanidad. El Tao, con su ancestral wu wei, principio que significa no hacer, no interferir en los ciclos de naturaleza, tiene la solución para ponerle fin.

(*) Ganadera y escritora

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