Buena jera

Tierra de linces

Si siempre han abundado aquí, ¿para qué reintroducir estos felinos en los Arribes?

Lince con sus cachorros.

Lince con sus cachorros. / J. M. Pérez de Ayala

Luis Miguel de Dios

Luis Miguel de Dios

Llegado ha el momento de comenzar a incumplir las promesas y propósitos hechos cuando se acercaba el 2024. Parecía que no iba a venir nunca ese instante, pero las navidades son ya pasado (queda algo por recoger y algún "turista" extraviado) y suenan las trompetas que anuncian el aterrizaje de eso que llamamos normalidad. Y con ella, el retorno de lo que habíamos jurado olvidar y superar cuando decíamos adiós al 2023. Ahora ya somos los de siempre, los pobres mortales que no nos decimos "felices fiestas" ni "próspero año nuevo" cuando nos cruzamos con alguien por la calle o cuando bombardeamos con mensajes a los conocidos o a esos grupos de WhatsApp (léase guasap) en los que estamos voluntariamente o en los que nos han metido por el artículo 27. Así que toca pechar con la susodicha normalidad y sus consecuencias y retos. Y conviene repasar ambos capítulos porque tenemos por delante nada menos que doce meses para saber por dónde van a ir los tiros y, sobre todo, qué vamos a hacer nosotros; o sea, nuestra reacción ante problemas, desafíos y demás. La lista es amplia y hay que seleccionar, fijarse en un tema concreto para no dilapidar esfuerzos.

En este sentido, yo ya he marcado mis prioridades, aunque sepa de antemano que me va a servir de poco porque quienes decidirán y cortarán el bacalao serán otros, los más poderosos; como siempre desde que el mundo es mundo, desde que se inventó eso de "si quieres la paz, prepara la guerra" y no hay forma de evitar guerras y más guerras, aunque haya más armas y más letales que nunca (es decir, preparación para la paz, je, je y más je). Pero nos quedará el consuelo de haberlo intentado, de habernos preocupado por algo que nos incumbe.

Hay excepciones, pero la fórmula más rápida y segura es afiliarlos a un partido político de los que mandan o pueden mandar. Primero ingresan, y escalan, en las juventudes, generaciones o como se llamen y, más tarde, dan el salto

Así que, descartados temas políticos o económicos, que se escapan del control de la gente de a pie, me he fijado en algo que me llamó mucho la atención desde el principio: la posible reintroducción del lince ibérico en Zamora. Habrá que seguirlo con mucha atención en 2023. Y, especialmente, tratar de responder a una pregunta clave: con la cantidad de linces que ha habido y hay en esta tierra, ¿hace falta traer más? Eso de que el lince ha desaparecido de Zamora no se lo cree nadie. Va uno por la calle y no para de oír frases como "ese tío es un lince", "fulano es un lince para los negocios", "citano es un lince para ir medrando y lograr colocaciones" y así sucesivamente. ¿Y porque anda por estos pagos tanto lince? Vaya usted a saber, aunque lo más probable es que empezara por una mera cuestión de supervivencia y después se fuera perfeccionando como toda evolución, y mejoría, de las especies. Veremos a ver cómo prosperan los linces de cuatro patas que suelten por los cañones del Duero. Los de dos patas ya lo sabemos: enseguida se hacen con los puestos más altos o con los negocios más rentables. Una de las principales características del lince zamorano es su tendencia familiar. En cuanto se reproducen, ya buscan situar bien a sus pequeñuelos, asegurarles el futuro. Hay excepciones, pero la fórmula más rápida y segura es afiliarlos a un partido político de los que mandan o pueden mandar. Primero ingresan, y escalan, en las juventudes, generaciones o como se llamen y, más tarde, dan el salto. No hay que ser un lince para adivinar el trayecto, el recorrido y la meta.

Como no suele haber buenas "colocaciones" para todos, el lince zamorano emigra. Hay, claro, varias clases de emigraciones. Los linces-linces buscan acomodo, generalmente en Madrid, conforme a sus estatus. Los linces-menos linces no tienen más remedio que trabajar donde puedan, en fábricas (aquí no hay), en hostelería, en el taxi, en el extranjero y hubo un tiempo en el que dominaban también las porterías de los edificios madrileños. Una vez fui con mi abuelo por la zona de Ventas, en la capital de España, e iba saludando a la mayoría de los porteros; eran de su pueblo.

Zamora se despuebla, pierde habitantes; sin embargo, los linces zamoranos se expanden por el mundo. No están en peligro de extinción, como dicen los expertos y quienes recomiendan soltar unos cuantos felinos por los Arribes. Aplaudo la medida, si es que llega, pero que también se tenga en cuenta a los de dos patas no vaya a ser que llenemos la provincia de felinos mientras nos quedamos sin gente. Y es que al paso que vamos…

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