Escalera hacia el cielo

Como una ola

Imposible no reaccionar contra un Gobierno que prima los intereses de las grandes empresas a los del pueblo

Ministros del Gobierno de España.

Ministros del Gobierno de España.

Bárbara Palmero

Bárbara Palmero

Las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad han detenido a otra banda de albanokosovares especializada en asaltar viviendas de lujo en distritos adinerados. La obsesión de algunos con los Omega y los Rolex roza las lindes del trauma freudiano.

Los españoles somos más de robar aceite de oliva virgen extra porque los relojes caros no se comen. El pasado mes de agosto una almazara de Córdoba sufrió el robo de 56.000 litros de AOVE valorados en más de 500.000 euros. Y en septiembre, a una de Málaga le sustrajeron 7.000 litros ya embotellados.

Asaltar una almazara empieza a ser más atractivo que robar un banco. A lo anterior, hay que sumar todo lo que se hurta en las tiendas de alimentación, por lo que el aceite de los estantes empieza a estar más protegido con dispositivos antirrobo que una botella de Jack Daniel’s Single Barrel.

Decía mi madre que la Navidad empieza el día del Gordo de la Lotería y que si al alcalde de Vigo le da por encender el alumbrado navideño el día de la Virgen del Carmen, patrona de los marineros, o el de Santiago Apóstol, allá él y su brillante participación en La horterada nacional.

Comience la Navidad en sementera o en el solsticio de invierno, es obvio que las cestas de regalo de las empresas llevan su botellita, énfasis en el diminutivo, de AOVE. Y es que según Facua-Consumidores en Acción, en el último mes su precio se ha incrementado un 75 por ciento en tienda.

Cáritas tampoco trae buenas noticias. Alerta que la vivienda es un pozo sin fondo en el que se ahogan las familias con menos recursos. Y que el poder adquisitivo de la clase trabajadora ha caído un 11 por ciento. Lo que deja a tres millones de españoles por debajo del umbral de la pobreza severa, y a dos millones y medio con el desolador título de trabajador pobre.

Menos mal que Dios aprieta, pero no ahoga…

No necesitamos un Gobierno de progreso y desarrollo insostenible, sino uno que obligue a corporaciones y multinacionales usureras a que cesen de especular con los precios

Primero fue la alegría de tener un bonito Gobierno de progreso apuntalado por catalanes y vascos, a pesar de su fea pátina de corrupción sistémica. A la trama del tres por ciento, hay que añadir el libro "Euzkadi S.A. El gen corrupto del PNV", el último título de una tetralogía sobre la corrupción vasca.

A continuación, tenemos que felicitarnos por los estratosféricos beneficios económicos de las grandes energéticas, los bancos, y el sector de la alimentación. Quienes, según el Banco de España y la OCDE, han aumentado sus ganancias un 68 por ciento más en el primer trimestre del año.

Durante su debate de investidura, nuestro presi se quejaba amargamente de la ola reaccionaria que recorre España. Pero es que sabiendo que cuanto más se hunde el nivel de vida del pueblo español, más ganancias obtienen las grandes empresas, cómo no reaccionar como la más grande. Como una ooola.

El Ejecutivo tiene el superpoder y la enorme responsabilidad de detener esta espiral de avariflación, o inflación de la codicia, entendida como el aumento del precio de los bienes y servicios básicos debido a la avaricia de quienes están obteniendo ganancias extraordinarias por causas indignas. Pero no lo hace porque no le da la gana. Porque antepone los intereses de las corporaciones y multinacionales usureras a las de la ciudadanía.

Al tiempo que bombardea al trabajador, cada vez con menor poder adquisitivo, con un tsunami de publicidad buenrollista sobre el precio bajísimo de la electricidad. Que es cierto, la luz no costaba tan poco desde que Watt patentó la máquina de vapor y dio comienzo la revolución industrial.

Gracias a esos molinillos a los que se opone el pérfido y porfiado mundo rural. Que Dios bendiga a las grandes energéticas y sus desmedidos beneficios. Las corporaciones y multinacionales usureras tienen un motivo para hacer lo que hacen, son corporaciones y multinacionales usureras. Pero cuál es la excusa de nuestro Gobierno para no ponerles freno.

Luz más barata y comida más cara. Tres grandes, Dia, Carrefour y Mercadona controlan más del 50 por ciento de la distribución de alimentos, y ostentan el poder suficiente para subir precios a su antojo. La bajada del IVA no ha servido de nada, porque las marcas han contrarrestado mediante la reduflación, es decir, menos cantidad de producto a mayor precio.

No necesitamos un Gobierno de progreso y desarrollo insostenible. Necesitamos un Estado intervencionista que controle y regule esta inflación codiciosa. Que ponga fin a este abismo entre ultrarricos y una degradada clase media que cada vez es más media-baja. O baja a secas.

Una última palabreja: Excusaflación. O lo que es lo mismo, el blanqueo institucional y mediático de la avariflación. Dícese del ingenio demostrado por las grandes empresas para ganar muchísimo dinero engordando sus precios sin control ni motivo.

Verbigracia, la excusaflación es un pretexto para llevar a cabo una subida de precios inadmisible. Además de para insultar a los trabajadores haciéndoles ver que no son ingeniosos, ni sagaces, ni audaces. Y que ellos, al contrario que las grandes empresas de este país no tienen talento ni destreza para dejar de ser cada vez más pobres.

(*) Ganadera y escritora

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