Pandemia, educación y PISA

Castilla y León, Asturias y Cantabria, el "triángulo" de oro de la educación española

Patio de un centro educativo.

Patio de un centro educativo. / L. Rico

Igor Barrenetxea

Igor Barrenetxea

Aunque la situación general no invita al optimismo, hoy al igual que ayer toca adaptarse, encarar la realidad y la diversidad de situaciones que, para bien o para mal, se dan en el mundo en el que vivimos, guerras, pandemias, alarma climática, etc. Si bien, lo único que claramente no se puede descuidar es la educación tanto superior como de las enseñanzas medias. La pandemia no debería ser la culpable de los malos resultados actuales, sino el incentivo. El Informe anual CYD 2023, de la Fundación Conocimiento y Desarrollo advierte de un hecho preocupante entre los universitarios, un mayor absentismo en las clases y un descenso del número de aprobados, situándose en 7,9 puntos inferiores al curso 2019-2020, prepandémico. Es el nivel más bajo desde la instauración del Plan Bolonia, en 2015.

Hay varios factores que han entrado en juego y que hay que valorar. Por ejemplo, que debido a la pandemia las nuevas generaciones de chicos y chicas universitarios vieran incrementadas sus notas de forma artificial y sus competencias, en cambio, fuesen menores. Sin embargo, no parece correcto adjudicar estos problemas única y exclusivamente a unas deficiencias de formación previas porque, después de todo, tampoco es que en Bachillerato los docentes se dedicasen a regalar aprobados. Hay otro factor que parece el más probable y que ha acabado por ser más decisivo a este respecto, la nueva percepción introducida de la enseñanza virtual. Por primera vez, el alumnado ya no tenía que acudir obligatoriamente a clase. Podía escuchar las sesiones en remoto (incluso grabadas, no necesariamente en tiempo real), por lo cual, la gestión de su tiempo era diferente, acomodándose más a gustos, intereses y preferencias. No una educación a la carta, ni mucho menos, pero sí más adaptada a sus ritmos vitales y gustos, frente a la obligatoriedad presencial anterior. Por lo que la vuelta a las aulas se ha interpretado por muchos alumnos como un perder el tiempo, sobre todo, en aquellas carreras con una mayor carga teórica, afectando menos a las carreras prácticas como Ciencias, Ciencias de la Salud, ciertas ingenierías, Traducción o Bellas Artes.

Las claves:la importancia de la escuela rural (con menos ratio de alumnos y menos incidencia migratoria), alta conciencia del alumnado (o lo que es lo mismo más motivación por aprender), influencia positiva de la familia que observa la relevancia de los estudios para su futuro (universitarios o de FP), la cuidada atención a la enseñanza pública (mayoritaria) y un buen capital educativo previo ya existente

Así mismo, las nuevas tecnologías no sólo han implicado un cambio de formato, como el uso de las pantallas digitales en las aulas que han sustituido a la anticuada pizarra, y el acceso a Internet, sino la manera que tienen de trabajar en grupo. No tienen que hacerlo ya de forma directa, sino que pueden hacerlo a través del Drive o del chat, en red, viéndolo todo ello como la manera que tienen de comunicación a nivel social hoy día, fusionándolo con la práctica educativa. Todo ello, por supuesto, tiene sus propios inconvenientes, limita la comunicación en vivo y en directo. Pero es evidente que algo se ha alterado desde la pandemia. Y las universidades deben adaptarse, al igual que los docentes. Eso no evita pensar que una buena clase magistral nunca sobra, pero no de manera permanente, donde la disposición pasiva del alumno le puede llevar a un cierto alejamiento, desinterés y desazón. Un buen docente impulsa al reto de aprender, a incentivarles al desafío de indagar y explorar, de confiar en sus pupilos para que ellos puedan alcanzar ciertos conocimientos por sí mismos. No viéndolo únicamente como cuencos vacíos que hay que llenar. De hecho, incidía Lander Bosque, director de Comunicación de la Coordinadora de Representantes de Estudiantes de Universidades Públicas (CREUP) en ello, "hay que repensar las fórmulas pedagógicas y metodologías docentes", ante unas clases que no siempre son estimulantes y que recogen una sobrecarga de trabajo con escaso incentivo evaluativo. Comparto dicha percepción, muchos docentes universitarios no enseñan, repiten. Todavía se sigue valorando más sus aportaciones científicas que su capacidad de formar de manera adecuada a las nuevas generaciones de futuros profesionales. El otro gran reto son las enseñanzas medias.

El último informe PISA (evaluación de las competencias en ciencias, matemáticas y comprensión lectora de chicos y chicas entre 15 o 16 años) ha sido demoledor para todos los países europeos, aunque en España no han ido tan mal las cosas. En todo caso, ha quedado de relieve la gran diferencia existente entre las autonomías, destacando claramente tres de ellas, Castilla y León, Asturias y Cantabria, el llamado triángulo de oro de la educación española. No es para menos, porque las sitúan a 20 puntos por encima de la media nacional. En otras palabras, tales puntos representan a medio curso académico de adelanto respecto al resto. Los factores determinantes que lo explican son: la importancia de la escuela rural (con menos ratio de alumnos y menos incidencia migratoria), alta conciencia del alumnado (o lo que es lo mismo más motivación por aprender), influencia positiva de la familia que observa la relevancia de los estudios para su futuro (universitarios o de FP), la cuidada atención a la enseñanza pública (mayoritaria) y un buen capital educativo previo ya existente. La estabilidad política o el respeto por los acuerdos educativos también se consideran otros aspectos a tener en cuenta que converge en su éxito en PISA (debería servir de ejemplo).

Destaca la importancia que ha cobrado la escuela rural, la misma que, en la paradoja, recuerda el problema de la despoblación en España. Familias, docentes y consistorios se cogen de la mano para hacer un enorme esfuerzo para que las situaciones de aprendizaje cuenten con los mejores incentivos posibles, permitiendo, incluso, una educación más personalizada e innovación en las escuelas (como la educación internivel, por proyectos, de género, etc.). Desde luego, independientemente del ruido político, el sistema educativo, a la vista está, es esencial para que una generación de chicos y chicas coja el relevo bien preparada. Y esto hay que hacerlo con las mejores garantías, con una mayor atención y compromiso social; por eso hay que adaptarse tanto a los tiempos como a seguir apostando por una Educación comprometida y de calidad.

(*) Profesor e historiador

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