Crónicas de un paso de cebra

Días de cristales rotos

En el 2024 se puede encontrar ese momento de luz, llamen todos aquellos que lo necesiten sin dudarlo

Concha Ventura

Concha Ventura

En la vida todo son señales, pero tal vez por la urgencia que le hemos otorgado al vivir, porque no queremos, ni tenemos tiempo para pararnos a entender lo que pasa a nuestro alrededor, algunas de esas señales, no las sabemos interpretar y muchas de ellas carecen de sentido para la mayoría de nosotros.

Una señal no es sólo un signo, sino también un aviso de algo, donde a veces, se sustituye el lenguaje por otros vehículos de comunicación, lo que dificulta su interpretación.

Por ejemplo, hay días de cristales rotos. Hace poco, paseando por una ciudad española, me llamó la atención, la proliferación de recientes grandes pintadas de un rojo vibrante, en algunas calles principales, donde se podía leer: "024 silenciando suicidios inducidos secreto a gritos" y me quedé impactada.

El 024 es el número al que pueden llamar todas aquellas personas que pasan un mal momento y sólo piensan en suicidarse. Y está demostrado que el mejor antídoto contra ese problema es la prevención.

Al parecer, las pintadas se han venido repitiendo en los últimos meses, porque el número no estaba operativo y la gente había perdido una de las formas que tenía de liberarse de su ansiedad.

Después, vi a un joven músico callejero con un bandoneón en el paseo marítimo, enfrente de la playa, tocando la pieza "Adios Nonino" del gran compositor argentino y extraordinario bandoneonista Astor Piazzolla, y me paré a escucharlo, es una de mis obras favoritas.

La gente pasaba de largo, unos por prisa, otros porque no llegaban al trabajo o a una reunión, otros porque se iban a dar un baño, el caso es que me quedé escuchando la canción, mientras recordaba cómo la compuso.

Todo ese ajetreo mental, que surge en momentos de preocupación o dolor, puede llevar a un proceso de aniquilación de la persona. La única salida posible de ese túnel es el camino de la razón, pero es un problema muy difícil de gestionar por uno mismo

Entonces, un señor se acercó sigilosamente, se paró a mi lado y vi cómo los ojos se le iban llenando de lágrimas, pensé que sólo podía ser argentino.

La mayoría de ellos, cuando escuchan esa pieza, sobre todo, si están fuera de su país, consiguen que su corazón acabe abrazándose a la infancia, para hacer que el tiempo se detenga, pues la memoria muchas veces nos guía de forma repentina y hasta misteriosa a la luz del hogar, a la figura de los padres y de la familia, para aligerar un poco el peso de los embates de la vida.

En el aire seguían sonando las notas de la canción de Piazzolla, el cual empezó a componerla, estando de gira en 1959 en Puerto Rico, donde recibió la noticia de la muerte de su padre, Vicente, conocido con el apodo de "Nonino", pues ya era "abuelo". Fracasó en su gira y todo ello le condujo a la quiebra y a una gran depresión.

Por eso, al final de aquel año regresó a Nueva York con su familia, y después de un tiempo, una noche volvió a pensar con claridad, sintió la necesidad imperiosa de sacar a luz esta pieza y acabarla, se encerró en la cocina de casa y la compuso de una tirada, como homenaje a su padre. Sus hijos escucharon cómo lo hacía.

Componer esa música lo salvó de la desesperación, palabra que no sólo se identifica con la falta de esperanza, sino que etimológicamente es la reacción contra el bien, que creemos que nunca podremos lograr.

Todo ese ajetreo mental, que surge en momentos de preocupación o dolor, puede llevar a un proceso de aniquilación de la persona. La única salida posible de ese túnel es el camino de la razón, pero es un problema muy difícil de gestionar por uno mismo.

Hasta llegar ahí, el sufrimiento que deben de pasar quienes piensan en ello es tremendo. Es el desgarro dolorido que se trasmite en cada nota de la pieza, lo que logró rescatar del vacío al compositor, dedicándole esa música a su padre. Todos ustedes la pueden disfrutar en Youtube, no dejen de verla, interpretada por el mismo Piazzolla y su quinteto.

Días después, cerca de donde vi tocar al músico el bandoneón, en una mañana luminosa noté un gran alboroto en la calle, allí había coches de policía, una ambulancia, gentes sentadas en las terrazas, otras apresuradas que iban y venían, y pregunté a alguien, qué es lo que pasaba.

Me contaron que, una joven se acababa de tirar por el balcón y que estaban esperando al juez.

En ese momento sentí gran tristeza, porque ella yacía en el suelo tapada con una sábana, a la espera de que levantaran su cadáver y a pesar del desastre, la gente seguía en sus asuntos, se detenía a observar, pero no se cerró ninguna cafetería, algunas personas estaban sentadas en las mesas contemplando la escena y otras pasaban sin detenerse siquiera. Me pareció que había dos mundos diferentes, resaltaba el horror de la muerte de la joven, frente a la vida del resto de la sociedad, que seguía afanándose en sus quehaceres cotidianos.

En aquella calle me pregunté, qué tuvo que pasar por la mente de la joven para llegar a tal extremo, cómo se puede medir el dolor de un ser que ha nacido para la vida y para el amor y que acaba estrellándose contra el suelo, porque no puede soportar el peso de su existencia.

No todo el mundo es poseedor de la fortaleza para seguir viviendo, y además muchas personas viven su fragilidad, como un desgarro brutal, y se sienten incapaces de pedir ayuda, lo que supone la pérdida de rumbo total al no poder enfrentarse a los problemas.

Ella, al parecer ya llevaría puesta una mirada de silencio hacía tiempo, pero nadie se había dado cuenta y nunca se esperaría esta tragedia.

Entendí perfectamente la queja que se recogía en las pintadas que había visto por la calle. Desgraciadamente ya no quedan ángeles, como los de la película "Qué bello es vivir", para que vengan a auxiliarnos a darnos consuelo y a quitarnos ideas tan terribles de la cabeza, cuando nuestro mundo se desmorona ante nosotros en un instante.

Por eso es necesario que, ante la falta de sensibilidad de los responsables de dichos servicios, donde se intenta solucionar la ansiedad y la angustia existencial, que es uno de los problemas acuciantes de esta sociedad, los distintos partidos políticos se dejen de disputas y de verborrea delirante, y se sienten para poner solución a estos temas tan delicados, que nos incumben a todos, potenciando la prevención para aminorar el sufrimiento de la gente.

Recuerden, en el 024 se puede encontrar ese momento de luz, llamen todos aquellos que lo necesiten sin dudarlo.

Suscríbete para seguir leyendo