Buena jera

La fuente de la edad

La concesión del Cervantes a Luis Mateo Díez, justicia para un escritor fabuloso

Luis Mateo Díez, Premio Cervantes 2023, en una foto de 2014 con uno de sus libros.

Luis Mateo Díez, Premio Cervantes 2023, en una foto de 2014 con uno de sus libros. / EFE

Luis Miguel de Dios

Luis Miguel de Dios

En tiempos tan convulsos como los que estamos viviendo, es una delicia, un canto a la justicia literaria, la concesión del Premio Cervantes al leonés Luis Mateo Díez. Reconforta frente a un mundo tan plagado de guerras, muertes, crispación, agresividad incontrolada o quizás controlada y dirigida por quienes tendrían que hacer justamente lo contrario: predicar la paz, el diálogo, aquel mandato bíblico de "amaos los unos a los otros como yo os he amado", o también "ama al prójimo como a ti mismo". Estamos viendo, y sufriendo, que sucede al revés, que nadie (o casi nadie) recorre los caminos del sosiego y busca la solución a conflictos reales, inventados, o exagerados. Por eso, noticias como el Cervantes al autor de "La fuente de la edad" es un sedante para el alma, una invitación a creer que hay esperanza, que el futuro tiene luz, sombras blancas.

He escrito ya "La fuente de la edad" y así he titulado este artículo, pese a que el cuerpo me pedía entrar en la polémica sobre pactos, investidura, desigualdades, ruptura (otra vez) de España. Tiempo habrá, especialmente cuando se aclaren muchos de los términos de los acuerdos y cuando los millones de expertos que analizan y opinan a diario sobre los pactos nos ilustren sobre sus consecuencias reales en lugar de darnos doctrina y más doctrina según su "leal" saber y entender; es decir, informarnos sobre aspectos técnicos y objetivos y no tamizar todo por el filtro de su ideología y de sus compromisos personales, políticos, económicos y hasta de supervivencia.

Lo de destacar "La fuente de la edad" tiene una connotación que me acompaña casi desde su publicación en 1986. No recuerdo quién me puso en contacto con esta maravilla, si fue algún conocido más puesto que yo en novedades literarias, o si la curiosidad me llegó tras saber que había obtenido los premios de la Crítica y el Nacional de Narrativa. Y los había ganado un escritor semidesconocido, un leonés de la comarca de Laciana, de Villablino. La obra tiene unos inicios duros (conviene ir sin prisa ni urgencias) a causa de un lenguaje precioso, que, sin embargo, a algunos puede parecerle excesivamente barroco. Pero cuando los personajes de Luis Mateo Díez comienzan una aventura que parece descabellada y, no obstante, factible, razonable a tenor de las pistas que van descubriendo mientras patrullan por caminos, montañas y valles. ¿Será posible que hallen allí en León lo que nadie ha encontrado desde que el mundo es mundo, o sea una fuente, la fuente de la edad, las aguas de la inmortalidad? Sí, parece posible, casi la palpan ya, hasta que…

No se entenderá nada de Luis Mateo Díez si no se sumerge uno en su permanente ironía, en la convicción de que los dramas tienen que ser, asimismo, comedias, aunque solo sea (que no es el caso) por la forma de contarlo.

La segunda parte de la novela es otra loa a la perfección literaria. Nada indica lo que puede ocurrir; todo parece normal aunque con cierto toque misterioso y adictivo. Necesitas seguir leyendo para saber dónde quieren ir los protagonistas y, sobre todo, cómo va resolver Luis Mateo Díez aquel laberinto de fiesta, bailes, insinuaciones. ¿La venganza puede tener argumentos y perfiles tan bien hilados, tan insospechados, tan sutiles? Pues, sí, ahí están. Y todo envuelto en un lenguaje atractivo, rodeado (o inmerso) en un humor muy peculiar que estará siempre presente tanto en la trama de las novelas como en las peculiaridades de sus personajes o de las situaciones y los diálogos. No se entenderá nada de Luis Mateo Díez si no se sumerge uno en su permanente ironía, en la convicción de que los dramas tienen que ser, asimismo, comedias, aunque solo sea (que no es el caso) por la forma de contarlo.

Y tras esa "Fuente de la edad" que tanto me impactó y de otras grandes novelas y cuentos, Luis Mateo Díez se instaló en Cegama, ese territorio mítico que, a mi juicio, bien puede compararse, sin desmerecer, con el Comala, de Juan Rulfo, o el Macondo de Gabriel García Márquez. Es Cegama un mundo rural donde es muy difícil distinguir la realidad de la ficción, donde las fábulas adquieren cuerpo y alma, donde el universo narrativo no tiene límites humanos, donde lo humano es imaginación, creatividad, donde la mezcla entre lo culto y lo popular es tan nítida que no se nota, tan bien ensamblada que alcanza cotas inmejorables de admiración. Y todo ello con lo que el jurado del Cervantes destacó como "humor expresionista, paradójico o esperpéntico" con el que retrata la complejidad humana.

Lean a Luis Mateo Díez, lean "La fuente de la edad". Verán el mundo de otra manera. Al menos, sonreirán mucho.

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