Crónicas de un paso de cebra

Formas de borrar

Ya se ha conseguido que, cuando silencian las neuronas responsables del recuerdo en ratones drogados, estos se olvidan de que alguna vez habían probado la cocaína

Imágenes de escáner de un cerebro.

Imágenes de escáner de un cerebro.

Concha Ventura

Concha Ventura

Que necesitamos borrar recuerdos en nuestro cerebro para almacenar otros nuevos, está claro, pero hay muchas formas de borrar. La palabra borrar significa hacer desparecer por cualquier medio lo representado, también desvanecer, hacer que se esfume algo. ¿Pero es bueno olvidar?

Mis amigos, los grandes magos, Paulino y Paco, que andan de gira por el mundo mostrando su saber hacer, saben mucho de eso, tienen en la mano cualquier cosa, te la enseñan y de repente la hacen desaparecer ante tus ojos, sin que te des cuenta. Pero, no me refiero al encanto del deslumbramiento, cuando miramos con ojos de niños, no, eso no se debería de borrar jamás de nuestras mentes, me refiero a ir un poco más allá, porque hay infinitas formas de borrar. Me detendré en algunas.

De pequeños quién no ha comido caucho, me refiero a una sabrosa goma Milán, a base de quitar de en medio las palabras mal escritas en un cuaderno de dos rayas de Rubio, y quién se ha resistido a morderla, tras apreciar su textura y aspirar el aroma de su olor.

Si rastreamos su historia, la idea de la goma de borrar fue traída por los conquistadores que mandamos a América. Allí vieron cómo los indígenas tenían un juego, en el que lanzaban una pelota de caucho contra un muro que rebotaba y a partir de ahí un inglés de apellido Priestley, mucho tiempo después, frotó un trozo de caucho sobre un trazo de lápiz y vio con asombro, cómo desaparecía por encanto del papel.

Formas de borrar

Formas de borrar / Concha Ventura

Pero el caucho fermentaba, por lo que tuvo que llegar, Charles Goodyear para que ideara la vulcanización, con lo que la goma pegajosa dejó de serlo, y se convirtió en algo mucho más efectivo.

Si retrocedemos un poco más en el tiempo, y recalamos en el antiguo Egipto, allí en la época de los faraones ya se hablaba del Ka y del Ba, entre otros principios configuradores espirituales de los seres. El Ka se identificaba con la fuerza interior que nosotros denominamos alma, el cual formaba parte del principio universal.

El Ba se identificaba con la fuerza vital del cuerpo, la mediadora entre los hombres y los dioses. Por lo que tras la muerte practicaban el embalsamamiento, ya que, según ellos, cada noche, los difuntos regresaban a sus tumbas, donde disponían de figuras, para poder meterse en ellas en caso de que el cuerpo se hubiera deshecho, también contaban con todo tipo reproducciones de comidas, bebidas, joyas vestiduras, sirvientes y todo lo necesario para seguir llevando una buena vida, tras la muerte física.

Hay que dar sentido a la palabra recordar, «re», significa de nuevo y «cordis» corazón, que no sólo significa tener a algo o alguien presente sino, y lo que es más importante, «volverlo a pasar por el corazón», que es como llenarlo de algo, y ese algo es simplemente la vida

Pero lo más importante es que, se tallaban relieves dobles de los faraones en las portadas de los templos y edificios. En un lado se representaba al Ka y en el otro el Ba, y cuando los enemigos conquistaban algunas de las ciudades egipcias, lo primero que hacían era destrozar en las paredes de piedra el Ka, es decir, la representación del espíritu, porque ese era el más terrible castigo que podía sufrir un ser, ya que vagaría sin descanso por toda la eternidad como un zombi.

Actualmente, andan los neurocientíficos buscando ávidamente la forma de borrar los recuerdos del cerebro humano, de momento lo han hecho con ratones, y aunque el lugar exacto de nuestra mente donde guardamos los recuerdos sigue siendo un misterio, están en ello.

Ya se han logrado eliminar ciertos recuerdos en ratones, a través de "neuronas dispersas". Entrenan a dichos animales para que tengan miedo al oír ciertos sonidos y excitan unas de esas células cerebrales antes del experimento, valiéndose de la optogenética, que consiste en introducir genes externos, que codifican proteínas sensibles a la luz en ciertas células, para modificar comportamientos a nivel celular con presencia o ausencia de la luz. Después las inhiben y desaparece cualquier recuerdo que tienen asociado de un plumazo.

Es algo brutal. Ya se ha conseguido que, cuando silencian las neuronas responsables del recuerdo en ratones drogados, estos se olvidan de que alguna vez habían probado la cocaína.

Por qué son necesarios los recuerdos, baste un ejemplo clarificador de un autor francés, Marcel Proust, que a principios del siglo XX publicó una novela titulada, En busca del tiempo perdido.

En una de sus partes, en la de "Por el camino de Swann", cuenta las experiencias de un joven llamado Charles que, en uno de esos malos días, llega a casa deshecho y sin ganas de nada.

Así es como el autor trasmite con todo lujo de detalles lo percibido y lo recordado y los fuertes lazos que la percepción y la memoria anudan en nuestra mente, para hacernos más llevadera la vida.

Todo ocurre cuando aparece la figura de la madre, esa que convence con hechos a su hijo para que supere todos los desastres de la vida y le ofrece, para arreglar la tormenta que lo invade, algo tan simple como una taza de té caliente con una magdalena, recién horneada.

"Cuando un día de invierno, al volver a casa, mi madre, viendo que yo tenía frío, me propuso que tomara en contra de mi costumbre una taza de té (…). Abrumado por el triste día que había pasado y por la perspectiva de otro tan melancólico por venir, me llevé a los labios unas cucharadas de té en el que había echado un trozo de magdalena".

Y esto es lo que le ocurrió:

"Me estremecí, fijé mi atención en algo extraordinario que ocurría en mi interior. Un delicioso placer me invadió, me aisló, sin saber qué lo causaba. E hizo indiferentes las vicisitudes de la vida, inofensivos sus desastres e ilusoria su brevedad, todo como obra el amor, llenándose de una esencia preciosa; pero más bien, esta esencia no es que estuviera en mí, era yo". Y el joven por un sabor y la entrega de su madre, contactó consigo mismo ya para toda la vida.

Por eso necesitamos no olvidar la mayor parte de nuestros recuerdos, porque forman parte de nuestras biografías, y porque conseguirán que nos sintamos un poco más humanos, cuando todo se derrumbe a nuestro alrededor.

Daremos así sentido a la palabra recordar, "re", significa de nuevo y "cordis" corazón, que no sólo significa tener a algo o alguien presente, sino, y lo que es más importante "volverlo a pasar por el corazón", que es como llenarlo de algo, y ese algo es simplemente la vida.

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