El espejo de tinta

El tramposo, el rebaño y el servicio paganini

Sánchez sabe, los suyos saben, los periodistas saben, los ciudadanos sabemos, que no es esa la pregunta que está formulando

Pedro Sánchez, durante su intervención ante el comité federal del PSOE.

Pedro Sánchez, durante su intervención ante el comité federal del PSOE. / ACN

Ángel Macías

Ángel Macías

"¿Apoyas el acuerdo para formar un gobierno con Sumar y lograr el apoyo de otras formaciones políticas para alcanzar la mayoría necesaria?" El trilero con cargo político más importante que haya tenido España en el último siglo y, probablemente bastante más atrás, ha lanzado el anzuelo para que los militantes socialistas justifiquen con un "es que hay peces" el hecho de que Sánchez esté pescando en zona antes vedada.

El candidato a seguir siendo presidente del gobierno, que se hizo tristemente famoso (aunque como se ve a la larga sin consecuencias) por ser pillado detrás de una cortina metiendo irregularmente montones de votos en la urna durante un congreso de su partido, ha hecho de la trampa su rasgo más característico. Del seguir siempre adelante, pase lo que pase, digan lo que digan y se desdiga de lo que se tenga que desdecirse, su única brújula, traiga ese camino las consecuencias que pueda traer en el futuro. Porque qué más da el futuro si el presente es lo que importa –parece que piensa, seguramente con razón– en este mundo político y social cada día más de coyuntura, de conveniencia, superficial, vano y con ausencia de compromiso con principios, valores y perspectiva responsable a largo plazo.

Sánchez sabe, los suyos saben, los periodistas saben, los ciudadanos sabemos, que no es esa la pregunta que está formulando. La pregunta realmente formulada es si sus militantes apoyan una cascada de pactos bajo coacción que llevan a traspasar las más inconcebibles líneas rojas. La de la sangre de miles de españoles heridos o asesinados por ETA. La de la ruptura constitucional de un golpe de Estado contra el conjunto de los españoles del que sus protagonistas no solo no abjuran o se arrepienten sino que presumen de su intención de volver a hacerlo tan pronto puedan.

Todos sabemos también que la trampa en la pregunta es innecesaria y que las bases votarán lo que diga su elite porque nuestro sistema de partidos (a diferencia de los modelos sajones de Estados Unidos o el Reino Unido) se basa en que una vez elegido el líder, la militancia está para aplaudir, transmitir lo bueno que aquél es, lo malos que son los contrarios y que esta política que lleve a cabo en cada momento (la que sea, eso da igual) es la única posible para salvar el país o para sacarlo adelante. Sabiendo que con independencia de la pregunta, la respuesta del rebaño será sí, cabe preguntarse cuál es la necesidad de esconderla de manera tan maliciosa y sin embargo evidente.

No creo que sea la vergüenza, así que debe ser la hipocresía. De quienes la han diseñado para que parezca otra cosa, aunque ya hablen sin recato de la constitucionalidad de una amnistía que saben -como ellos mismos han reconocido reiteradamente- que es incompatible con nuestro modelo constitucional y de quienes la van a votar sabiendo que están votando sí a abrazar a ETA-Bildu, sí a la amnistía a los golpistas. Sí a llamar gobierno progresista a uno en el que están comunistas, etarras, independentistas antiespañoles y los supremacistas más rancios del panorama político español que se consideran clase elegida y el resto somos plebe paleta llamada por el destino a servirles de servicio doméstico y pagar sus lujos.

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