Afán de superación

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Cartas de los lectores

Cartas de los lectores

Normalmente, la persona mínima consciente, madura, razonable, responsable... es "rara avis"; sabe que precisa de los demás para resolver aquella problemática; que, en mayor o menor medida, el común de los mortales suele tener.

Y como quiere, generalmente, que se les ofrezca la solución más idónea a sus pretensiones, desea que quien tenga que aportarla tenga conocimientos profesionales amplios, profundos, actualizados; que tenga empatía con el cliente, es decir, que se ponga en su lugar que trate de entenderle, de comprenderle y de asesorarle.

Todo lo cual requiere una cosa que los "tataras" llamaban vocación; es decir que el profesional haya cursado, lo cual es mucho suponer, los estudios de su oficio motivadamente, con esfuerzo, dedicándole todo el tiempo del mundo mundial, etc; y no solamente "pa aprobar"; pues pobre paciente, demandante, alumno, lector, etc., de quiénes solo profesan para garantizarse el cocido.

Y siempre, la educación, amplia, exigente, inteligente, con talento, que implique superación segundo a segundo en todos los ordenes de responsabilidades que las personas supuestamente en uso de sus facultades mentales tienen, aunque no se lo crean, no quieran reconocerlo, miren para otro lado, etc., etc.

La mejora continua de todo ser humano es, pues, una de sus obligaciones para ser útil, para contribuir al bienestar de los congéneres,.

Y sí, debiera existir ese "valor humano que nos permite alcanzar nuestras metas e ilusiones, y además hacerlo cada vez mejor y más motivados", con "esfuerzo o empeño grandes", con "deseo intenso o aspiración de algo", Diccionario R.A.E., "dixit".

Y es que la rutina, el no intentar abordar un asunto que sobrepase el "sota, caballo, rey", es moneda común en médicos, abogados, profesores de todo pelaje, que imparten docencia con guiones amarillentos, dependientes de comercio, empleados de banca y un larguísimo etcétera. O sea, desprecio, de una u otra manera, a quienes debieran de atender mucho y bien.

Señor, "qué tropa", que nos cojan "confesados".

Marcelino de Zamora

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