Tropezando con la brecha digital

Cartas de los lectores

Cartas de los lectores

Hace unos días, por ignorancia, y una mala visión que acrecientan los años que caminan sobre la llamada brecha digital,, me tropecé sin querer con un cajero de una sucursal bancaria, de la que últimamente todo el mundo sale despavorido y bufando (omito la sucursal, porque puede ser cualquiera). Comencé a palpar con sumo cuidado la pantalla lisa y deslizante.

Me acerqué con sigilo a la pantalla del cajero automático, que no dejaba de emitir sonidos extraños y mensajes a los que había que reaccionar con premura. Mi intención no parecía sospechosa parece como si el aparato temiera lo peor, o leyera mi ignorancia en los ojos. Tan sólo pretendía pagar simplemente un recibo de poco mas de cinco euros recibida cordialmente por una administración general. Pagarlo en oficina requería de cita previa, de la que no disponía; de; día concreto para el abono,en un horario antes de las once no sé si también había que llevar corbata, porque no la utilizo desde la boda ¡Era el último día del que disponía para saldar, dentro de la ley, la deuda pendiente.¡ Lástima porque ese día el coche de linea de mi pueblo se retrasó y llegó fuera del horario establecido para el cobro de recibos! . Sí el coche que tampoco para en el pueblo todos los días porque somos muy pocos y no le compensa, ¡eh!. Finalmente, ese día, aproveché, bueno pagué el correspondiente billete del coche de línea que me acerca de cuando en cuando hasta la ciudad, donde puedo encontrar cada vez menos cajeros, y empleados de banca con los que yo solía tener confianza. Bueno, lo dicho, el coche consiguió llegar a los doce. Se me había pasado la hora de pago para recibos. ¡Qué lastima!. ¡Vuelva Ud.mañana ates de las once!. ¡Hágalo online!. Pero si esos “cacharros que remiran con indiferencia de forma tan impersonal y extraña, ¡No los entiendo!. ¡Caro me va a salir a mi el recibo de cinco euros!. -pensé-,

Bueno, haciéndome el valiente lo intento en la pantalla del cajero automático de la entidad bancaria que me mira con tanta indiferencia y prepotencia. Yo, temeroso,consigo algunos pasos hasta soslayo, que me dice: Elija el idioma, si yo solo sé el de mi pueblo!, le digo en silencio. Marque su clave, pero si la he dejado en la cuadra allá en la pueblo!. Ponga Ud. el código de barras, esos rayajos que aparecen con frecuencia en los documentos oficiales. . Busca que te busca por todos los rincones de la pantalla, y que no encuentro por ninguna parte el dichoso lector escondido en el margen inferior de la pantalla. Venga a poner el papel pegado a la pantalla y restregarlo por toda ella sin obtener resultado. Nada, que no me lee. ¡Será ignorante!- pienso. Ah!!!. Tal vez el ignorante digital sea yo. Pedir ayuda dentro de la sucursal, además, si no dispones de cuenta con nómina, resulta poco menos que una odisea.

Vuelvo al pueblo con el recibo en la mano y bien relamido por la pantalla ansiosa de cuartos. Claro, habiéndome gastado ya el viaje de ida y vuelta.

¿De verdad cree alguien que estos artilugios y centros oficiales y no oficiales que te piden y repiden citas previas, están enterados y al tanto de las necesidades de los mayores?. Sí, de quienes pagan religiosamente y desde hace muchos años sus impuestos para facilitarles mucho mas la vida.¡No lo creo!.

Ahora tengo una brecha digital y no encuentro la forma de atajarla!.

En la pantalla ahora me pone: "Operación cancelada". ¡Si l.o sé no vengo!

Benjamín Charro

Suscríbete para seguir leyendo