Más de un millón de personas deberán sentirse abochornadas

Un ejecutivo que viene a ingresar la friolera de un millón de euros al año podría haberse molestado en haber tomado unas clases de educación, e incluso de protocolo

LUIS RUBIALES

LUIS RUBIALES / MARCOS LÓPEZ. BARCELONA| Irina R. Hipolito

Agustín Ferrero

Agustín Ferrero

Me he estado resistiendo a hacerlo. Pero, ha llegado el momento en el que vistas las circunstancias que concurren en el panorama pseudo informativo nacional, no he podido por menos de ponerme a ello. A decir algo al respecto. Y digo pseudo informativo, porque, en general, apenas se está ofreciendo información. Es la opinión, en la gran mayoría de los casos, lo único que llega a los ciudadanos que consumen prensa, radio o televisión. Y las opiniones ya se sabe que, desafortunadamente, suelen estar condicionadas por los intereses de cada cual. Apenas obedecen a una reacción más o menos objetiva.

Observo que el tema de actualidad no se encuentra centrado en la vuelta al trabajo tras el periodo vacacional, ni a los problemas endémicos del país, como la sanidad, la economía o el empleo, sino a la desafortunada actuación de un personaje de película, al menos de algunas películas. Porque ¿díganme ustedes como podría calificarse a un presidente de una empresa del que dependieran más de un millón de personas, protagonizando una actuación exenta de modales, e ignorando las más elementales normas y principios que deben regir en alguien que ostenta un cargo de esas características?

Salvo que las imágenes hubieran sido manipuladas por la inteligencia artificial, estos días todos hemos llegado a ver a un individuo cargando con una jugadora de fútbol a la espalda, como si de un repartidor de butano se tratara. Y no conforme con eso, en lo alto de una tribuna, agarrarse los genitales en un gesto, tan zafio como soez, dirigiéndose no se sabe a quién. Y besando a otra jugadora dándole un abrazo de oso. Y todo ello siendo televisado en directo para todo el mundo. Ante tal desatino no es ahora el momento de evaluar los resultados de la gestión de tan grosero presidente, sino la imagen que ha dado de una federación deportiva en todo el mundo y, lo que es peor, del conjunto de los españoles.

Ante tal desatino no es ahora el momento de evaluar los resultados de la gestión de tan grosero presidente, sino la imagen que ha dado de una federación deportiva en todo el mundo y, lo que es peor, del conjunto de los españoles

Pues bien, el personaje en cuestión no era un espontáneo que hubiera perdido la razón, sino el presidente de la RFEF, el mayor ejecutivo de una "asociación privada de utilidad pública", que es como está calificada esa máquina de hacer dinero que es la Federación Española de Fútbol. Un presidente que representa a más de un millón de socios, o lo que es igual, a algo más de un millón de deportistas federados que practican ese deporte. Un millón de hombres y casi cien mil mujeres. Un millón de personas que se estarán sintiendo abochornadas. Tal energúmeno recordó a Torrente en algunas de sus películas.

A ese personaje se le unieron, días después, gran parte de los miembros del Comité Ejecutivo de su federación, cuando una mayoría de los 140 asistentes a la Asamblea General se partían las manos aplaudiendo la impresentable actuación de su presidente, para terminar poniéndose en pie, con el más caduco estilo franquista, cuando las engoladas voces de los locutores del NO-DO, decían aquello de que "el público enfervorizado prorrumpía en vítores a su excelso caudillo".

Esos ejecutivos, presidentes de federaciones nacionales, seleccionadores y demás representantes de ese deporte, son los que según el Código Ético de la propia RFEF "tienen que velar por la integridad y la reputación del fútbol, su imagen y especialmente la propia" . Pero, allí, lo cierto es que solo podían observarse parecidos a los del "Malaguita", "Cañita Brava" y demás aceitosos personajes de la saga cinematográfica creada por Santiago Segura.

Alguno podría pensar que un ejecutivo que viene a ingresar la friolera de un millón de euros al año, entre pitos y flautas: seiscientos y pico mil de pitos (De la RFEF) y trescientos y pico mil de flautas (De la UEFA), podría haberse molestado en haber tomado unas clases de educación, e incluso de protocolo; pero la vida tiene sorpresas, y sorpresas te da la vida, y ésta es una de ellas.

El presidente español viene a cobrar algo así como el doble de sus homólogos en Inglaterra, Francia e Italia. Claro que la guardia pretoriana del susodicho presidente tampoco ostenta sus cargos por amor al deporte, sino a cambio de sustanciosos salarios. A título de ejemplo, indicar que la delegación catalana de la RFEF gasta siete millones de euros al año en personal.

El presidente español viene a cobrar algo así como el doble de sus homólogos en Inglaterra, Francia e Italia. Claro que la guardia pretoriana del susodicho presidente tampoco ostenta sus cargos por amor al deporte, sino a cambio de sustanciosos salarios. A título de ejemplo, indicar que la delegación catalana de la RFEF gasta siete millones de euros al año en personal.

Así que, cómo va alguien a pensar en dimitir. Cómo va la federación a hacerse el harakiri al estilo de las Cortes franquistas, cuando se les apareció de repente la democracia.

Estos días he leído en alguna parte que "tarde o temprano cualquier historia deberá caber en un libro". Pero la historia a la que me he venido refiriendo podría caber en una sola línea, donde diría "Dios da legañas a quien no tiene pestañas".

Posiblemente, a esta Real Federación Española de Fútbol le esté sobrando la calificación de Real, y quizás también lo de Española.

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