Información y opiniones

Dado como está el patio, hoy vemos como normal que un político mienta, pero que lo haga un periodista es mucho peor

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Manuel Antón

Manuel Antón

Uno de los principios generales del código deontológico del periodista es el respeto a la verdad; por consiguiente, se supone que antes de sacar a las ondas o publicar cualquier noticia, quien la dé, o la pueda suscribir, debe haberse asegurado de que es cierta y no simple especulación. Otra cosa es opinar.

Toda información debe ser veraz e imparcial y ha de difundirse sin ocultar datos o hechos que la puedan adulterar. Ahí radica la esencia de la noticia, que es lo que la diferencia del rumor y de la opinión.

Dado como está el patio, hoy vemos como normal que un político mienta, pero que lo haga un periodista es mucho peor, pues buena parte de la sociedad se deja llevar por lo que lee, ve o escucha y, por eso, difundir información falsa, o sesgada, puede ser una actuación constitutiva de delito cuando colisiona con los derechos de terceros, y mucho más si se puede demostrar que se ha sacado a la luz de manera malintencionada.

Lo referido viene a colación del nada despreciable incremento que están experimentando las noticias falsas (fake news), y del número de contradicciones que se dan, y cada vez más, en las maneras de informar, o mejor dicho, en el contenido de la información que se airea, o se publica sobre cualquier tema, pero sobre todo si tiene que ver con la actividad política. Según cual sea la fuente, la información, que demasiadas veces va cargada de subjetividad, para quienes somos adictos a buscarla en diferentes medios, no deja de sorprendernos por el sesgo o el partidismo con que se difunde; lo que hace que muchas veces te cueste creer lo que lees, ves o escuchas.

Y si triste es el incremento de las noticias falsas, qué decir de la difusión por las redes sociales de todo cuanto se airea con ánimo de adoctrinar, confundir, e incluso de dañar.

Encontrarse con un informador que hoy día cuente las cosas tal cual son, es un lujo, pues la parcialidad es una lacra tan extendida que ha hecho que los medios de comunicación se deban cada vez más a la parroquia que tienen que “alimentar”, y viceversa ¿O no?

No obstante, aunque creo poder afirmar que sigue habiendo medios y profesionales que apuestan por la verdad y cuentan las cosas como son, apostaría porque son más los que las relatan como las ven, o, por qué no decirlo, como las quieren ver. Eso deja a gusto del consumidor la decisión a la hora de elegir qué prensa leer (escrita o digital), qué emisora de radio escuchar, o qué canal de televisión ver.

Un galimatías que nada tiene en consideración el primer principio del código deontológico del periodista antes aludido, que, repito, es el respeto a la verdad.

De cualquier manera, mejor así que cuando existía la censura. Al menos ahora estamos avisados y podemos escoger.

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