Valorio romántico

Es momento de recrear ese paseo que baja de San Martín y lo conecta con el bosque

Bosque de Valorio

Bosque de Valorio / NICO RODRIGUEZ

Rafael García Lozano

Rafael García Lozano

No me refiero con este título a cuestiones de amoríos más o menos adolescentes en el pulmón verde de Zamora. Sino a la forma en que fueron transformados la que fuera en el pasado una de las canteras de la ciudad y el contorno del arroyo que venía de Valderrey. Algunos números de la revista decimonónica "Zamora Ilustrada" ofrecieron en su portada algunas estampas del bosque de Valorio cargadas de tipismo y cierto aire bucólico, a la moda de la época, remitiendo –aún de lejos- incluso a modelos casi orientalizantes tan del gusto de entonces. Y aparecían masas vegetales frondosas, y también las construcciones levantadas en aquellos años, tamizadas de cierto regusto cuasiasiático, a medio camino entre la realidad del empleo de materiales que pretendían ensalzar la intervención humana sobre el generoso medio natural y la ficción de sus pretensiones quizá mayores de lo que realmente se ejecutó.

Tuvo lugar aquel proyecto de intervención sobre Valorio cuando los aires románticos llegaban a todas las latitudes del continente, y antes incluso de que estas corrientes discurrieran sobre algunas de las pequeñas ciudades que crecían precisamente por ser capitales de provincia. Al igual que en los antiguos espacios extramuros de estas ciudades se abrieron zonas de paseo (La Avenida, El Campo Grande, la Alamedilla, el Salón de Isabel II, La Alameda de Cervantes...), algunas contaron con una zona de esparcimiento más allá de los límites de la ciudad. En el caso de Zamora, en Valorio se trazaron caminos, se edificó la Casa del Guarda, se levantó el puente de ladrillo sobre el arroyo en el paseo principal, se construyó la fuente del León, se plantaron los grandes pinos en el pinar del medio...

Con muy poco dinero dignificaríamos una zona de extraordinario valor en Zamora y ganaríamos enteros en belleza y en calidad de nuestra ciudad y de vida de sus habitantes

Sea como fuere, Valorio fue objeto de un proyecto de transformación y cuidado por parte de la municipalidad a finales del siglo XIX, encontrando en sus espacios el deseo de generar un nuevo ámbito de asueto de una población –la capitalina- que tenía entonces en el Paseo de San Martín el lugar donde ver y ser visto. Propiciar que este ámbito se prolongase hasta Valorio fue un anhelo aún mayor, y éste acabó alcanzando un rotundo éxito. Ésta no fue tarea fácil –por lo ambicioso de la idea-, pero al final tenemos experiencia de que sólo las altas miras son las más fecundas. El Ayuntamiento se empeñó en urbanizar el paseo hasta Valorio desde San Martín de Abajo, y conectar éste con el viejo parque urbano (que hasta tiene su copla) en las inmediaciones de la demolida iglesia de San Martín. Se dignificaron los alrededores de la ermita de Los Remedios, se plantaron árboles a ambos lados del vial que discurre hasta Valorio (la hoy denominada calle Doctor Fleming), se explanó el terreno, se adecuó –al fin y al cabo- la conexión directa entre ambos espacios. Sin alharacas, sin estridencias, sin demasiada inversión; sencillamente con buen gusto. Y así perduró hasta la transformación obrada a mediados del siglo XX en la zona.

Con el paso del tiempo, pero sobre todo debido a la desconsideración mayoritaria de su valor por parte de la población, lamentablemente perdimos la traza y la forma romántica de la conexión de la ciudad histórica con Valorio. Fue cuando San Martín de Abajo se echó a perder, se quitó su fuente (trasladada a la denominada plaza de la Constitución) y se urbanizó sin ningún gusto y como una calle más el entonces paseo que hoy es la actual Doctor Fleming. Es, pues, momento de recuperar (recrear) ese paseo que baja de San Martín y lo conecta con Valorio. Más cuando el Ayuntamiento ambiciona reordenar el entorno de la muralla en la Avenida de la Feria, con la que este paseo se corta en su tramo central y es su prolongación natural. Las líneas de actuación son económicamente asumibles por modestas, y sobre todo es imprescindible clarificar el cómo para actuar con criterio. El restablecimiento de las hileras de árboles a ambos lados del vial (reintegrando los ejemplares que faltan), la creación de amplias aceras realizadas con materiales nobles, la plantación de césped, la dotación de bancos conforme al modelo del bosque. Y sobre todo la creación de un ingreso digno a Valorio, desterrando la forma actual como un acceso secundario desde los primeros metros de la fea carretera que conduce a los campos de fútbol, privilegiando el paseo peatonal frente al del coche, y continuando la línea recta que se interna en el bosque. Y el colofón, sin duda, se halla en la construcción de una portada de ladrillo macizo acorde con el lenguaje que ostenta el puente del paseo principal sobre el arroyo, dejando como secundario el camino asfaltado de acceso a los campos de deporte. No obstante, sin pasar por alto lo más decisivo, la dotación de unidad formal en toda su extensión. Y asimismo con la urbanización de los aledaños de la muralla. La coherencia, el equilibro y la unidad siguen siendo valores capitales tanto en arquitectura como en planteamiento urbano. Se prolongaría así el pulmón verde de la ciudad y se coserían los elementos urbanos despersonalizados intermedios, que además fueron todo uno en su momento. Con muy poco dinero dignificaríamos una zona de extraordinario valor en Zamora y ganaríamos enteros en belleza y en calidad de nuestra ciudad y de vida de sus habitantes. Insisto hasta la saciedad. No es cuestión de dinero, sino de buen gusto.

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