Síguenos en redes sociales:

Sede del Inss en Zamora capital, en la avenida de Príncipe de Asturias. | L.O.Z.

CARTAS DE LOS LECTORES | A mí también me ha pasado lo que a ti...con la inspectora del INSS en Zamora

El título de la presente recoge el testigo dejado en el aire por Salomé Mateos en su carta publicada con el título “Yo también he sido víctima de maltrato verbal”, en la que propone que “cuando veamos el mínimo maltrato, hay que denunciarlo. Hay que darle visibilidad y de ninguna manera lo podemos normalizar” y plantea el siguiente interrogante: “¿A quién más le ha pasado lo que a mí?”. Una carta reivindicativa, en la que se aprecia una analogía evidente con la carta publicada en la misma sección del periódico unas semanas antes por Yolanda Clemente Santiago.

Tanto Salomé, como Yolanda, denunciaban el trato, cuando menos descortés y desconsiderado que recibieron por parte de una inspectora del INSS en su delegación de Zamora, relatando lo sucedido en las inspecciones a las que fueron citadas para la revisión de su situación de baja laboral por enfermedad. Los hechos relatados resultarían para mi insólitos y difíciles de creer, si no fuera porque yo también recibí una dosis de la misma “medicina” en el transcurso de la inspección a la que yo también tuve que acudir citado por dicho organismo público.

Quiero dejar claro que no me estoy refiriendo en absoluto al colectivo de los inspectores del INSS, los cuales estoy seguro de que en su inmensa mayoría son grandes profesionales, cumplidores estrictos de sus deberes, entre los cuales está incluido sin duda el trato considerado que deben dispensar a los trabajadores que acuden a las inspecciones programadas por el citado organismo. Tampoco se me escapa que en el juicio que cada uno se forma de la persona con la que interacciona en las diversas situaciones a las que se va enfrentando en la vida, concurren apreciaciones subjetivas y contextuales que pueden sesgar hasta desvirtuar la objetividad de lo percibido, pero resulta ilustrativo y esclarecedor en este caso, que tres personas que no guardan relación alguna entre ellas, salvo la común adversidad de padecer enfermedades incapacitantes, guarden un recuerdo tan amargo del trato recibido por parte de la inspectora del INSS que les tocó en suerte, suponiendo claro está, que dicha funcionaria fuera la misma en los tres casos.

Como yo solo puedo escribir desde mi experiencia personal, recuerdo que de nada sirvió que aportara el día de la inspección una carpeta con el historial completo y ordenado de la evolución de la enfermedad —cuyos pormenores no expondré públicamente, aunque prestarían fuerza narrativa al relato porque pertenecen a la esfera de mi intimidad personal—, con los informes y tratamientos prescritos por especialistas en las áreas de neurología, otorrinolaringología y unidades del dolor que me habían tratado hasta ese momento. Dichos informes no fueron examinados siquiera someramente por la inspectora que practicaba la inspección, que tampoco se dignó interpelarme sobre el estado subjetivo de salud en que me encontraba en ese momento, haciéndome sentir que, alegara lo que alegara, ella ya tenía decidido de forma irrevocable su dictamen, limitándose a cuestionar, de forma seca y cortante, sin dirigirme apenas la mirada, mientras tecleaba frenéticamente en su ordenador, la veracidad de los síntomas que, a duras penas yo pugnaba por hacerle entender, como si estuviera tratando de justificar un engaño. En esa situación me sentí sometido a un juicio sumarísimo injusto y desproporcionado, algo así como si una broma del destino, después de 39 años de trayectoria profesional en un puesto técnico de la Administración Pública, en el que solamente había estado de baja en contadas ocasiones, se me exigiera demostrar a estas alturas de la película que yo no era un desalmado que trataba de defraudar a mis conciudadanos y beneficiarme espuriamente del sistema de protección de los derechos de los trabajadores garantizados constitucional y legalmente por nuestro Estado social y democrático de Derecho.

Mis esfuerzos tratando de explicarle educada, paciente e infructuosamente a la citada inspectora las manifestaciones incapacitantes de la enfermedad que me impedían en ese momento el ejercicio normal de mi actividad profesional, sólo recibieron a cambio una falta absoluta de empatía, limitándose una y otra vez a rebatír de forma desabrida mis explicaciones, con el argumento recurrente de que si estaba sentado frente a ella sin dolor en ese momento, eso demostraba irrefutablemente que de igual forma podía estar trabajando en mi puesto de trabajo sin ningún problema.

Tengo grabadas en mi memoria varias “perlas” más, dignas de figurar en el libro récord de los despropósitos, que no expondré en este lugar por no alargar el relato.

Quiero dejar bien claro que no cuestiono en absoluto las competencias y el juicio profesional de la inspectora que me tocó en suerte, que entiendo que puede estar en desacuerdo con los informes de los especialistas que aportan los trabajadores y que puede y debe emitir su dictamen a la vista de todas las circunstancias que concurran en el expediente conforme le dicte su leal saber y entender y que si el trabajador no está de acuerdo, el Derecho ofrece salidas regladas por vía de la impugnación de los actos administrativos injustos que permiten restablecer, en su caso, los derechos conculcados de los trabajadores perjudicados. Pero a lo que nunca hay derecho y por lo tanto, reivindico con toda la firmeza y legitimidad que me asisten como ciudadano y como trabajador en un Estado Social y Democrático de Derecho, es a no recibir en todo momento un trato digno y respetuoso por parte de los servidores públicos encargados de velar y proteger los derechos que a todos los trabajadores nos asisten.

Lo vivido va más allá de encontrarme frente a un funcionario poco simpático o que carece de la empatía que debería ser inherente al desempeño de una función pública al servicio de los ciudadanos; lo vivido, con toda la carga de subjetividad que como ser humano reconozco que pueda afectarme, yo lo percibí entonces y lo recuerdo hoy, como una falta de respeto y de consideración hacia mi persona.

Entiendo que no se pueden pedir peras al olmo y que poco o nada más puede esperarse de una persona, cuando su sensibilidad no alcanza a comprender que esos trabajadores que normalmente tiene al otro lado de su mesa, llevan viviendo en muchos casos un infierno particular durante los meses en que han tenido que permanecer de baja; un periodo de tiempo en el que desgraciadamente han estado sufriendo las consecuencias de una enfermedad incapacitante, la mayor parte de las veces acompañada de dolores físicos y repercusiones psicológicas que afectan tanto a su vida profesional como a su vida personal; que han tenido que emprender muchas veces un peregrinaje angustioso por clínicas públicas y privadas, incluso a costa de su patrimonio particular, en busca de un remedio para sus dolencias; que probablemente se han visto sometidos a medicación y tratamientos más o menos agresivos con sus correspondientes efectos secundarios; que han tenido que lidiar con la incertidumbre que genera la evolución futura de la enfermedad y sus posibilidades reales de curación; en fin, muy a su pesar, trabajadores que en definitiva son personas que han sufrido la desgracia de la aparición en su vida de la enfermedad y que, a causa de la misma y sus consecuencias, son y serán durante el tiempo de recuperación mucho más vulnerables y sensibles al trato recibido de otras personas, pero sobre todo de las instituciones públicas encargadas de velar por sus derechos, que el resto de los trabajadores que no han tenido que vivir esta dramática situación.

Por último, suscribo plenamente el mensaje esperanzador de Salomé en su carta del 20 de enero: “Lo más importante en estos casos es rodearse de Ángeles, que, por suerte, los tenemos cerca: la familia, los amigos, la gente que nos quiere. Y escuchar a los profesionales sanitarios que son los que nos van poniendo las baldosas en el camino, para que, a pies juntillas, podamos seguir avanzando.”

J. M. Calvo

¡Regístrate y no te pierdas esta noticia!

Ayúdanos a adaptar más el contenido a ti y aprovecha las ventajas de nuestros usuarios registrados.

REGÍSTRATE GRATIS

Si ya estás registrado pincha aquí.