Siete días y un deseo

La caspa

“Y ahora, algunos quieren que volvamos a los viejos tiempos”

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José Manuel del Barrio

José Manuel del Barrio

“Vuelve la caspa”, escuché el otro día a unas personas de unos setenta años y pico. Yo les seguía los pasos y, al llegar esa sentencia a mis oídos, presté atención. Hablaban de los tiempos presentes y pasados, comparando el ayer con el hoy, el hoy con el ayer, y así sucesivamente. Entraron en una cafetería y yo, que soy muy cuzo, hice lo mismo. Me interesaba la conversación que traían entre manos. Llegados a este punto, es posible que algún lector piense en estos momentos que lo escrito es pura invención, que me dedico a inventar historias para rellenar esta columna dominical. Si alguien piensa de esta guisa, se equivoca de cabo a rabo, porque lo que aquí se dice o escribe siempre está basado, inspirado y fundamentado en hechos, sucesos, circunstancias, etc., de la vida cotidiana. Por eso, allá cada cual con lo que pueda creer, aunque nunca viene mal avisar sobre estas cositas. Bueno, el caso es que yo también entré en el mismo bar que las personas de arriba. Pedí un café con leche y me limité a escuchar lo que llegaba de la mesa de al lado. Y lo que escuchaba no tenía desperdicio.

La voz cantante la llevaba sobre todo una señora, muy morena, menuda y con abundantes arrugas en sus manos y en su rostro. El resto asentía, decía que sí a casi todo o se limitaba a añadir algún comentario muy breve. Pero la señora, con mucha vehemencia, recordaba sucesos, anécdotas, historietas, vivencias, etc., de su infancia y juventud. Hablaba de los sudores que habíamos pasado en este país para llegar hasta aquí, sobre todo en las conquistas de los derechos sociales tras la muerte del dictador. De Franco, claro. Y también se entretenía con las mejoras materiales en todos los sentidos y, muy especialmente, en los pueblos. Por ejemplo, sacó a relucir la pavimentación, el saneamiento, el agua corriente, la telefonía, etc. Llegados a este punto, algunas compañeras y compañeros del grupo que apenas habían alzado la voz hasta ese momento recordaban cómo jugaban ellos al fútbol o cómo saltaban ellas a la comba en las calles, entre cantos y piedras. O cómo iban a buscar el agua a la fuente pública porque eso de abrir el grifo llegó muy tarde a sus localidades. Y del teléfono, ídem.

De todas estas cuestiones se hablaba en esa mesa de señoras y señores. Y yo, que soy muy curioso, escuchaba atentamente la conversación, las palabras, los gestos, los ejemplos que compartían, las reacciones de unas y otros. En fin, todo aquello que, en mi modesta opinión, servía para recordar e interpretar algunos pasajes de nuestro pasado más reciente. Evidentemente, yo me identificaba con casi todo lo que escuchaba porque, al fin y al cabo, todo me resultaba muy familiar. Lo había vivido en carne y hueso. Pero lo que nunca imaginé es que esa señora, la misma que mencionaba antes, dijera: “Y ahora, algunos quieren que volvamos a los viejos tiempos. A la caspa”. En esos instantes, quedé aturdido porque no imaginaba a qué demonios se refería. La duda se resolvió en unos segundos cuando en la conversación introdujo los debates sobre el aborto que, como ya saben, han estado y sigue estando en el candelero político. Y a eso se refería con la caspa. He de confesar que la metáfora me gustó y que, tras pagar el café y salir del bar, mi cerebro solo pensaba: la caspa, la caspa, la caspa…

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