Zamoreando

Vigilancia y control social

El Gobierno está todo el santo día abroncando a los ciudadanos

Montero y Belarra

Montero y Belarra / Fernando Sánchez

Carmen Ferreras

Carmen Ferreras

¿Qué hemos hecho los ciudadanos españoles para que el Gobierno nos abronque constantemente? ¿Qué han hecho los padres españoles para que el Gobierno los tenga entre ceja y ceja? ¿Cómo es posible que desde instancias gubernamentales se lancen campañas y más campañas que cargan contra los padres con un tono intimidatorio e incluso amenazante? ¿De quién son los hijos? Si la respuesta es de los padres, el Gobierno que se meta en asuntos de más interés que afectan a la mayoría ciudadana. Pero si como ya avisó aquella ministra de infausto recuerdo y apellido Celaá: “los hijos no son de los padres sino del Estado”. Entonces que el Estado los mantenga.

El Gobierno, a través de sus distintos ministerios, unos más que otros, está todo el santo día abroncando de malas maneras a los ciudadanos

Las campañas del Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030 no dejan indiferente a nadie. Cuando no es por una cosa es por otra, el Gobierno, a través de sus distintos ministerios, unos más que otros, está todo el santo día abroncando de malas maneras a los ciudadanos, sacándoles los colores y aún peor si se trata de los padres. Esa su campaña “¿a ti que te importa?”, presenta a una serie de personajes chulescos y desafiantes que nos recalcan que los hijos son de su propiedad, enmarcándolos en una clase social determinada, concretamente en una clase social alta. Craso error, cuando ciertos comportamientos y actitudes no saben de clases sociales. A la hora de levantar la mano da lo mismo que se tenga mucho o poco dinero, que se viva en el ático o en el sótano. En lo único que se le puede dar la razón a la campaña diseñada a imagen y semejanza de su titular, la morada Ione Belarra, es que la violencia contra la infancia y la adolescencia no es un asunto privado o doméstico. Pero sólo eso.

Vale ya de utilizar posibles situaciones indeseables desde el punto de vista social para seguir avanzando en la vigilancia y el control de la propia sociedad, la infiltración en los espacios de privacidad y la conversión de cada ciudadano en un policía al servicio del Estado. Quizá haya que empezar a hablar de los hijos no como una propiedad del Estado, tienen sus derechos, pero al igual que no son propiedad de sus progenitores tampoco lo son del Estado. Lo que no se puede seguir consintiendo es la destrucción sistemática de la familia como núcleo de la sociedad. Es la institución social más antigua y la única agrupación natural vital.

En el momento en que Ione Belarra lo llegue a entender, cosa que dudo, se acabarán las broncas a los ciudadanos y esa vigilancia y control social que pretender ejercer sobre todos los padres.

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