Hubo un hombre, que buscando el porqué de la existencia y cansado de vivir en palacios o vagar por el mundo, se recogió en soledad como un eremita, sufriendo numerosas privaciones. Más tarde, decidió sentarse bajo un árbol, donde jugaba cuando era niño y simplemente para respirar y vivir el silencio. Así es como llegó a tener una experiencia inefable, contactó en un instante determinado con su propia conciencia y al darse cuenta de que todo lo que buscaba estaba dentro de sí mismo, sintió que se le habían desvelado todas las respuestas. Se llamaba Buda.

Siglos más tarde, otro hombre, decidió cambiar los destinos de la humanidad y en un instante determinado de su existencia, se echó a los caminos a predicar su doctrina de Amor y bienaventuranza, también de esperanza en un mundo futuro. Basó su doctrina en el Amor incondicional y en la igualdad de todos los seres de la tierra. Pagó con su vida su atrevimiento por encontrar la solución en el más allá, en un lugar llamado cielo. Se llamaba Jesús.

Algunos místicos han seguido los caminos propuestos por ambos, porque los dos empiezan por oír el silencio y, es entonces cuando indagan en su interior, para por medio de la intuición o la revelación, esas chispas cegadoras que encienden la luz de la conciencia, contactar con ese mundo que no vemos, pero que está presente en todos nosotros. Y es que está tan cerca pero tan lejos, que parece increíble que se puedan entender las preguntas a las que nadie sabe responder de otra manera.

Así, uno de nuestros místicos españoles, San Juan de la Cruz escribió un bellísimo poema, sobre el Amor con mayúsculas, con versos tan directos como estos, siguiendo el bíblico Cantar de los Cantares donde se producía en una noche oscura, por medio de la revelación la unión del alma (la amada) con Dios (El Amado): "En la noche dichosa,/ en secreto, que nadie me veía, ni yo miraba cosa, sin otra luz y guía, sino la que en el corazón ardía./ (...) ¡Oh noche que guiaste;/ oh noche amable más que la alborada; / oh noche que juntaste, Amado con amada, amada, con el Amado trasformada".

Y aquellas doctrinas que ilusionaron a los hombres para poder sobrellevar la existencia, basándose en el Amor con mayúsculas, a partir del recogimiento en el silencio, han llamado la atención de pensadores, investigadores y vendedores de todo tipo de objetos, en las sociedades modernas.

Parte de todo ese bagaje cultural ha quedado traducido en la actualidad a pura mercadotécnia. Los especialistas en ese campo han tomado de la psicología la palabra "insight" que significa "visión interna", con la que la persona comprende una verdad revelada, es decir los encargados de vendernos productos han estudiado previamente la mente del consumidor para entender las emociones o percepciones internas que nos llevan a escoger uno de ellos y así potenciar el mayor número de ventas.

Pero no hay que perder la esperanza, porque también ha servido para que gente maravillosa siga el camino del Amor con mayúsculas y luche denodadamente para mejorar la vida de los hombres.

Oí el otro día al gran investigador español Joan Massegué explicando el último hallazgo de sus investigaciones en relación con la metástasis, el cual ha partido también de un acto de Amor. Afirmaba que el día que vio morir a su padre, tuvo de repente un pensamiento muy claro, ahí llegaré yo y entenderé qué pasa con esa revolución de carácter infinitesimal.

Y tras muchos años de esfuerzo, silencio y trabajo, ahí llegó, y ha encontrado la clave de unos de los males que asolan a la humanidad, ha podido asistir a la actuación de todas nuestras células y comprobar que a la vez que matan, todas ellas también regeneran sin excepción. Es decir, todo está dentro de nosotros

Se repite así el esquema en todos los mundos en el universo, todos llevan dentro ángeles y demonios, pero por medio de la revelación y la constancia, ha llegado a sentar las bases de la curación del cáncer.

Este investigador nos devuelve con sus descubrimientos la esperanza en el ser humano, y hace que el desbarajuste social al que nos enfrentamos los ciudadanos del planeta deje por unos minutos de tener importancia, porque con silencio, concordia y generosidad es como conseguiremos hacer un mundo más habitable y creíble.

Lección para nuestros políticos, "Cuando tan torpe la razón se halla, mejor habla, señor, quien mejor calla" (de un tal Calderón de la Barca).