Una de las figuras más brillantes en la historia del siglo XVI, con raíces zamoranas fue don Pedro Enríquez, nacido en Zamora en 1535, siendo sus padres el Conde de Alba de Aliste, don Pedro Enríquez de Guzmán y doña Catalina Pimentel y Toledo. Los comienzos de la vida de Pedro Enríquez fueron muy trabajosos, sentó plaza como soldado y con una pica al hombro recorrió gran parte del territorio de Italia en el ejército que mandaba el Gran Duque de Alba. Bajo tan buen mando alcanzó plaza de capitán de caballos con la venera de Santiago. Tuvo fama de hombre galán y de gentil apostura, se fue a Madrid a probar fortuna y al poco tiempo se plantó en Flandes con los ojos puestos en una dama protegida del rey Felipe II.

Al regreso de la campaña de Flandes casó con doña Juana de Acevedo, rica señora de Salamanca que se había divorciado de don Francisco de Fonseca, señor de Coca y Alaejos. El Rey protegió este matrimonio olvidando los atrevimientos del capitán, agraciándole con el título de Conde de Fuentes de Ropel. Lo empleó además a su servicio en Milán, donde se distinguió de forma que, habiendo enfermado don Álvaro de Bazán, Marqués de Santa Cruz, Capitán General de Portugal, le confirió este cargo.

Apenas llevaba un año al frente de la Capitanía general de Portugal, cuando el famoso almirante inglés Drake, en el año 1589, se presentó en la costa portuguesa con una formidable armada y más de veinte mil hombres poniendo asedio a Lisboa.

Don Pedro Enríquez se enfrentó al inglés duramente, haciéndole retirarse a Inglaterra con pérdida de la mitad de su tropa.

Trasladado el Conde de Fuentes a los Países Bajos, sustituyó en el mando al Duque de Parma, Alejandro Farnesio, que era uno de los grandes capitanes de la época. La batalla de Dauriens, que ganó Pedro Enríquez brillantemente dando muerte al Almirante de Francia; el sitio y posesión de Cambray; el fuerte de Flandes y sobre todo la sagaz política con que supo enfrentarse a los planes del rey Enrique de Francia, dieron fama universal al Conde de Fuentes.

Al advenimiento del rey Felipe III, fue designado para el gobierno y Capitanía General de Milán, al tiempo que los venecianos, los genoveses y el duque de Saboya estimulados por el rey de Francia, preparaban una coalición contra España, invadiendo los Estados del Papa. El Conde los combatió sucesivamente desbaratando sus planes y consolidando los dominios españoles, alcanzando, ya anciano, el final de su gloriosa carrera en el mismo Milán en el año 1610.

Siempre tuvo don Pedro Enríquez gran afecto para Zamora y los zamoranos; entre los que tuvo a su lado a Hernán Tello de Portocarrero, toresano al que dio el gobierno de la plaza de Douriens, y a Isidro Morán, su secretario en Milán, fundador del Hospital de la Encarnación en Zamora.