Tal día como hoy, ahora hace 36 años, el 11 de enero de 1979, nos dejó el poeta sayagués Justo Alejo. Se suicidó, arrojándose desde una de las ventanas de la cuarta planta del Ministerio del Aire, donde tenía su oficina, en Madrid. En el Servicio de psicología, pues era psicólogo, además de maestro y licenciado en pedagogía, en F. y Letras y otros estudios más. Pero en su profesión de militar solo pudo alcanzar más que el grado de brigada de aviación por su condición de "chusquero". Ni una carta de despedida dejó, ni una llamada a nadie para dar cuenta de su razón o sinrazón. Ni siquiera un último poema, como su admirado Maikovski: "Estoy en paz con la vida. / No vale la pena / que me ponga a enumerar dolores y desgracias, ofensa mutuas". Sobre su suicidio, los militares colocaron una pesada lápida de silencio.

Había vuelto hacía unos días de pasar las fiestas de Navidad en su Formariz natal, entre los suyos. Su madre había muerto ya hacía unos años. En la mesa familiar se dejaba sentir más la pena por los que faltaban, que el requerido regocijo festivo de las celebraciones. Sin embargo, nadie pudo notar un indicio que hiciera sospechar el dramático desenlace que se iba a producir a los pocos días. A nadie dijo nada, tampoco. Salvo a Felipe Moralejo, padre de su amigo Teófilo, con quien tenía mucha confianza y le confesó: "Estoy tan harto, que a veces me viene a la cabeza quitarme de en medio". Pero él tampoco se lo tomó en serio. Le contestó que eso ni siquiera debía de pensarlo. En realidad no le creyó. Como tantas veces, consideró el lance como una más de "las cosas de Justo", una muletilla muy de sus convecinos ante sus ocurrencias chocantes.

Lo llevaron a enterrar a su pueblo. En una tumba de la familia, al lado de la de su madre, Rosa Alejo, que lo tuvo de soltera, a la que tanto quiso en vida. Sus restos mortales fueron depositados sobre los de su padrastro, en el viejo cementerio parroquial de Formariz, adosado a la iglesia de Santa Colomba. Años más tarde, esparcieron sus cenizas por el campo, como él quería. Un autobús con sus compañeros de milicia había seguido al coche fúnebre desde Madrid. El pueblo entero estuvo presente allí, junto a sus familiares, para llorarlo. Siempre fue uno más. Nunca negó un favor a nadie. Complaciente, amable, magnánimo, cercano. Sus gentes -"la gentica"-, su tierra, Zamora, Sayago, todo lo nuestro gozó siempre de la prioridad de sus afectos. Sus amigos lo saben bien. Muchos ya no están, pero lo dejaron dicho.

Claudio Rodríguez, a quien él tanto admiraba. En la lectura poética que se celebró el 19 de enero de 1979, en la Casa de Zamora en Madrid, "instó a hacerle un merecido homenaje por su valía y zamoranismo". Y Basílides Gómez del Estal, su compañero y amigo de Granja de Moreruela, escribió: "Su vida fue una constante lucha por la reivindicación de las gentes humildes y marginadas, sus "genticas" como a él le gustaba decir. Siempre dispuesto para la ayuda ajena, el favor desinteresado y la entrega total a los demás". Hay otros muchos testimonios semejantes; no caben aquí todos.

En este año que comienza, se cumple el octogésimo aniversario de su nacimiento. Sus paisanos vamos a homenajear tanto a su obra como a su persona, por lo grande. Es de justicia. En poesía, su original aportación a las letras hispanas lo ha convertido en pionero y referente de la neovanguardia, aún en plena vigencia. No es uno más, sube de valor cada día que pasa. Es un poeta de culto para muchos jóvenes. Valedores: Rosa Chacel, García de la Concha, Santiago Amón, José Miguel Ullán, Antonio Piedra, Clara Janés, Francisco Pino, Guadalupe Grande, Isabel Paraíso, José Manuel Rozas, Manuel Rico, Carlos Frühbeck Moreno, Manuel Vázquez Montalbán, entre otros.

No estaríamos a la altura los zamoranos si eludiéramos rendirle en esta efemérides los honores que merece su legado de poeta y escritor clarividente, valiente y comprometido. Prendido ha de quedar en la memoria de los zamoranos su valioso legado. Sépalo él, que lo pedía en un bello poema con vehemencia: "ZAMORA / eres/ AROMAS / Roma / Amor / Morada / y Mora / sé otra cosa, / casa nuestra / de amores / mucho más cerca".