En estos momentos, querría tener la sapiencia de don Luis del Val, para poder expresarme diciendo lo justo. Con esa ciencia, para hacer cuadrar; sin pasarme, pero nunca quedándome corto, mis ideas y así no tendría que sembrar con trigo de su cosecha. Al naturalista y presidente de la urticante y ridícula asociación Lobo Marley: no entiendo por qué hace resaltar en esa especie de biografía, lo de naturalista. ¡Cómo si fuera un don, un privilegio o un Nobel!, la historia natural lo atribuye todo a lo natural, como base y alejada de todo romanticismo. Lo natural apartado de todo fingimiento, aprovechando exclusivamente, lo natural, para no mezclarlo ni confundirlo con lo sobrenatural. Esa escuela literaria se fundó en el siglo XIX y su filosofía (para resumir) era el simple realismo.

Cuando alguien utiliza o llega a revelar su identidad sin venir a cuento diciendo: no sabes con quién estas hablando. Para mí, tienen una enfermedad incurable, lo que intentan es ocultar su vanidad. Para su persona, no tengo respuesta. Pero para sus ideas, sí pues a la vez de ignorantes, las veo malvadas, prototipo de esas personas poco pensantes y sin ningún sentido común, que ríen cuando alguien se cae. Es mi norma respetar a las personas, las ideas las peleo y si puedo las salpico. Yo también me río, pero de ese desvergonzado desconocimiento del lobo. Usted y algún tonto contemporáneo más, solo valoran su físico, y de ahí el aprecio que neciamente le da. Lo que demuestra, que no tienen un «delicado» conocimiento de él y menos de sus maldades. Los que defendéis a esta bestia no distinguís al lobo de una alpaca (rumiante) o paja. ¿Qué sentido o razonamiento le iluminaba para decir que es tan importante la Catedral como el lobo? Me parece tal disparate, tal estupidez, ¿no podría ser que todo su grupo duerma en la ignorancia y se tapen con la hipocresía? La ignorancia la normal, la natural, la que lleva el símbolo de la candidez; siempre la he tolerado. Puede ser triste, conmovedora, si es arrastrada por circunstancias de la vida. Hasta honroso el saberlo. Pero la hipocresía me ciega, me excita. Por eso a todos esos que defendéis al lobo agrupados en excéntricos aristócratas e inteligentes bufones, me gustaría que sufrieras tanto, como sufre el ganadero, cuando recibe una «lobada». ¿Qué méritos encontráis al defenderlo, cuando es un animal dañino por naturaleza con extremada astucia y malvada inteligencia? ¿O no es malvado, cruel y perverso al matar no para comer sino para hacer daño? ¿Matar 80, 33 o 20 ovejas es una broma? Ya que vosotros dais consejos para vivir con él, decirle (porque nadie se lo ha dicho) que no sea tan cruel, tan malvado, que no juegue haciendo daño. Como seguro que lo conseguís, habéis traído la tranquilidad antes ennegrecida al ganadero. ¿Y vosotros sois los naturalistas y ecologistas? Para mí, insípidos ciudadanos.

Me es imposible creer que hablen tanto del lobo y sepan tan poco de él. Lo suyo es falacia amasada con cierta habilidad. Si sabéis tanto del lobo ¿por qué no decís cómo, cuándo y de qué manera hace esos estragos? Porque no lo sabéis. Espléndidas, maravillosas son las ideas, cuando se utilizan con sentido común. Cuando no son majaderías.

José M.ª Mateos (Fresnadillo de Sayago)