Querida señora alcaldesa. De usted vale lo dicho en mi carta a un alcalde varón. ¿Por qué entonces repetir? ¿Soy un empedernido cavernícola que propicia la separación de género? No en absoluto. Pero creo que usted como mujer tiene también mucha suerte de haber sido, en su caso, más querida que los hombres para gobernar su pueblo. Y en usted se personifica una opción que rompe muchos prejuicios y por tanto nos alienta y señala un futuro de mayor igualdad. En usted muchas mujeres de nuestra provincia se pueden sentir orgullosas y reconocidas. En usted superamos los valores y concepciones ancestrales que perjudican en mucho al propio varón y por supuesto a las mujeres. A usted, a su valía, a su arrojo, a quienes la han querido como alcaldesa, debemos mucho todos los varones de Zamora. Mujeres así, como usted, señalan a nuestra sociedad, caminos de mayor integración. Titulares como el siguiente que esconden realidades del pasado nos deben preocupar. Las urnas han vuelto a ser testigos del avance femenino en la vida política española, y tras las últimas elecciones municipales las mujeres ya representan el 37 por ciento de los concejales del país, aunque las alcaldesas, a día de hoy, sólo dirigen el 14 por ciento de las corporaciones locales. Bien es verdad que aún son pocas. En Zamora, 26 frente a 222 varones. Este dato nos muestra un camino en el que tenemos que progresar mucho y rápido. Bien es verdad que tiene en la alcaldesa de la capital, en la directora de este periódico y en la subdelegada del Gobierno tres ejemplos, que en cuestión de mando y autoridad por votación, preparación y designación Zamora presenta una cota de calidad. Tres mujeres en la cúspide de tres instituciones importantes.

Quienes a veces tenemos de tiempo para pensar, nos gustaría saber qué aportaciones específicas hace una mujer alcaldesa a diferencia de un alcalde, qué sensibilidades manifiesta, a qué da prioridades, cómo es el clima emocional, cooperativo, participativo, grado de contento de los vecinos, la convivencia, la efectividad del pueblo que usted gobierna. Recuerdo que en una ocasión conocí a una que cambió los tradicionales empleos de mujeres a la limpieza, los varones al arreglo de jardines. Y en adelante, en aquel pueblo los varones pasaban la fregona por los suelos, los detergentes en retretes y los paños en los cristales. Las mujeres adornaron el pueblo con jardines muy hermosos y plantas bien aromáticas. Al principio sorprendió un poco. La costumbre era la costumbre, pero luego se vio que era también educativo cambiar a veces los papeles tradicionales. Ya me gustaría que usted, junto con otras compañeras alcaldesas, organizasen unas jornadas, un congreso, para estudiar este fenómeno. Y así como las fiestas de las Águedas, excursiones, cursos, etc. que organizan mujeres tienen otro cariz que las protagonizadas por varones, me inclino a pensar en un principio que su pueblo tiene otra vivencias y experiencias. Me gustaría saber cómo resuelven los problemas, los conflictos. Cómo buscan soluciones.

Estimo que podría ser interesante para todos conocer los motivos por los que los electores y electoras le prefirieron a usted y las singularidades que aporta al buen funcionamiento del municipio que dirige. Nos cuesta bastante aceptar el principio de igualdad. Tal vez por eso no pocos critican con dureza la existencia de un Ministerio para conseguirlo y propiciarlo o el sistema de cuotas. Formas nuevas para lograr algo que debería ser normal. Pero miremos por donde miremos la sociedad, igual da la universidad, que las empresas, las mujeres no están en sus puestos rectores. Tal vez por esa razón la revolución y los cambios que empiezan en el pueblo sean los más convincentes y duraderos. Usted, como alcaldesa de pueblo que ha competido en sana lid con varones por el primer puesto, el de más confianza en el pueblo y lo ha ganado, tiene mucho mérito. Yo sí pienso que las comunidades presididas por una mujer se transforman en diferentes a las que son regidas por varones. Las diferencias exactas sería cuestión de averiguarlas mediante el estudio, al que no renunciamos. No entiendo por qué seguimos atribuyendo mayorías a mujeres en campos como la educación, la enfermería, la limpieza y no en alcaldesa de pueblo. Si ser alcaldesa me recuerda que los refranes como los siguientes y otros les han hecho a las mujeres una mala pasada. A la mujer casada y casta, con el marido le basta. Aunque el consejo de la mujer sea poco, no tomarlo es de loco. La cobija y la mujer suavecitas han de ser. La mujer cuando piensa sola, mal piensa. La mujer y la gallina siempre pican. La mujer y la sardina, cuanto más pequeñas, más finas. Me gustan más dos alemanes que dicen: Cuando una mujer no tiene respuesta se ha secado el mar. El trabajo de la mujer es simple, pero nunca termina.