Literatura

Mataron a un periodista, crónica negra del 34

Reeditan el libro 'Por qué mataron a Luis de Sirval', relato de época de Ignacio Carral sobre el asesinato del periodista valenciano de 36 años en Oviedo

Luis de Sirval.

Luis de Sirval.

Chus Neira

El periodista Luis de Sirval tenía 36 años y una fe ciega en el relato cuando decidió venir a Asturias para informar a pie de calle de la Revolución de Octubre y acabó con seis tiros en el cuerpo en el patio interior de una comisaría en Oviedo. Su caso motivó, entonces, preguntas parlamentarias, adhesiones de compañeros, un juicio del que solo saldría condenado, y a seis meses de cárcel, uno de los dos oficiales del Tercio que lo mataron, y el eco de una injusticia que el tiempo acabaría por apagar.

Por qué mataron a Luis de Sirval fue uno de aquellos testimonios de época, una crónica afilada de Ignacio Carral para tratar de reconstruir los hechos que acabaron con la vida de su colega. La escribió un año después de la muerte de Sirval y la acaba de reeditar la editorial Renacimiento dentro de su colección 'Espuela de plata'.

El libro, entendido como novela de no-ficción, es una crónica negra y criminal de aquel violento octubre del 34, un brillante ejercicio de periodismo y un documento esclarecedor de las contradicciones políticas que atraparon a la República al final de sus días.

Así lo destaca, en el prólogo, el crítico José Luis García Martín, responsable de la edición: "Llegó la Guerra Civil y a aquella muerte de un periodista le siguieron muchas muertes, incontables crímenes, y su caso dejó de tener rentabilidad política. Tras la guerra, las izquierdas que habían procurado sacar todo el rédito político posible de un crimen que el gobierno de Lerroux pretendió dejar impune, se olvidaron de él. A fin de cuentas, fue asesinado durante la República y fueron las autoridades de la República quienes trataron de ocultar o tergiversar los hechos. Tras la Guerra Civil era complicado explicar que la República por la que lucharon los perdedores tuvo también su etapa filofascista".

Luis de Sirval se había labrado un nombre en el periodismo madrileño de la época desde las páginas de 'La Libertad', donde sus crónicas parlamentarias acabaron integrando el volumen "Huellas de las constituyentes", también reeditado, hace dos años, por Renacimiento. Las presiones políticas que sufría la cabecera y la censura que Sirval acabó sufriendo le llevaron a dejar la redacción y fundar una agencia de noticias, la 'Agencia Sirval'. Allí se hizo empresario y fichó a algunas de las mejores plumas de la época: Alomar, Albornoz, Araquistain, Marcelino Domingo, Pérez de Ayala…

Cuando entendió que lo que estaba sucediendo en Asturias requería de una mirada que rastreara los hechos contrastados, él mismo se desplazó para contarlo todo desde su agencia. El anuncio que lanzó a los medios abonados a sus servicios informaba de sus intenciones: "La rebelión de Asturias. Quince días de guerra bajo la enseña roja. Comenzamos a publicar hoy el apasionante reportaje que, con este título, está realizando sobre el terreno de lo que ha sido sangriento campo de batalla en Asturias nuestro compañero Sirval. El lector conoce la copiosa información telegráfica que le hemos servido de las terribles jornadas asturianas, pero le faltaba la impresión directa, vivida, que le brindamos ahora: el relato, en fin, desapasionado y real de lo acaecido".

Como señala Ignacio Carral en su crónica, "los lectores que siguieran el reportaje de Sirval no podrían contener, en efecto, su emoción, cuando leyeran la escueta referencia que los periódicos pudieron dar de su muerte; y la noticia les diría mucho más sobre lo que estaba sucediendo en Asturias que todo lo que Sirval pudiera haberles dicho sin censura de prensa".

Sirval se adentra en la región y baja del tren. Quiere conocer de primera mano qué ha sucedido en los primeros días de la revolución y en la posterior represión. Habla con testigos, pasa por Campomanes, Vega del Rey, Pola de Lena, se dirige a pie a Mieres.

En su primera entrega en el periódico (publicó dos) escribe: "Pajares. El hermoso puerto asturiano, con sus cresterías nevadas, es la primera estación de peligro. De aquí en adelante, el tren caminará con infinitas precauciones. Todos los puentes han sufrido cargas de dinamita. No hay ninguno derribado, pero tienen en su totalidad los basamentos removidos. Hay que parar a la entrada de cada uno de ellos y luego probar, pasando lentamente, a ver si se hunde con el peso del tren. Todos los pasajeros asistimos, arracimados en las ventanillas, a la peligrosa experiencia".

Sirval siguió preguntando y dio con unos soldados del Tercio que le dieron noticia, con nombre y apellidos, de algunos casos de represión. Fusilamientos en Oviedo a cargo de un teniente búlgaro. Esas notas, que no pasaron de unos apuntes en el bolsillo de Sirval, resultan hoy especialmente llamativas, pues en ellas se da cuenta del asesinato de Aída Lafuente.

El libro de Carral se acompaña en esta edición con el folleto, publicado por sus amigos y colegas "¡Acusamos! El asesinato de Luis de Sirval". Entre otro tipo de materiales, como el relato de los hechos en boca de compañeros asturianos que compartieron con él las últimas horas con vida en el calabozo, como Ovidio Gondi, se reproducen aquellas últimas notas que le acabarían costando la vida:

"Daída Peña, 16 años, la fusiló el teniente Dimitri Iván Ivanoff. Iglesia de San Pedro. Fusilaron 7 en seguida. Sargento Vázquez, del 3. 60 escaparon".

Cuando Sirval llegó a Oviedo se alojó en casa Flora, en la calle Fruela. Allí, en una cena protagonizó una discusión con otros parroquianos, en la que negó las atrocidades que se les imputaba a los mineros y aportó, en cambio, el relato de aquellos fusilamientos de los que, dijo, tenía pruebas». Fue ese comentario, al llegar a los oídos de las autoridades, lo que finalmente acabó con los huesos de Sirval en Santa Clara y después en la comisaría, donde fueron a buscarlo para matarlo.

Carral desarrolla el relato, primero tal y como fue dado a conocer al público, maquillados los nombres y las cosas con extraños datos. Después recrea, amplía y novela esa muerte que Sirval no vio venir y a la que se resistía con un "Me confunden, me confunden, les aseguro que yo no he hecho nada", segundos antes de recibir los seis disparos.