Entrevista | Lucía Fernández Ballesteros Hija de Miguel Fernández, desaparecido en 2016 en Gallegos del Campo

"A medida que pasa el tiempo es peor; la incertidumbre te corroe"

"Para mí, hace siete años y medio que se paró la vida; no celebro navidades ni cumpleaños, me cuesta socializar, hacer planes. Mucha gente no lo entiende"

"La gran pregunta que te come es: ¿qué ha pasado?, ¿por qué no aparece nada, un zapato o el cinturón?"

"Las familias estamos olvidadas, no le importamos ni a los políticos ni a los grandes medios de comunicación. Gracias a la prensa local"

Lucía Fernández Ballesteros, hija de Miguel, desparecido en 2016

Lucía Fernández Ballesteros, hija de Miguel, desparecido en 2016 / I. G.

Lucía no es la misma desde que el 2 de septiembre de 2016 su padre desapareció sin dejar rastro. Han pasado siete años y medio –con sus días y sus noches–, y Lucía Fernández y su madre, María Luisa Ballesteros, intentan normalizar sus vidas con una sombra permanente ¿qué le pasó?. Una ausencia inexplicable. Miguel tenía 78 años cuando, como cada día, salió de su casa en Gallegos del Campo –pueblo del municipio de Figueruela de Arriba– para darse el paseo rutinario. Nunca volvió. Residente en Madrid, el matrimonio pasaba el verano en la casa del pueblo. Lucía se enteró de la noticia cuando viajaba con su pareja a buscar a sus padres para volver a Madrid. No pudo ser. La vida de Lucía y María Luisa dio un vuelco inesperado. Ni la rápida reacción de vecinos de Gallegos y de todo el contorno participando con la Guardia Civil en incansables batidas, ni la investigación aún abierta han dado resultado. No se ha encontrado rastro de Miguel. "Ni un triste zapato". Así lo cuenta Lucía Fernández, quien ofreció su testimonio en las III Jornadas sobre Desapariciones Involuntarias organizadas en Zamora por la Guardia Civil. Un relato desgarrado y sincero sobre un duelo irresuelto que acarrea problemas emocionales y psicológicos con los que intenta convivir.

–¿Es duro volver a Zamora?

–Lo duro es ir al pueblo. Mi madre lo lleva mejor, yo no. Porque la desaparición de mi padre marca un antes y un después, la vida se te paraliza. Yo no celebro navidades ni cumpleaños, me cuesta socializar, hacer planes con gente. Y esto mucha gente no lo entiende. Por eso, no me canso de pedir la empatía de la gente con las familias.

–¿Se sienten incomprendidas?

–Claro. Yo pido que si no sabes qué decir, no digas nada. Da un abrazo o simplemente calla. Pero frases del tipo: ‘ha pasado mucho tiempo’, ‘ya puedes pasar página’, ‘no va a aparecer’, ‘algo le habrá pasado’ o ‘tendrás que rehacer la vida’, se te quedan clavadas y duelen, duelen mucho. Por eso, si no tienes nada que decir, me das un abrazo o no me preguntes.

Yo pido que si no sabes qué decir, no digas nada. Da un abrazo o simplemente calla. Pero frases del tipo: ‘ha pasado mucho tiempo’ se te clavan en el alma

–¿Las personas no sabemos reaccionar ante estas tragedias?

–Hay de todo, pero la mayoría de la gente no te entiende. No entiende nada, le pasa también a la gente con enfermedades raras. Al final te tienes que unir con personas que están pasando por lo mismo que tú. Cuando te empiezan, ‘por qué no quieres hacer esto o lo otro’, ‘pero si han pasado muchos años’, ‘por qué no quieres celebrar la navidad o tu cumpleaños’. Duele tanto... Ni se imaginan por lo que estamos pasando quienes hemos perdido a un ser querido sin saber lo que le ha pasado, sin poder llevarles unas flores al cementerio, sin una despedida.

–Han pasado siete años y medio desde que desapareció su padre, ¿el tiempo calma o alimenta el dolor?

–A medida que pasa el tiempo es peor. Porque esto no es como el duelo. El problema es que la incertidumbre te corroe. Te preguntas una y otra vez, qué ha pasado. No puede ser que no haya noticias, te comes la cabeza pensado, ¿y si alguien le ha hecho algo?. Pero la Guardia Civil me dice, eso necesita más de una persona. Muchos guardias jubilados viven en los pueblos, son muchos días, muchas tardes de bar, conocen a mucha gente y es que no han oído nada. Por eso me dicen que es difícil que le haya pasado algo, por la sencilla razón de que no se ha encontrado ningún rastro.

Lucía Fernández Ballesteros

Lucía Fernández Ballesteros / I. G.

–¿Sigue manteniendo contacto con la Guardia Civil?

–Sí. Estoy contenta con ellos porque cada vez que he necesitado algo o he tenido cualquier duda, me han dado todas las facilidades. En las Jornadas de Personas Desaparecidas me he sentido muy arropada y apoyada. Y tampoco puedo dejar de agradecer a toda la gente que, muchos sin conocer a mi padre, acudió en mas a buscarlo por el monte. No dejaré nunca de dar las gracias.

Mi madre es una heroína. A sus 85 años tiene sus achaques, pero hace todo lo posible para no darme problemas

–Una vez me dijo que en el fondo se alegraba de ir a un tanatorio ¿cómo es eso?

–Se que es muy duro escuchar esto, pero tener la oportunidad de despedir a un ser querido, de celebrar un entierro y llevarle flores. No sabes el privilegio que es. Me dicen, yo también he perdido a mi madre o a mi padre. Ya, pero les puedes llevar flores y te has podido despedir. Por un lado me da "envidia" de quien puede llevar a su ser querido a un tanatorio y por otro intento evitarlos. Es una de las muchas contradicciones que tienes.

–¿Cuándo vuelve al pueblo intenta seguir los pasos de lo que pudo hacer su padre?

–No. Yo en el pueblo salgo lo menos posible, evito ir a las fiestas, tendré que cambiar en algún momento, pero… hoy me cuesta mucho. En cambio creo que a mi madre le tranquiliza, incluso le conforta, porque ella se sigue preocupando por hacer cosas en casa. De hecho, teníamos una obra pendiente en el pueblo justo cuando desapareció mi padre y le dijo al albañil que siguiera adelante.

–¡Qué fortaleza!

–Mi madre es un roble. El de mis padres era un matrimonio de los de antes, ella vivía por y para mi padre. Han estado toda la vida juntos. Se fueron a Madrid en 1965 y mi padre jamás iba a ningún sitio sin mi madre, o en casos muy excepcionales. Y mi madre ha vivido para mi padre y para mi.

Me gustaría encontrar alguna pista solo para poderle decir, ‘mamá tenemos algo’

–Nadie está preparado para pasar la última etapa de la vida pasando por este trago.

–Mi madre es una heroína. A sus 85 años tiene sus achaques, pero se defiende. Vive sola en su casa. Cuando pasó todo dijo, ‘ya tienes bastantes problemas como para encima buscarte otro más’. Es independiente al máximo. Aunque vivimos cerca, ella intenta darme los mínimos problemas. Me gustaría encontrar alguna pista solo para poderle decir, ‘mamá tenemos algo’.

–¿Qué preguntas se sigue haciendo Lucía?

–Qué ha pasado. Por qué no aparece un zapato o el cinturón. Yo creo que nadie le ha hecho nada a mi padre, tampoco tengo certeza, tampoco hay evidencias, pero en los casos que aparecen personas siempre alguien habla. Es que es terrible, a mi me da una cosa ... Es que mi madre se va a morir sin saber qué ha pasado. ¿Y qué ha pasado, y por qué no encontramos nada? Los zapatos, el cinturón, eso no se degrada. Por eso hay días muy duros. Dices ¿algún día vamos a tener alguna respuesta?.

–¿Realmente encuentra alguna respuesta lógica a lo que le pudo pasar a su padre?

–Lo que sabemos es que ese día hacía mucho calor, se supone que cuando salió a pasear se agotó y se refugió en algún lugar de sombra, debajo de una jara y esperó a recuperarse. Pero luego se me vienen otras preguntas a la cabeza, ‘¿y si alguien le ha hecho algo?’.

–Es mucho tiempo para hacerse muchas preguntas.

–Muchas horas, muchos días. A mi ir al pueblo me cuesta, aunque seguimos yendo en verano. Mi madre tiene mucha más ilusión, yo no. Son muchos recuerdos y la incertidumbre de no poder cerrar el duelo. Tienes un dolor aquí (señala el pecho) que lloras como por dentro. Cambios de humor, unos altibajos impresionantes, nada te hace ilusión. Lo de celebrar cosas no me gusta nada.

Cuando veo a los hijos de mis amigos que nacieron cuando desapareció mi padre, me doy cuenta del tiempo que ha pasado

–¿En estos casi ocho años hay algún día que no se acuerde de lo que le pasó a su padre?

–Pues a lo mejor si tengo algún día terrible de trabajo, puede ser. Pero sino, todos los días. Y luego yo tengo amigos que sus hijos han nacido hace siete años y veo cómo el tiempo ha pasado. Para mi es como si se hubiese parado, pero no. Lo veo en ese niño al que han bautizado, ha pasado por parvulitos, ahora va al colegio. Ahí te das cuenta perfectamente de que el tiempo ha pasado y seguimos igual.

–Después de esas búsquedas tan intensas de los primeros días, incluso meses; con la Guardia Civil sin bajar la guardia ¿le han llegado a dar una respuesta lógica, algo a lo que agarrarse?

–Es que no la tienen. Ellos dicen que no puede haber sido algo que le haya pasado porque siempre hay indicios, no es tan fácil deshacerse de un cadáver, siempre quedan pistas. Que cuando no quedan pistas es porque es algo involuntario. La verdad es que no sospecho nada, pero se te pasa de todo por la cabeza.

–¿Hay algo en lo que encuentre la paz?

–En nada, tengo días muy malos. Cambios de humor insoportables, momentos que no se qué quiero. Quiero que esto acabe y no puedo hacer nada. Y encima sigo inmersa en el proceso para que la Justicia de por finalizada la declaración de fallecimiento.

–¿Es complicado o se facilitan las cosas a las familias?

–Es durísimo. Tener que solicitar la declaración de fallecimiento de una persona cuyo cadáver no ha aparecido es como si llorases por dentro. Se me rompe el corazón. Por qué tenemos las familias que enfrentarnos a esta situación, es uno de los dolores más fuertes que tengo. Hay que iniciar los trámites a los cinco años de la desaparición y todavía sigo con ello. Es triste, pero te enfrentas a preguntas como que ‘por qué desapareció’. Y nosotros qué sabemos. Si no lo sabe ni la Guardia Civil.

Si se te muere un familiar, lo vas a echar de menos pero el dolor no es el mismo. Vas a poder llevarle unas flores o decir una misa. ¿Pero nosotros?

–¿Le ha afectado a la salud?

–Tengo la tensión por las nubes y a este paso voy a tener que solicitar ayuda psicológica porque se me está haciendo muy duro. Como te digo, el tiempo no calma. Si se te muere un familiar, lo vas a echar de menos pero el dolor no es el mismo. Vas a poder llevarle unas flores o decir una misa. ¿Pero esto? Vale, han avanzado mucho las tecnologías, pero es que la gente sigue desapareciendo. Dónde están todas las personas que no han aparecido.

–¿Qué consejo daría a las familias que se tienen que enfrentar a dramas similares?

–Que se rodeen de gente positiva porque bastante tienes con lo que te ha pasado. Hay días que me cuesta levantarme. Hay gente muy buena; cuando te pasa una tragedia como esta es cuando realmente sabes quién te apoya y quién no. Y las familias que piensen en irse adaptando lo antes posible porque esto no se sabe cómo va a acabar. Que recurran a las asociaciones de desaparecidos e intenten buscar gente con problemas similares, porque somos los que realmente nos entendemos. Y mucha paciencia. Hay que seguir adelante y no perder la esperanza. Aunque se dice muy bien; las noches son muy duras y hay veces que nos cuesta levantarnos. Y hay que confiar en las Fuerzas de Seguridad, son muy profesionales.

–Siempre insiste en la prevención, ¿son evitables muchas desapariciones?

–Creo que tomando medidas sí. Hay que tener prevención. La gente mayor, incluso joven, no puede salir sola, y menos no decir dónde va. Y tampoco es de recibo que en un pueblo aparezca muerta una persona en su casa y lleve varios días. Por favor empatía, al menos mirar si el vecino abre la ventana. Por mucha soledad que haya, el vecino se puede fijar si ha levantado la persiana. Y algo súper importante, hay que denunciar en el primer minuto. Las únicas horas que te salvan son las 24 primeras, el resto ya se pierde la esperanza. Y si llevas un dispositivo hay más opciones de que se pueda localizar a la persona.

Falta apoyo a las familias. No es normal que yo me tenga que enfrentar a declarar por alguien fallecido sin haber aparecido, cuando no hay ni un cadáver ni una respuesta

–¿Cómo valora el tratamiento de los medios de comunicación?

–Yo lo que pido es que cuenten lo ocurrido tal cual, que no hagan carnaza. Y que den visibilidad a los desaparecidos; lo digo especialmente por las grandes cadenas y plataformas de televisión. No puedo entender cómo el 9 de marzo (Día de las Personas Desaparecidas) no haya ni una sola mención. Tienen horas y horas para hablar de cosas y esto es un problema que le puede suceder a cualquiera; mismamente en Zamora hay tres desaparecidos. Pero no les interesa. Gracias a los periódicos locales, como La Opinión de Zamora, que nos dais visibilidad. Yo estoy muy orgullosa de cómo se me ha tratado en Zamora, tanto la prensa como la Guardia Civil. Y estas jornadas que celebran son una gran ayuda para las familias. Otra cosa con los políticos, me da igual el color porque ninguno hace nada.

–¿Qué les echa en cara?

–Por encima de todo la falta de apoyo a las familias. No es normal que yo me tenga que enfrentar a declarar por alguien fallecido sin haber aparecido, cuando no hay ni un cadáver ni una respuesta. Y más ayuda psicológica; estamos olvidados. Mi padre para los partidos políticos sigue existiendo, todas las elecciones le llegan las papeletas electorales. Y luego te enfrentas a problemas tan cotidianos como no poder cambiar de compañía de teléfono o de luz, porque, de momento, mi padre no es un fallecido. Las personas desaparecidas no les importan ni a los grandes medios de comunicación ni a los políticos.

–¿Ve la luz por algún lado?

–Yo voy a seguir luchando. Intento ser fuerte y no tirar la toalla, la esperanza es lo último que hay que perder. Encontrar un rastro ya va a ser difícil, pero me tranquilizaría una señal como encontrar su cartera, el DNI. Hay que seguir buscando, tiene que aparecer algo, lo que pasa es que a estas alturas... Pero hay gente que lleva 20-30 años esperando. Nosotros casi 8. No hay que perder la esperanza pero, si te soy sincera, muchas veces pienso que la he perdido.

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