Los pueblos de Zamora como esperanza

Hoy conocemos... Cotanes del Monte (Tierra de Campos)

Laguna Redonda, en Cotanes del Monte.

Laguna Redonda, en Cotanes del Monte. / Javier Sainz

Javier Sainz

Una única carretera, la que enlaza la autovía A-VI con los pueblos vallisoletanos de Pozuelo de la Orden y Tordehumos, es el itinerario que permite llegar a Cotanes del Monte, último lugar de la provincia de Zamora hacia el oriente. Esta ruta, trazada por parajes despejados, cruza por suaves hondonadas y lomas casi insignificantes. Pese a la escasa diferencia en cuanto altura entre las zonas inferiores y las más elevadas, desde éstas últimas se divisan amplísimas extensiones. Detenerse en alguno de esos puntos prominentes permite contemplar una grandiosidad paisajística sin igual, con los horizontes perdiéndose en la lejanía, sin obstáculos que frenen las miradas. A su vez los propios suelos simulan quedar aplastados por un cielo desmesurado y mudable, en el que las nubes adquieren enormes dimensiones. Pese a la apariencia de uniformidad, no existe monotonía. Según la época del año los ocres y los verdes cambian sus matices y sus combinaciones. Así, los barbechos se tornan intensamente cárdenos con las lluvias otoñales y en la primavera el verdor de los trigos es el más profundo de todos los existentes. Imposible es permanecer inmutable ante tan tremenda magnitud.

Una mínima vaguada sirve de acomodo a la propia localidad de Cotanes, camuflada con los espacios circundantes, pegada a la propia tierra y tierra ella misma. Sobre su historia, quedan noticias escritas de su existencia desde fechas muy tempranas. Por un documento conservado en la catedral de León, fechado en el año 1038, sabemos que la aldea existente en aquel entonces era propiedad de la condesa Sancha, hija de Munio Fernández y esposa del conde Rodrigo Galíndez. Pero no debía de poseer todo el núcleo, ya que un barrio que habitó Barrate era de las hijas de Frolia Osóriz. El matrimonio de Munio y Sancha protagonizó la fundación del monasterio de San Antolín del Esla, situado en las cercanías de Valencia de don Juan, en la vecina provincia leonesa, muy importante en aquella época. Para dotarlo de propiedades le entregaron numerosos bienes, entre ellos la parte dominaban en este lugar, designado como Villar de Quotanes. Ya en el año 1116, el obispo de León, que era el propio de estas tierras, entregó a la catedral de esa ciudad el “monasterio” de Cotanes con su heredad.

Cotanes del Monte (Tierra de Campos)

Vista parcial del pueblo. / Javier Sainz

En el siglo XII, en los tiempos de separación y hostilidad entre los reinos de León y Castilla, sobrevenidos como consecuencia del testamento de Alfonso VII, esta población quedó en zona fronteriza. Por ello fue fortificada por los monarcas leoneses, los cuales debieron de ordenar la construcción de una fortaleza de la cual nada queda en nuestros días. Ese bastión hubo de situarse a oriente del núcleo actual, asentado posiblemente sobre el cerro allí existente. El nombre de un pago y de una laguna, llamados del Castillo, hacen perdurar su memoria.

El pueblo fue incluido desde antiguo en la Tierra de Villalpando, por lo cual participó en todas las vicisitudes que afectaron a esa localidad mayor. Debido a ello, en el 1369 entró a formar parte del señorío de Arnao Solier, por donación de Enrique II, para caer después en poder de los Velasco, Condestables de Castilla, quienes conservaron la propiedad a lo largo de los siglos. Como parte de ese distrito, fue uno de los doce lugares que junto a la villa cabecera, juraron en 1466 defender el misterio de la Purísima Concepción, el famoso Voto de la Inmaculada, el primero del orbe cristiano. Fiel a ese compromiso histórico, Cotanes sigue acudiendo a la fiesta anual del 8 de diciembre, a su procesión solemne y a todos los actos y cultos relacionados con esa exaltación mariana.

En ese mismo siglo XV la localidad quedó prácticamente yerma, pues sólo resistieron en ella 7 vecinos. La causa de ese despoblamiento fue la carencia de agua potable, problema que se solucionó con la perforación de dos pozos.

En ese mismo siglo XV la localidad quedó prácticamente yerma, pues sólo resistieron en ella 7 vecinos. La causa de ese despoblamiento fue la carencia de agua potable, problema que se solucionó con la perforación de dos pozos. De ellos perdura el situado en la Plaza local, famoso en todo el entorno. Cuentan de él que es inagotable y que, en momentos de intensas sequías, cuando los manantiales de los demás pueblos de alrededor se secaban, éste mantenía estable su nivel. Al parecer desde el exterior a la superficie acuática hay unos 13 metros y otros tantos desde ella hasta el fondo. Dispone de un recubrimiento interno de piedra caliza, sin duda traída de muy lejos. De ese mismo material es el pretil, sólido y bien cincelado, con su borde interno desgastado con profundas estrías, generadas por el roce secular de las sogas al extraer el agua. A su vez, para poder descender a su interior se instalaron unos hierros clavados en las piedras de la pared, generando así una especie de escalera. A su orilla se construyó un largo pilón como bebedero de ganados, ahora desaparecido. Sobre ese pozo cuentan curiosas anécdotas. Una de ellas afirma que, en una ocasión, una de las mujeres que acudía a sacar agua se cayó a su interior. Al precipitarse, sus faldas se hincharon, actuando primero como paracaídas y después como flotador, por lo que pudo ser rescatada sana y salva.

Además de este pozo, en épocas posteriores se horadaron otros en los corrales de las casas, habilitándose también aljibes que recogían el agua de las lluvias. Aparte, existen dos lagunas, de casi una hectárea de extensión cada una de ellas. Se las conoce con los nombres de laguna Redonda y laguna del Castillo, las cuales retienen los caudales del arroyo del Pradico, afluente del río Sequillo por su margen derecha. La del Castillo servía como abrevadero para los rebaños, reservándose la Redonda para uso humano. A esta última acudían las gentes a buscar agua para cocer las legumbres, ya que la del pozo era muy dura, excesivamente calcárea, nada apropiada para ese fin. Esos depósitos, sobre todo el primero, que es el que acumula más agua, son frecuentados por numerosas aves acuáticas, patos sobre todo.

Cotanes del Monte (Tierra de Campos)

Depósitos de una moderna bodega en Cotanes. / Javier Sainz

Al caminar por el casco urbano local, apreciamos que las viviendas, antaño construidas con tapial, se muestran renovadas en su mayoría, generando una sensación de grato bienestar. A la entrada, según se accede por el oeste, se emplazan las antiguas escuelas, reutilizadas como sede del ayuntamiento y como bar. Ante sus fachadas prosperan árboles frondosos, marcando una zona de sombra muy acogedora. Otro de los lugares bien significativo es el frontón, amplio y cuidado, apto para ser aprovechado como pista para diversos deportes.

El espacio público más céntrico y frecuentado es sin duda su Plaza Mayor. En ella se sitúa el pozo antes señalado, pero cuenta además con una fuente decorativa, un parque infantil, la parada del autobús y jardinillos y árboles bien atendidos. Cruza por un lateral la travesía de la carretera, además de partir varias calles, como la de San Pedro, una de las más importantes. Por el propio pueblo cruzó la Cañada Real de Madrid a La Coruña, en nuestros días reducida a la condición de un camino de concentración parcelaria, pero antaño muy frecuentada.

1.- Laguna Redonda.
2.- Vista parcial del pueblo.
3.- Bodega tradicional.
4.-Retablo de la iglesia.
5.-Depósito de una moderna bodega.

Bodega tradicional. / Javier Sainz

Preside estos espacios la iglesia, consagrada al jefe de los apóstoles. Por su exterior muestra formas sobrias y adustas, con muros mayormente de ladrillo, en los que se aprecian obras diversas. La portada, adintelada, resulta simple y común y sobre el hastial de poniente se alza una espadaña de tres vanos, levantada alrededor de 1970 en sustitución de otra anterior.

Como contraste, el interior resulta sumamente acogedor, muy limpio y bien cuidado. Está formado por tres naves, separadas entre sí por tandas de arcos formeros de medio punto, pulcramente enjalbegados. A su vez, se carece de arco triunfal, no diferenciándose el presbiterio del resto del templo. Por techumbres posee armaduras de madera, nuevas, con formas de sencillo artesonado en la nave principal. Más elaborado es el alfarje de la capilla en la cabecera de la nave del evangelio, pues posee vigas ornamentadas con labores geométricas y casetones entre ellas. A su vez, resulta muy hermoso el coro, sujeto sobre una sólida columna pétrea y dotado de una balaustrada elaborada con esmero.

El retablo del altar mayor es una pieza clasicista, posiblemente del siglo XVII. Posee cuatro columnas corintias de fustes con estrías helicoidales, sobre los que se tiende un entablamento recto. En la hornacina del medio se cobija la talla del titular, San Pedro, portando las simbólicas llaves. El resto está ocupado por tablas pintadas, en la predela con los evangelistas y en las calles laterales con escenas de la vida de Cristo y de la Virgen, además de las figuras de San Pedro y San Pablo. En el ático se representó el Calvario. Estas pinturas se hallan oscurecidas por el humo de velas seculares, existiendo el anhelo de su restauración y limpieza. Más antiguo y detallista es el sagrario, con friso de angelillos y columnillas abalaustradas, exhibiendo el relieve de la Resurrección en su portezuela. Los retablos laterales son de estilo barroco o más bien rococó, destacando el del Santo Cristo, por la sentida y venerada imagen que acoge, un Crucificado de cabeza erguida, presentado con faldillas y sudario postizos.

Cotanes del Monte (Tierra de Campos)

Retablo de la iglesia de Cotanes. / Javier Sainz

La economía local se basa sobre todo en el cultivo de cereales, trigo y cebada sobre todo. Existen asimismo dos explotaciones ganaderas, una de ovejas y otra de cerdos, con amplias y modernas naves. Antaño tuvieron mucha importancia las viñas, las cuales ocuparon amplios espacios. Desaparecieron en su gran mayoría con la plaga de la filoxera y apenas se replantaron. Como testimonio de ese pasado vinatero, todavía perduran, a oriente del pueblo, numerosas bodegas tradicionales, muy profundas, excavadas en la greda del subsuelo. La mayor parte de ellas se hallan abandonadas e incluso en ruinas, aunque otras se han restaurado recientemente como merenderos.

En un loable intento de recuperar la tradición vinícola, un emprendedor local ha establecido una bodega moderna, comercial, pero de carácter familiar, que lleva el nombre de Quotanes, la denominación antigua del pueblo. Sus viñedos, en espaldera, se hallan en el pago de El Raso, en el contiguo término de Villalpando. Elabora caldos de calidad, tintos mayormente, pero también rosados y blancos, obtenidos con uvas tempranillo, cabernet-sauvignon, prieto picudo y malvasía. También incluyen crianzas en barricas de roble. Su producción queda amparada por la "IGP Vino de la Tierra de Castilla y León". Es un ejemplo de las posibilidades de estas tierras, con nuestro mejor deseo de un éxito económico.

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