Adiós al señor del puente de Ricobayo

El pueblo rinde homenaje a Miguel Barroso, el vecino que estudió los avatares del primer viaducto romano sobre el Esla y logró reconstruirlo a escala

Los vecinos del municipio durante el homenaje a Barroso, quien investigó la historia del Puente Romano que hubo antiguamente en la localidad hasta su inundación a principios del siglo XX. | Ch. S.

Los vecinos del municipio durante el homenaje a Barroso, quien investigó la historia del Puente Romano que hubo antiguamente en la localidad hasta su inundación a principios del siglo XX. | Ch. S. / Chany Sebastián

Ricobayo de Alba ha rendido un emotivo homenaje a uno de sus hijos más ilustres, Miguel Barroso Barroso, un enamorado de la tierra que fallecía recientemente tras una vida en la que logró recuperar en 2019 la historia del antiguo puente romano, que las generaciones nacidas en los últimos 89 años no pudieron conocer al quedar sepultado bajo las aguas del salto del Esla a finales de 1934.

Persona abierta y sencilla, trabajadora y humilde, se ganó el cariño y el respeto de sus paisanos: "Era un hombre del pueblo que siempre estaba dispuesto a echar una mano a los demás y a hacer un alto en el camino de la vida para charlar y disfrutar con sus vecinos. Sin lugar a dudas muy buena gente, alguien que siempre permanecerá en nuestras memorias".

Un nutrido grupo de vecinos, entre ellos el actual alcalde pedáneo de Ricobayo de Alba, Andrés Barroso Carbajo, procedieron a descubrir una placa en honor a Miguel Barroso Barroso (más conocido por todos como Miguelín), instalada junto a su recreación del antiguo puente, situado en el entorno urbano de la iglesia parroquial de Santa Eulalia de Mérida y que desde hace ya cuatro años puede ser visitado por los turistas.

Abierto, solícito y dadivoso

Homenaje de Ricobayo de Alba a Miguel Barroso y el Puente Romano. | Ch. S.

Homenaje de Ricobayo de Alba a Miguel Barroso y el Puente Romano. | Ch. S. / Chany Sebastián

Para los vecinos de Ricobayo "siempre perdurará en nuestro recuerdo su carácter afable, campechano, solícito y dadivoso. Estamos tristes por no tenerlo ya, pero al tiempo, todos contentos, rememorando lo que vivimos con él y, verdaderamente, hoy ha sido un día de fiesta para todos nosotros: sus amigos". E inciden "celebramos su recuerdo como creemos que a él le hubiera gustado, alternado y después todos a comer".

Una de las debilidades de Miguel en las tertulias con los amigos era acompañar los buenos ratos con su cerveza preferida, la Mahou, que ayer estuvo presente en el homenaje.

El Ayuntamiento de Muelas del Pan, cuya Corporación Municipal preside el alcalde Luis Alberto Miguel Alonso, colaboró con la placa conmemorativa "para poderle honrar para largo" junto a la réplica que el hizo del antiguo puente sobre el Esla: "Una Mahou Miguelín? Nunca te olvidaremos".

Miguel Barroso Barroso dedicó parte de los últimos años de su vida a cumplir con un sueño que le acompañó desde su niñez: descubrir los avatares del que todos llamaban Puente Romano de Ricobayo de Alba que él tampoco pudo conocer. Fue así como buscó en las memorias y en los archivos hasta recopilar la información necesaria y precisa que le ayudó, junto con otros paisanos, a poder a reproducir el que fue primer viaducto para cruzar en río Esla entre Tierra del Pan y la comarca natural de Aliste, Tábara y Alba, allá por donde cruzó el Itinerario XVII de Antonino entre Ocelum Durii y Braccara Augustas por tierras albarinas y alistanas

No sólo se atrevió a investigar y cuadrar números y cuentas, sino que lo reconstruyó, primero en una gran maqueta.

Una magnífica obra de arte renacida con chapas de 2, 3 y 4 centímetros y pletinas de 40 por 4 milímetros, que consta de un circuito cerrado de agua, con un depósito de 300 litros y una bomba que puede autobombear 15.000 litros a la hora.

Un puente de Ricobayo, el suyo, asentado sobre piedras graníticas propias de la zona del rico bayo, extraídas muy cerca del lugar donde se ubicaba el viaducto original sepultado por las aguas del río Esla.

La reconstrucción

Miguel Barroso Barroso, el hombre de la sonrisa eterna, solía emocionarse al hablar del su puente de Ricobayo enterrado bajo el agua: "Para poder acceder al primer puente, por la zona de Muelas del Pan, había un escarpado vertical de 54 pies de altura y solo se podía bajar a pie, con mucho trabajo, por sendas practicadas por los naturales del país" mientras que por la parte de Ricobayo de Alba "había otro escarpado de 40 pies de altura" por la zona de Las Revueltas donde ahora se sitúa la playa fluvial. El nombre del paraje nace precisamente de las vuelas del camino para bajar y subir.

Barroso le asignaba al puente una medida de 23 pies de altura entre los pretiles ("si es que alguna vez los tuvo") y 59 de altura "hasta la imposta de los cinco arcos que tenía", con 39 de luz y 93 de alto, contando desde el fondo. Tenía una longitud de 475 pies.

El pie romano equivalía a 30,40 centímetros, lo cual supondría que el viaducto tendría en torno a 144 metros de largo y alrededor de 17,98 de altura, por una anchura de 7 metros. Sin lugar a dudas un auténtico adelanto para aquella época en que para medir se utilizaba la medida artificial del “pie” basada en el pie humano.

La primera reconstrucción del puente de Ricobayo está datada en el año 1841 y la segunda en 1845. Fue entonces cuando se aprovecharon los tres arcos del puente primitivo para construir sobre él un sobrepuente con siete arcos de luz de forma semicircular, sobre un vano cuadrado circular similar al de las pilastras, –obra del ingeniero José María Pérez– , lo cual permitió incrementar su altura en unos 25 pies (unos 7,60 metros). Así el viaducto pasaría de 17,98 metros de altura a 25, 58.

La Gaceta de Madrid recogía una curiosa noticia en marzo de 1843 sobre lo que sería la crecida más grande del Esla en su historia. Fue a finales de febrero de 1843 y el agua del río alcanzo los 28 metros de altura, de hecho supero, saltó por encima, dos metros, de las obras que se estaban realizando.

El puente de Ricobayo sirvió de paso a la primera carretera que comunicó Zamora con Alcañices, en la cual, finalizada en 1877, se instalaron los tres pontazgos para cobrar a los transeúntes: el que se situaba junto al puente funcionó hasta diciembre de 1882 ( cinco años), mientras que los de Fonfría y Alcañices (Vivinera) se suprimieron ocho meses antes, en febrero de 1882.

Quienes más sufrieron los pontazgos fueron los alistanos y albarinos, cuyas familias eran en su gran mayoría humildes. En los casos de Alcañices y Fonfría los podían evitar pues, circulando con caballerías o a pie, ya que podían hacerlo campo a través. El problema estaba en Ricobayo donde la única manera de cruzar el Esla era a través del puente y pagando por ello.

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