Villaralbo, subastas entre guerreros lusitanos

Los gigantes y cabezudos de Terror Romanorum amenizaron la festividad del Ofertorio

Villaralbo agradece las cosechas en el Ofertorio

Villaralbo agradece las cosechas en el Ofertorio / A. B.

A. B.

Fieles a su cita de cada primer domingo de octubre, los feligreses de Villaralbo cumplieron con la festividad del Ofertorio, en la que se subastaron a las puertas de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción las tradicionales rosquillas y otros alimentos y productos de la tierra.

El origen de esta celebración era conmemorar el fin de las cosechas, dar gracias por los alimentos obtenidos y ofrecer una parte de los productos a la Virgen tras rezar un rosario.

Los gigantes y cabezudos de Terror Romanorum, a las puertas de la iglesia de La Asunción, donde se celebraría el Ofertorio. Abajo a  la izquierda, el templo durante la celebración de la misa. | A. Burrieza

Los gigantes y cabezudos de Terror Romanorum, a las puertas de la iglesia de La Asunción, donde se celebraría el Ofertorio. Abajo a la izquierda, el templo durante la celebración de la misa. | A. Burrieza / A. B.

En el caso de Villaralbo, el dinero recaudado en la subasta se dona para el mantenimiento de la iglesia.

En los minutos previos a los actos religiosos pasearon por las calles de Villaralbo los Gigantes y Cabezudos de "Terror Romanorum". Viriato y su esposa Helena, las ovejas Cántabra, Galaica, Vaccea y Brácara, el cordero Vettona, el carnero Berón y el águila Rómula aportaron un toque festivo y solemne a la celebración del Ofertorio, y el sonido de la música que les acompañaba fue avisando a los feligreses para que salieran de sus hogares para dirigirse a la Plaza Mayor y reunirse en el templo a la hora acordada, las cinco de la tarde.

Villaralbo agradece las cosechas en el Ofertorio

Villaralbo agradece las cosechas en el Ofertorio / A. B.

Al finalizar los bailes, Terror Romanorum reanudó el pasacalles por el pueblo, recorriendo las calles Fernando Gutiérrez, San Ildefonso y Miguel de Unamuno hasta la plaza del Salón Cultural. Sus gigantes llevan el nombre del caudillo lusitano que resistió ante la invasión romana y de su esposa, y los cabezudos se llaman como algunos de los pueblos que habitaban la península ibérica en la época.

Los gigantes Viriato y Helena a las puertas de la iglesia.

Los gigantes Viriato y Helena a las puertas de la iglesia. / ANA BURRIEZA

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