Del punto de lagartera al yugoslavo

Requejo abre las puertas de una exposición de los trabajos de bordados en el taller vecinal que se reúne desde hace dos décadas alrededor de la aguja

Algunas de las integrantes del taller de costura de Requejo que estos días exponen sus creaciones | Araceli Saavedra

Algunas de las integrantes del taller de costura de Requejo que estos días exponen sus creaciones | Araceli Saavedra / Araceli Saavedra

El vecindario de Requejo puede admirar desde este miércoles la exposición con las numerosas prendas bordadas a mano por las 11 mujeres que forman el taller de costura. Un taller promovido hace dos décadas por María Guadalupe Muñoz Fernández, vecina de Requejo pero nacida en Fresnedoso de Ibor, en Cáceres. Guadalupe muestra una de las revistas de bordados del siglo pasado, que es el que ha enseñado, aunque se han bordado labores con diferentes las técnicas desde vainicas, punto de cruz, punto de repaso o punto yugoslavo.

Y el origen de la promotora es determinante, porque uno de los bordados que ha enseñado a sus convecinas de mesa es el de lagartera abierta y lagartera cerrada.

María Guadalupe Muñoz, promotora del taller. | Araceli Saavedra

María Guadalupe Muñoz, promotora del taller. | Araceli Saavedra / Araceli Saavedra

Las mujeres se reúnen desde hace dos décadas, puntualmente los lunes y los jueves, en uno de los edificios municipales para ponerse a la aguja y ver cómo cunde la labor. "Engancha", dice Maribel González, una de las más jóvenes de este grupo que se ha ido renovando con los años. Tras el lógico parón del verano, retoman sus clases el primer lunes después de la fiesta comarcal de Los Remedios, primer domingo de octubre.

Varias mujeres admiran los bordados manuales. | Araceli Saavedra

Varias mujeres admiran los bordados manuales. | Araceli Saavedra / Araceli Saavedra

Cuando tenía siete años Guadalupe comenzó a hacer vainicas en su pueblo. "Todo el mundo hacía vainicas. Nos traían las telas de Fresnedoso, nosotras bordábamos y nos pagaban por el trabajo". Esas labores "se vendían por todos sitios. A Torrelavega se llevaban los manteles y se pagaba un tanto al mes, se compraban a plazos". Se hacían los encargos y ellas cosían para Murcia, Bilbao y otras ciudades. Se diferencia entre la labor de lagartera abierta y lagartera cerrada. Para Maribel González "la más difícil es la abierta porque tienes que cortar hilos y como te confundas en uno ya puedes tirar todo a la basura".

El público llena la exposición de bordados en Requejo. | Araceli Saavedra

El público llena la exposición de bordados en Requejo. | Araceli Saavedra / Araceli Saavedra

Manuela Fernández es de las bordadoras más veteranas en el taller que con 6 o 7 años se arrimaba a las jóvenes del pueblo que bordaban porque "yo quería ver y aprender. Y me echaban de su lado". La profesora un día la puso a coser y ella bordó un pañuelo, y como recompensa recibió de la maestra un cordón que guardó como oro en paño. Ha confeccionado todo tipo de prendas con su marido que era sastre, oficio que ha seguido su hija, aunque "mi hijo también sabe coser a máquina". Ella trabajó para una fábrica durante 13 años.

Manuela Fernández, una de las bordadoras más experimentadas. | A. S.

Manuela Fernández, una de las bordadoras más experimentadas. | A. S. / Araceli Saavedra

Es difícil poner precio y valorar las miles de horas de trabajo que lleva un mantel, unas sábanas, unas cortinas, cojines, bolsas y saquitos para ambientadores. "Los bordados son muy caros porque llevan muchas horas de trabajo", recuerda. Manuela hizo dos manteles completos durante el tiempo que duró el confinamiento.

Los nombres de las labores dan idea de la diversidad punto yugoslavo, punto de repaso, punto de cruz, ramo de Madrid para el dibujo. Y cada paso lleva su nombre: centrar, cabecillas cortar los hilos, rehacer bajos, relleno de majado y punto de espíritu. En cuanto a las telas las opciones son el tergal, el hilo, tela de panamá, lino.

Y un secreto es que también hablan, meriendan, discuten y se reconcilian como buenas vecinas. Estas labores además de reunirlas "me relajan tanto como el huerto", reconoce María Guadalupe.

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