Entrevista | Francisco Javier Giráldez Investigador del Instituto Ganadero de Montaña-CSIC

"La ganadería no contamina más que el transporte, se demuestra con datos"

"Hay mucha información sesgada que atribuye a las vacas más impacto en las emisiones de gases de efecto invernadero del que realmente tienen"

Francisco Javier Giráldez García durante el encuentro de ganaderos de vacuno de leche (Afriza) en Zamora. | LOZ

Francisco Javier Giráldez García durante el encuentro de ganaderos de vacuno de leche (Afriza) en Zamora. | LOZ

Francisco Javier Giraldez García es investigador del Instituto de Ganadería de Montaña del CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas). Especializado en la relación entre nutrición animal, rendimiento productivo, bienestar, impacto ambiental y calidad de los productos de origen animal para consumo humano, el experto ha participado en el Encuentro de ganaderos de raza frisona de Zamora (Afriza). Giráldez pone encima de la mesa la diferencia entre ciencia y opinión sobre temas como el impacto ambiental de la ganadería, la supuesta relación entre la ganadería y el hambre en el mundo o la controvertida asociación entre el consumo de carne roja y la salud.

–¿Hasta dónde llega el impacto ambiental de los rumiantes?

–Como toda actividad antropogénica, es indudable que la ganadería tiene un impacto ambiental. Sucede que muchas veces se transmite una información sesgada que atribuye a la ganadería un mayor impacto del que realmente tiene.

–¿Se refiere a los efectos contaminantes?

–Existen algunos mantras. Por ejemplo, que la ganadería contamina más que el transporte, algo que no es cierto y demostrable con datos. A pesar de que quienes transmitieron la información en su momento fueron técnicos de la FAO, después reconocieron que esta información no tenía sentido. Porque no se trata de comparar sectores, lo que interesa es comparar un sector en diferentes países o un mismo sector a lo largo del tiempo en un país para ver si está mejorando o empeorando sus índices de impacto. El sector y la sociedad han de tener datos veraces. Y lo mismo pasa con la asociación entre la ganadería y el hambre o el consumo de productos de origen animal y salud.

–Lo cierto es que con respecto al transporte se ha instalado la idea de que la ganadería elimina más gases que los vehículos.

–Esa idea proviene de una comparación que se hizo en el año 2006 por un documento que publicó la FAO con unas estimaciones de la ganadería en relación con el transporte. Se había estimado que el transporte es responsable de un 14% de las emisiones, algo que no es cierto. Imaginemos que hay un ciclo productivo, pues cuando estimas las emisiones de un sector, hay que tener en cuenta todas las fases del ciclo productivo. Ese 14% hacía referencia exclusivamente a una fase. Sin embargo, en el caso de la ganadería se estimaron todas las fases del ciclo productivo. Es decir, que se comparaba una fase con todo un ciclo. Simplemente, con que cualquier usuario vaya al inventario nacional que publica cada año el Gobierno sobre gases de efecto invernadero, podrá ver que el transporte genera casi un 30% de las emisiones a nivel nacional, frente a la ganadería que representa menos del 10%, cuando se compara únicamente esas dos fases.

No hay una asociación todavía muy clara entre el consumo de carne roja y cáncer

–Otro de esos mantras a los que aludía hace referencia a los efectos negativos del consumo de carne roja para la salud.

No hay que olvidar que en el caso de la carne roja la OMS (Organización Mundial de la Salud) lo que hizo fue clasificarla como un producto carcinógeno porque las evidencias científicas eran bajas. No hay una asociación todavía muy clara entre el consumo de carne roja y cáncer. Hay muchos documentos científicos que lo que piden es un poquito de sensatez en el sentido de que hay que esperar a que haya una acumulación suficiente de datos científicos que permitan obtener una conclusión y no tomar medidas cuando el grado de certeza es todavía bajo.

–¿Por qué ese interés en demonizar el sector?

–Confluyen muchos intereses diferentes. Hay sectores animalistas, que tienen todos su derecho, a los que les viene muy bien ese tipo de argumentos. También hay intereses económicos de empresas que quieren desarrollar otras formas de producir alimentos, como pueden ser las vegetales. Esa confluencia de intereses es determinante para demonizar a la ganadería.

–Sin embargo es innegable que la producción ganadera es una actividad contaminante.

–Por eso es bueno intervenir y mejorar los sistemas, para que el impacto cada vez sea menor. Los ganaderos han de ser conscientes de que su actividad tiene un impacto ambiental y hay que mejorar para minimizarlo. Pero eso no implica que se haya puesto el foco encima de la ganadería y parezca que es el máximo responsable del impacto ambiental de los gases de efecto invernadero a nivel mundial. Comparar sectores es ilógico, lo que tienen que hacer los ganaderos es fijarse en otros sistemas e intentar mejorar los suyos. No solo desde el punto de vista de los gases de efecto invernadero, porque el impacto ambiental es mucho más amplio que todo eso. Hay que abordar el tema desde un punto de vista más integral.

–Lo cierto es que esa información "sesgada" ha ganado la partida a la ciencia y el gran perjudicado es un sector ganadero que viven un momento complicado.

–Si nos centramos en el vacuno de leche, hay muchos estudios científicos que analizan las emisiones en diferentes sistemas de producción. Y si se comparan sistema de diferentes países, el español es uno de los más eficientes; uno de los que menos gases emite por kilo de leche de producción. El problema es que cuando se generaliza se cometen injusticias. Hay que hablar con datos en la mano. Cuando vas a Internet y pones ‘contaminación de vacas de leche’, te encuentras con artículos donde se utilizan datos de carácter general, no datos locales y contrastados como es propio de los artículos científicos.

La ganadería es principal actividad económica en las zonas rurales, genera un dinamismo y una oferta de empleo que en estos momentos es difícilmente sustituible

–¿Cómo puede el ganadero minimizar ese impacto y mejorar la eficiencia?

–Siempre hay capacidad para mejorar y para eso está la investigación; creo que los ganaderos lo están haciendo bien en ese sentido. Hay diferentes estrategias posibles. Si nos centramos en los sistemas intensivos, hay que ir a mejorar la eficiencia productiva de los animales; es decir, conseguir la mayor producción de leche por individuo y que utilicen los alimentos de manera más eficiente. Y se están produciendo avances cada vez mayores porque empezamos a conocer con mayor detalle el metabolismo de los animales y cómo se puede programar. Si hablamos de la recría y cómo puede influir en la producción futura, se sabe que la alimentación que reciben las vacas en una etapa inicial puede influir en su metabolismo en una etapa posterior. Logrando animales que sean eficientes en la primera etapa de la vida, se conseguirá que sean eficientes a lo largo de toda su vida reproductiva. También hay estrategias como la utilización de diferentes combinaciones de alimentos con diferente huella de carbono y así reducir las emisiones. También se están estudiando mucho nuevos aditivos naturales con el mismo objetivo. Existen bastantes líneas de investigación y muchas estrategias posibles. Hay que valorar el beneficio y el perjuicio, y en función de eso, tomar decisiones. No valen estrategias generales para todos los sistemas, sino estrategias que se adecuen a cada sistema de producción.

–¿Por qué es importante la ganadería?

–Es la principal actividad económica en las zonas rurales, por tanto genera un dinamismo y una oferta de empleo que en estos momentos es difícilmente sustituible. Por otro lado da garantía en la medida que contribuye a la soberanía alimentaria, ¿Qué pasaría si tenemos que depender de terceros países para el suministro de alimentos?. Imaginemos que decidimos eliminar todas las vacas de leche del país, obviamente reduciría las emisiones pero habrá que sustituirlo por otro producto, por ejemplo por las bebidas vegetales. La cuestión está en que esta sustitución también genera unas emisiones. Hay que poner en una balanza los beneficios y los perjuicios y tomar decisiones de forma serena.

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