La Opinión de Zamora

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Muere el “niño de la guerra” de Aliste que sembró la paz

Fallece en Lima el misonero claretiano de Pobladura, Félix Manjón Vaquero tras 61 años de intensa labor en Perú, Colombia y Bolivia

Féliz Vaquero Manjón durante un encuentro con religiosos alistanos. | Ch. S.

La comarca alistana ha perdido a uno de sus misioneros y a la vez humanistas conocido y querido: el padre Félix Manjón Vaquero. Este alistano errante, con las ideas muy claras a la hora de ayudar a los demás, fallecía el pasado mes de septiembre en Lima (Perú).

Félix Manjón Vaquero nació en Pobladura, perteneciente al municipio de Mahíde, el día 16 de febrero de 1937, en uno de los tiempos más revueltos y dramáticos de España. El destino le llevó a ser un “niño de la guerra” condenado por convicción, la propia y la ajena, a ser un hombre de paz.

Nació en el seno de una familia muy humilde, como todas las alistanas de aquellos trágicos tiempos, hijo de Manuel Manjón Lorenzo y Encarnación Vaquero Manjón, dedicados a labrar la tierra (agricultores) y a cuidar del ganados de ovino y de vacuno (sedentario y trashumante).

Su lema, me reconocía en nuestro último encuentro en tierras alistanas, infatigable luchador, era que los rezos no están reñidos con el inconformismo. “Yo nací en la guerra y por eso soy un poco guerrero. Me gusta pelearla con todo y con todos por el bien de la sociedad y por la paz y la armonía en el mundo. Soy alistano y siempre lo seré. Mi vida así lo decidí y estoy orgulloso de ello está dedicada siempre a ayudar a los más necesitados”.

Su mentor no fue otro que su tío Félix Vaquero Manjón, nacido en Pobladura el 27 de marzo de 1912 y fallecido en León el 20 de octubre de 2004 con 92 años. Padre reverendo de la congregación del Corazón de María, tras ser ordenado sacerdote, oficio su primera misa en Pobladura el 25 de julio de 1930, para continuar su labor por Castro Urdiales (Santander), Zamora (20 años), Segovia y Ferrol en La Coruña (34 años). Él animó a niños alistanos a seguir su senda y así llegaron al sacerdocio su propio sobrino Félix Manjón Vaquero de Pobladura y Esteban Gago Pérez de La Torre. Su última misa en el pueblo coincidió con la inauguración de la restaurada iglesia el día 14 de agosto del año 1994.

El padre Vauero Manjón junto a una religiosa. | Ch. S. Chany Sebastián

A Félix, el 4 de septiembre de 1950, con apenas trece años de edad, en plena época de penurias y estrecheces, de miseria y hambre, su padre le llevó con la burra y lo puesto hasta Alcañices desde donde partió camino de Zamora, hasta Segovia, donde comenzaba su formación religiosa.

Guerrero y a la vez pacifista, sufrió los avatares de la posguerra: “Los primeros años fue tremendo, con un compañero, tuvimos que pelear fuerte en los años cincuenta, estábamos en el seminario y hasta pasábamos necesidades algunas veces; así lo exigía la situación del país. Pero bueno, todo eso se llegó a superar y pudimos perseverar, porque éramos cuarenta y tantos seminaristas y quedamos para ordenarnos solamente unos once”.

Su siguiente destino fue Salamanca para estudiar Teología y durante su primer curso, año 1961, el General de la Congregación del Corazón de María hilvanó la experiencia de enviar a seminaristas que no tenían terminad la carrera para adaptarse a la realidad de Asia y Latino América. Así salieron 18 seminaristas a diversos puntos del mundo.

Uno de ellos el alistano Félix que reconocía: “No resultó ni mucho menos, fallaron muchas vocaciones, teníamos que ir a tierras muy raras, con leguas muy difíciles de entender como eran las de Japón y China. Y al fallar las vocaciones el General Claretiano se arrepintió y al año siguiente ya no siguió con esa extraña realidad”.

Félix Manjón fue parte de aquel experimento recalando en Colombia, donde fue ordenado sacerdote el día 19 de diciembre de 1964 muy lejos de su tierra, concretamente en Manisales: “Fue muy especial. Entre la alegría por haber conseguido mi objetivo y entre la tristeza porque no pudiera estar junto a mis padres y hermanos”.

Félix en un mes, el 19 de enero de 1965, ya estaba destinado y comenzando su labor misionera como sacerdote en Cochabamba una de las principales ciudades de Bolivia. Sus tres compañeros de aventura y supervivientes de los 18 que cruzaron el océano Atlántico, Francisco Abejón fue a Perú, Luis Azofra a Panamá y José Luis Carrión a Panamá.

Al año siguiente pudo cumplir el mayor de sus sueños “Cantar Misa” en la iglesia parroquial de Nuestra Señora la Virgen de la Asunción en su querido, añorado y nunca olvidado pueblo alistano de Pobladura, a la vera del río Aliste y la Sierra de la Culebra. arropado por sus familiares y paisanos, muy orgullosos de que “Felisín el de Encarnación” viera hecho su sueño realidad.

En principio su destino era siempre indefinido, “no había nunca fecha de retorno”, posteriormente se fijaba como fecha tope cada diez años (después cada cinco y finalmente cada tres años (tres meses de retorno a su tierra) o cada dos años (dos meses). De esta manera el 9 de agosto de noviembre de 2007 veía cumplido otro sueño: participar en el Encuentro de Religiosos y Religiosas “Alistanos por el Mundo” que se esa ocasión se celebraba en Ufones.

Durante los regresos a Aliste volvía a convertirse por unos días en uno más de la comunidad, además del padre Félix que oficiaba los actos religiosos en Pobladura liberando de trabajo al cura de Mahíde, Marcelino Gutiérrez.

En Bolivia atendía no sólo parroquias urbanas sino rurales: en uno de sus destinos, una ciudad con alrededor de 270.000 almas él era el encargado de una de 10.000 feligreses. Pero aparte atendía hasta 46 parroquias campesinas, del campo, casi en plena selva, a las que tenían que desplazarse algunas veces caminando, otras en mula y otras en barco. “Son gente humilde, pobre, del campo, allí realizamos eucaristías y bautismos, matrimonios: tenemos algunas personas que se preparan para ser ellos los líderes de las comunidades, mediante algunos cursos de catequistas”.

Al hablar de su querida tierra de Aliste, se le iluminaba su cara. “Lo que más me encanta de aquí es la gente, mi gente, porque las gentes es lo que hace que esto tenga vida. después el paisaje, el agua y el clima. Es un agua muy especial aquí. Dios se acordó de estos valles y sierras que pasaron por etapas de mucha pobreza, a partir de la guerra del 36. Lo que más felicidad me hace es la unión y la armonía entre los alistanos y las alistanas”.

Por desgracia una de las vivencias que tuvo que sufrir desde América en los últimos meses de vida fue el trágico incendio del 15 de junio que arrasó las Sierra de la Culebra y dentro de ella parte de su pueblo: Poblalura.

Bolivia aseveraba con España no se puede ni compara. “Ni siquiera con los pueblos alistanos. Bolivia es la cola del pez. Es el pueblo más subdesarrollado de Latinoamérica, juntamente con Haití, es poco lo que se puede comparar con nuestra tierra”. Fue un sacerdote y misionero con una participación general, no solo en la iglesia (evangelización), sino tomando parte en todas las actividades de las personas y los pueblos como el cooperativismo: “Sobre todo defendiendo los derechos humanos y todo los derechos que le correspondan a a cada persona como tal”.

En 1979 publicaba su libro “Tonadas de mi Tierra” (Aires de Aliste) del cual tomó su nombre la asociación cultural que creada dinamiza la vida social y folclórica de Pobladura. El mismo se encargó de hacer llegar un ejemplar a cada una de las familias.

La lejanía es hermana de la nostalgia y siempre llevó a Aliste y a los alistanos y alistanas en el corazón: tenía una treintena de parientes en Buenos Aires. Son los misioneros alistanos una especie en peligro de extinción.

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