Imagen que ilustra el cartel del Domund. | Domund

Cuenta la hermana Juana María que antes de irse a la misión en Angola tuvo un sueño. “Nos habían dejado en una montaña, nuestra casa estaba sobre una roca y alrededor de las piedras solo había leones, panteras y tigres esperando a que saliéramos”. Nada más lejos de la realidad. El tiempo le ha demostrado que “África es un don” y que toda esa idea de horror que había fabricado en su cabeza nada tenía que ver con la vitalidad y el dinamismo que se encontró en Benguela.

Allí se levanta la casa que habitan las Hijas de la Virgen de los Dolores, congregación a la que pertenece la hermana Juana María Domínguez, la religiosa alistana que este año pone cara a la campaña del Domund 2020 promovida por las Obras Misionales Pontificias. La imagen de esta misionera nacida en Figueruela de Arriba en 1945, tomada en su misión de Angola, invita a la colaboración de la sociedad con los misioneros dispersos por los cinco continentes evangelizando y trabajando por los más pobres.

Al otro lado del teléfono, a sus 75 años Juana María Domínguez despliega una admirable fortaleza y vitalidad. Se siente feliz “dándolo todo” junto a las hermanas que la acompañan en su misión en Benguela, ciudad costera del oeste de Angola con cerca de medio millón de habitantes y una de las 18 provincias en que se encuentra dividido administrativamente el país centroafricano.

Allí recaló en el año 1994, con el país todavía inmerso en una guerra civil –una de las más largas de África de 1975 a 2002–, que puso en más de un aprieto a las religiosas. “Cuando llegamos, las cinco hermanas que estábamos nos instalamos en una casa pequeñita. Yo dormía en la entrada, no teníamos protección y por la noche se oían los tiros, había asaltos. Pero yo no tenía miedo, el Señor nos protege” cuenta la religiosa desde la profunda fe que mueve su vida y que a los 13 años le llevó a abandonar Figueruela de Arriba para entregarse a la vida religiosa.

¿Qué le hizo tomar esa decisión? “Mi madre ya quiso ser religiosa pero no lo consiguió porque tenía que cuidar a su madre, luego ya se casó con mi padre y abandonó la idea. Pero en familia vivíamos esa piedad del pueblo, la misa, el rezo del Ave María cuando tocaban las campanas de madrugada, o el Ángelus. Mamé esa fe desde pequeña, cuando mi madre me llevaba debajo de su manto a rezar el Rosario” evoca.

A ese caldo de cultivo se sumó el ejemplo de otras religiosas del pueblo y las charlas que dieron las Hermanas de las Virgen de los Dolores. “Me cautivó esa forma de hablar, de pedir. Empecé a notar que entre las cosas que había a mi alrededor, tenía hambre de algo más y esa experiencia tan maravillosa la renuevo cada día”.

Después de años dedicada a la enseñanza en España, por Salamanca, Galicia, Santander, Miajadas (Cáceres) y Portugal, la congregación le planteó la posibilidad de marcharse a Argentina, a echar una mano en una zona muy pobre de La Patagonia. “Necesitaban brazos para trabajar y yo me ofrecí, pero cuando se lo dije a mi madre, que tenía 68 años, me pidió que no me fuera tan lejos. Incluso fue hasta Trujillo (Cáceres), donde tenemos la casa-madre para pedir a la superiora que no me dejara marchar tan lejos”. Juana María atendió el deseo de su madre y continuó en España hasta que a principios de los 90 se planteó la misión en Angola. “Le dije a la superiora que me iría encantada pero tenía el inconveniente de mi madre. Pero esa vez para mi sorpresa, cuando se lo dije me contestó: hija ya no me perteneces, eres de Jesús y que el Señor haga lo que quiera. Entonces ya era libre, me vine a Benguela y aquí sigo, dándolo todo”.

Aunque la labor prioritaria de las Hijas de la Virgen de los Dolores es la enseñanza, en el Tercer Mundo el campo de acción se amplía otras necesidades como la salud . Con la llegada de esta congregación a Angola se abrió un hospital. “Nuestro carisma es despertar en la juventud la vocación. Trabajamos en la parroquia, en la pastoral juvenil y familiar, y estamos intentando montar un colegio” cuenta Juana María.

En este tiempo de pandemia en Angola también se lucha contra el coronavirus con medidas similares a las de España: mascarilla, distancia de seguridad, cierre de bares, gimnasios, tampoco se puede ir a la playa. “Se están haciendo muchos test y el Gobierno ha sido elogiado por la Organización Mundial de la Salud por las medidas que se están tomando. Ahora hay unos 200 muertos y unos cinco mil afectados en todo el país. Hay gente que se salta las normas, pero en general hay quietud y respeto” cuenta la religiosa. “Si viene la epidemia como os ha llegado a España se desbarata Angola entera” advierte. Una vez más la fe, “notamos que el Señor nos está cuidando”.

Lo dice quien superó una enfermedad que le obligó a retornar a España, aunque felizmente está recuperada y sigue con disciplina los consejos médicos. “Me levanto a las cinco de la mañana y a las 5.30 ando dos kilómetros todos los días. Cumplo a rajatabla; me siento fuerte, no solo a nivel físico, también con ganas de vivir y de dar”.

El día 18 de octubre se celebra el día del Domund, cuando la labor Juana María y tantos misioneros repartidos por el mundo recibe un reconocimiento, gracias a su trabajo y a los donativos que permiten a estos soldados de Dios evangelizar y trabajar por los más pobres. “Es muy reconfortante esta labor, nos sentimos muy queridas” cuenta la misionera alistana desde Angola. Esa tierra generosa y fértil donde “hoy siembras una lechuga y en una semana la comes, las uvas se pueden cosechar tres veces al año, podríamos ser el primer productor de vino del mundo. Cuando llegamos nos quedamos admirados de la riqueza que tenía, y nos decían pues no os imagináis el mar, echas una red y viene de todo”.

Es el dinamismo y la riqueza de un país que a Juana María le atrapó desde el primer momento. “La vida no es lo que se ve, es lo que se vive” cuenta la misionera en su relato vital de 26 años en Angola.