Nunca se habían enristrado los ajos entre tanta incertidumbre en los pueblos de La Guareña, Tierra del Vino y el alfoz de Toro. La suspensión de la Feria de San Pedro, el buque insignia de los ajeros zamoranos, es un golpe doloroso para los pequeños productores que cada mes de junio se garantizaban en las Tres Cruces la venta de buena parte de sus producciones. "Este año es terrible, las ferias no van a salir adelante y a lo mejor nos comemos los ajos con sopas" expresa Tomás Carracedo, cultivador de La Bóveda de Toro, uno de los pueblos con más tradición ajera. Aunque no es lo que era. Apenas quedan una decena de productores, lejos de aquellos años en que prácticamente no había casa donde no sembraran una "partidita" para complementar la economía familiar. Los que subsisten sostienen un cultivo que se da bien en los suelos arenosos y mollares de La Guareña, donde estos días de junio vuelve a oler a ajo.

Los cultivadores de muchos pueblos del sur zamorano están embarcados en la recolección y enristrado de las cabezas. En un año normal se estaría trabajando a marchas forzadas para tener el producto listo para la feria de Zamora, pero estamos ante un 2020 raro.

La pandemia del Covid 19 ha arruinado el principal mercado para los ajeros locales, que este año no podrán presentarse en los puestos en las Tres Cruces por los que pasan miles de personas. En su lugar se ha buscado una alternativa en Ifeza, donde se ha organizado una feria el primer fin de semana de julio. "Ojalá salga bien y se venda todo, pero creo que es un bache mal tapado porque no tiene nada que ver. Normalmente la gente iba a los toros, a la cerámica, veía y a la vuelta compraba. Había afluencia, pero, claro, es lo que ahora no se puede" admite Juan Carlos Hernández Mangas, hijo de ajeros de toda la vida.

"Desde que me casé hace 38 años empecé con los ajos" cuenta su madre, Mariluz Mangas, mientras se afana en el trenzado junto a otras tres mujeres, Tere, Idoia e Isabel, contratadas para la tarea. "Antes nos juntábamos aquí las madres, las hijas, las abuelas, las vecinas€ ahora muchas de esas señoras ya se han muerto o son muy mayores y las jóvenes han ido. Esto no es lo que era" evoca la cultivadora sin perder el ritmo del enristrado y separada de sus compañeras para guardar la distancia de seguridad.

"El trabajo siempre es igual, pero este año separaditas" precisa Mariluz. Ella con su propio carretillo de ajos, de donde va cogiendo materia para elaborar la ristra, Isabel en el suyo y Tere e Idoia a distancia en un andamio preparado por Juan Carlos para evitar agacharse al suelo y hacer más llevadera la tarea.

"Por las noche se te duermen las manos"

En otro lado del pueblo el familiar corro en el que trabajan Francisco Benito, su mujer Gema Calvo, Quiterio Benito y Natividad Manso. Los cuatro enristrado cabezas de buen tamaño con indisimulado esfuerzo. "Por las noches se te duermen las manos" comenta Gema. "Esto se va terminando, hay que ir a cantidades grandes porque no es rentable; tu verás, todo a mano, esto no tiene precio" tercia Quiterio. En un año de buena producción, los corrales y naves están llenos de ajos recién arrancados, preparados para elaborar las ristras. "Hace unos años se juntaban vecinas y familias enteras, se aguantaba más, pero es se acabó, la gente se hace mayor y quizás este año con el coronavirus haya algo de miedo" comenta Gema Calvo.

Madre de dos hijos (niña y niño), los pequeños hacen los deberes en una mesa, en la recta final de este curso extraño que les impide ir a la escuela, mientras la familia avanza con las ristras de ajos. La pandemia ha cambiado muchas cosas y en la cuestión de este producto básico en la alimentación, las ventas generan una incertidumbre total.

"Ayer vino un cliente de una frutería de Salamanca que nos compra los ajos desde hace 35 años y los almacena para ir vendiendo, pero este año se lleva menos porque ha tenido la tienda dos meses cerrada y tiene miedo de que en otoño vuelva el virus" cuenta Mariluz Mangas.

"Esta situación nos tiene en el aire, estamos muy preocupados; por un lado sin la feria de San Pedro en Zamora, tampoco sabemos lo que pasará con el mercado de San Juan en Salamanca, todo está muy parado y a ver qué hacemos con el género. Lo venderé o no lo venderé€" se cuestiona la ajera.

Ocurre en un año de producción y calidad excepcional. "Ha llovido bien y luego ha calentado en mayo, aunque al final podía haber hecho más calor, pero el año es bueno, pueden salir entre 12.000 y 14.000 kilos por hectárea. Sin embargo la incertidumbre es tremenda" expresa Francisco Benito.

"La solución es que se empiecen a mover los mercados para poder vender y luego a ver cómo va lo de Ifeza" apunta Juan Carlos Hernández. La posibilidad de vender por Internet (on-line) como ocurre con otros productos se hace más complicada en los ajos. "La gente quiere tener una garantía a la hora de comprar, verlo "in situ", no es tan fácil que te pidan una partida de Canarias o de Madrid sin saber cómo son. Eso no lo vemos muy claro".

A diferencia de otros cultivadores Tomás Carracedo se dedica por entero a los ajos. Junto a su mujer recorre diversas ferias por todo el país, con lo cual el horizonte es más sombrío porque todas se van suspendiendo debido al coronavirus. "Lo normal es estar vendiendo hasta Navidad, vamos a muchas ferias pero este año está todo en el aire".

La Bóveda crea su página web

Ante esta situación, el Ayuntamiento de La Bóveda ha ofrecido apoyo a los ajeros a través de una página web que creará de forma altruista una hija del pueblo y estará operativa en los próximos días. "A. ver que se suspendía la feria de San Pedro empezamos a valorar cómo podíamos ayudar a nuestros cultivadores. La página web divulgará la calidad de los ajos de esta tierra y se pondrán los teléfonos de los ajeros que quieran para que la gente pueda contactar con ellos y realicen la compra-venta" explica María Jesús Riesco, alcaldesa de La Bóveda. "Es un momento muy complicado, si podemos empujar un poco para que se activen las ventas ahí estaremos para lo que nos necesiten".

Los ayuntamientos de La Guareña, Vino y el alfoz de Toro, donde se cultiva el ajo, trabajan por el reconocimiento de este producto de la tierra a través de una marca de garantía. El grupo de acción local Torguvi lleva las riendas de un proyecto ilusionante que pretende dar un impulso y ayudar a la comercialización de un producto de contrastada calidad como se demuestra cada año en la feria de San Pedro. Este año, excepcionalmente, será en Ifeza, pero los ajeros esperan que la gente responda como siempre.