Gregoria Maestre Méndez cumplió el día de la festividad de la Virgen de Fátima, el pasado 13 de mayo, 101 años y recibió decenas de felicitaciones de familiares y vecinos. Es la mujer más longeva del municipio sanabrés de Cobreros. El día en que la Virgen de Fátima se apareció a los pastores, Gregoria tenía 4 años, corría el año 1917. Aunque ha perdido un poco de oído habla por el móvil con hijos y nietos como si tal cosa, habla con sus vecinas, reza y recita coplas y canciones. Una prima monja de Francia también se acordó de su aniversario y la felicitó por teléfono.

A la puerta de su casa en Quintana de Sanabria sentada en una silla, regala a los escuchantes un amplio repertorio de coplas y canciones que recita en verso de memoria. Su hija María Isabel Ferrero Maestre está en todo momento pendiente de ella, al igual que su hijo Gregorio. Ayer Gregoria fue a revisión médica a Zamora porque en abril le implantaron un marcapasos, operación de la que se ha recuperado satisfactoriamente a juzgar por su buen humor. Todos los días le reza a San Gregorio, patrón de Quintana. Da una vuelta por la era con muletas porque anda mal de las piernas.

Esta mujer centenaria hace gala de una lucidez que da envidia verla y escucharla. Canciones que aprendió «de los ciegos que venían cantando por lo pueblos, coplas y canciones». Sus vecinas Carmen y Ana entran unos instantes a felicitarla. No fue a la escuela pero aprendió a leer, escribir y calcular de memoria. Aprendía con suma facilidad las canciones «de mi edad no me cambiaba por ninguna». Dice que se le olvidan algunas cosas, espera unos instantes hasta que vuelve a su memoria el primer verso. El valor de sus recuerdos es impresionante. Coplas que hablan de amores, de muchachas, de santos y vírgenes, de curas y gatos.

Lavar y arar

«Criaba a los hijos, subía a los árboles, trabajaba la cocina, lavaba y araba mucho». Segar, cosechar, andar con el ganado son labores que no faltan en su dilatada «vida laboral». Con cinco hijos no tenía tiempo de enfermar y mucho que trabajar «era como una burra». En la época de guerra le tocaba bajar al río «a lavar las camisas llenas de piojos y de liendres. Y estas manos nunca han necesitado guantes para nada. Lo pasamos muy mal». Fueron tres años de guerra «Franco, si no es por los moros no gana la guerra. En la guerra no se pasó mucha hambre porque en casa se sembraba mucho. Lo peor vino luego cuando se racionó todo. El aceite, el café estaba racionado». En alguna ocasión tuvieron que echarse a dormir a un pajar porque «los rojos venían de noche y mi madre vivía en una casa en la plaza y al lado, en una casa grande vivían los ?Treinta? y como a los ricos iban a sacarle el dinero, se acercó un chico y dijo que nos fuéramos de casa que venían a meter un petardo a la casa de los ?Treinta?. Como nuestra casa era más bajita peligrábamos. Nos decían que nos marcháramos de allí. Pasamos muchas miserias». Esta mujer se acuerda de que «Franco puso el subsidio. Empecé a pagar cupones por 10 pesetas y terminé por mil no sé qué. Si no es por el subsidio no sé qué hubiera sido de mí. Y como yo ¡cuántas!». Siempre gozó de buena salud, salvo unas fiebres intestinales que contrajo en su juventud.

Cuando los niños eran pequeños «la cuna era la albarda del burro, allí estaban mientras yo trabajaba en el campo». Su hija María Isabel adquirió la costumbre de dormir en el regazo de su madre y «harta de trabajar, no se dormía si no era encima de mí». Esos desvelos ahora son a la inversa, de hija a madre. Está al tanto de las noticias y las relata a su modo «el papa que hay ahora es pobre, como Jesucristo que era pobre. No quiere la riqueza, la riqueza a otra parte. Ni oro ni plata en este mundo».

Gregoria está todavía pendiente de sus hijos «que tienen que cuidar a sus nietos». Dice que ya no tiene paciencia para los más pequeños porque «el niño que está quieto, o está enfermo o está malo». De ella misma dice bromeando que «he sido muy mala» pero algo bueno tiene que contar todavía a sus más de cien años. Este fin de semana habrá una fiesta familiar para un cumpleaños más, y van 101.